Schwarz

Escrito por: Alex Balgar

Ilustración por: Martha Saint Martin

Esa es mi respuesta a la pregunta Welche Farbe gefällt Dir?, o al menos lo es por ahora. Porque si me preguntaran por mi Lieblingsfarbe normalmente mencionaría el color del pasto que siempre ha estado conmigo, el color de la vida.

Mir gefällt Schwarz —respondo a la pregunta sobre el color que me gusta.

Warum? —me cuestiona, esperando una justificación razonable.

Y yo pienso en contestarle que porque es lo opuesto a aquello que me agobia. O quizás porque es el color del cielo nocturno, por eso me gusta. A esa pregunta no hay respuesta simple, ya que Schwarz llegó a mi vida como todas las cosas suelen llegar, un poco tarde y sin armar mucho escándalo.

Todo empieza cuando ella termina, ese momento cuando la luz ataca los ojos y una bomba de radiación invade la percepción visual por primera vez. Todo es tan nuevo, tan brillante, que para muchos es mejor regresar a Schwarz, ese lugar seguro que sólo vuelve en momentos tenebrosos. Pero ya no hay vuelta atrás, si naces con suerte los tonos del mundo se presentan poco a poco. Ahora regreso al presente, a la pregunta del porqué.

—No sé, profe. No sé. Ich weiß… nicht?

Ja, muy bien. Así funciona la negación, sólo agrégale es entre el verbo y la negación.

 Ich weiß es nicht. Yo no sé.

¿Cómo es que de una simple clase de alemán pueden mis pensamientos fluir hacia Schwarz con tanta facilidad? No al Rot, ni al Blau, ni a ningún otro.

Y ahora que terminó la clase y regreso a mi casa, noto su presencia de nuevas maneras. ¿Habían notado que en la penumbra ella monta el escenario donde las estrellas presumen su ardor? ¿O quizás la notaron en su manera de absorber la luz cuando esta aterriza en el centro del iris, volviéndolo diminuto?

Ella se rodea a sí misma de misterio como ninguna otra manifestación de la luz, aunque su estatus de color sigue siendo tema de debate. Si la claridad es la combinación de todos los colores, ¿eso hace de Schwarz la ausencia de estos?

No lo creo. Ella no es ausencia, sino presencia taciturna. Porque aunque en mi infancia me llegó a dar miedo, en el presente es diferente. Ella no es temor ni muerte, es paz y solitud. Una belleza que acompaña nuestros pasos cuando nos ponemos chulos, listos para sacar esos zapatos nuevos a bailar. Un alivio al sentir unos cabellos oscuros recostarse al lado propio, reflejando el mundo como un espejo inesperado.

Hoy es un nuevo día y ahora que he vuelto a apreciar su compañía, me es más fácil decir su nombre cuando me la encuentro en la cafetería:

—Schwarz –la llamo mientras espero mi comida.

—¿Sí?

—¿Cómo estás?

—Pues han sido unas semanas pesadas, pero supongo que bien… ¿Y tú? ¿Ya hiciste tu reservación para la obra?

—Así es, para la función de las 5. He estado bien, de aquí para allá pero nada del otro mundo —le digo y ella responde sonriendo, quedándose pensativa.

—Eso es bueno. ¿Sabes? Es raro que me llames Schwarz, nadie lo hace.

—¿Preferirías que no lo hiciera?

—No, no es eso. Sólo es algo nuevo. Ya me tengo que ir, nos estaremos viendo más tarde entonces —dice con un guiño antes de volver a su misterio–. O bueno, yo te veré a ti. Espero que disfrutes la obra.

Qué agradable es darse cuenta de que lo oscuro no siempre es tenebroso, a veces es inesperadamente cálido.

Como tú, Schwarz.

© 2020, Celdas literarias, Reserva de derechos al uso exclusivo 04-2019-070112224700-203

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