Relatos bíblicos

Escrito por: Dr. Daniel Santillana

Fotografía por: Sara Aranza Aquino Gabriel

I.

Hace ocho días (y no estoy loco), hace ocho días el ser que en todas las culturas reúne la maldad de todas las maldades, la perversión de todas las perversiones, se presentó delante de mí (yo no sé, ni pretendo imaginar, por qué) y me dijo:

—De aquí a seis días, recuérdalo, seis días, tu madre sufrirá la más cruel de las muertes, un accidente en la planta donde trabaja… destrozará su vientre… sus vísceras quedarán expuestas, no, no podrá ser rescatada… agonizará durante dos largas horas, sufrirá lo indecible para que todos sepan que quien hace un pacto conmigo, no puede burlar su cumplimiento. Ella morirá. Si en seis días no pasa nada, o si ella muere de otra forma yo no he hablado; pero si se cumple sabrás que es verdad y que tú estás incluido en los términos del pacto que ella y yo acordamos.   

Hoy se cumplía el octavo, y puesto que el sexto y séptimo habían concluido me había explicado todo como una de las recurrentes pesadillas que padezco. Por eso me sorprendí cuando este medio día, recibí una llamada del hospital. Me avisaban de su extraño accidente (¿qué hacía ella en el cuarto de máquinas, si para eso tenía subordinados?), me dijeron de las heridas en su vientre, de la agonía de dos horas…, pero que, al final la habían rescatado, que no morirá, que de hecho, pronto será dada de alta, aunque tardará algunas semanas en regresar a sus actividades normales.

Por eso, ahora mismo, mientras la miro dormir tan tranquila, en mi maltrecha cabeza (y no estoy loco) suena: “Éxodo 22:18”, como si un resorte estuviera roto: “Éxodo 22:18”, y vuelve y vuelve para mi angustia, y no me deja en paz, como si alguien susurrara en mis oídos: “Éxodo 22:18”, como si todo me rechinara por dentro: “Éxodo 22:18”; y pienso ¿si ella abre los ojos de repente, sabrá lo que gira en mi cabeza? “Éxodo 22:18”, “Éxodo 22:18”, “Éxodo 22:18”.

 

II.

Cuando mamá murió mis hermanos y yo decidimos hacer en secreto los funerales,

excluyendo al resto de la parentela. Fuimos, por tanto, al veterinario y le pedimos que sacrificara la mascota de mamá. En seguida nos dirigimos a un lugar apartadísimo, un lugar de pedregales; excavamos la fosa y colocamos en ella los cadáveres, luego los apedreamos hasta que saturamos de piedras aquel sitio; no hicimos otra cosa que obedecer lo que se nos indica en Levítico 20:15.

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