Escrito por: Ximena Ramírez
Monarca
Fecha de publicación: octubre 2024
Tenemos varios puntos de partida que definen épocas e identidades. Si viéramos gráficamente cómo se constituyen en nuestra vida, probablemente se verían así:
Ningún segmento es igual al siguiente, tal vez se parecen en forma, pero no es el mismo trazo.
Es necesario hacer incisiones en la línea de vida, ya que no podemos ser la misma persona todo el tiempo. A veces, hay partidas que son necesarias para seguir avanzando, para que el agua no se hunda en la arena se tiene que combinar con el viento para seguir existiendo. Los puntos de salida son transformaciones, y pueden surgir por el curso natural del tiempo o eventos abruptos que corten con cualquier relación de nosotros mismos antes que llegara.
No voy a contarte los eventos canónicos que provocaron mis puntos de transformación, eso me gustaría hacerlo cuando hablemos de noche en la terraza. Quiero contarte la revelación que tuve al percatarme de aquello que dejé atrás en una de mis metamorfosis.
¿Qué loco, no?, justo estábamos hablando de eso.
Mi relación con los animales empieza desde niña, en mi familia mis hermanas y yo nacimos en lugares distintos, así que para crear una conexión con nuestras raíces mi mamá asignó diferentes animales. Por ser de Tuxtla Gutiérrez, mi hermana Frida es un conejo; por ser defeña, mi hermana Marjorie es un teporingo; por ser de Michoacán, mi mamá y yo somos mariposas monarca. Sin embargo, no tuvimos en cuenta que viviríamos mucho más que los animales asignados e identificarnos con un sólo animal no era posible, así que las pieles se desprenden en cada fractura de la línea vital.
Dos pieles atrás, pretendí ser una loba solitaria porque no sabía cómo decirle a la preferencia por la oscuridad, la soledad y sentir que no había otra manera de existir que no fuera exiliada de mi propia manada. Para mí, todo lo que hacía estaba mal, mis esfuerzos no eran suficientes, y ni por más que tratara de encajar o impresionar lo conseguía. Era una hormiguita en una jaula de leones. Claramente era inevitable escoger un animal que todavía tuviera una presencia para aparentar que una pisada no me mataría, así que me creía loba.
Mis animales favoritos son las mariposas y las tortugas, pero yo no merecía ser ninguna por la pureza y la gracia que representaban para mí. Ante los demás era una loba, pero contigo siempre fui como bambi patinando en hielo.
No esperaba que me vieras como algo mucho más amenazante de lo que era, tu grandiosidad era evidente y no tenía la oportunidad de engañarte. Por eso, opté por aceptar mi realidad y no presentarme como quien aspiraba a ser; esa hormiguita se comportó como tal ante ti, sin capas ni rodeos. Era inconcebible pensar que una hormiga podría impresionar a un poderoso. Solo tú viste al insectito, sabías de su manera de zafarse de la tarea, de sus chistes bobos y el poco conocimiento que tenía en su propia área. Pero estaba bien, no esperabas que fuera alguien más, sabías con quién estabas hablando y no te apartaste de la ternura que te provocaba.
Hace una piel, me convertí en ardilla, y si eso pasó fue porque no sabía quién diablos era, y mi espíritu tomó lo primero que se le vino a la mente. Esta piel, más que enseñar fue de transición mientras tomaba la forma que tengo ahora. El proceso de reestructuración celular y psicológica fue doloroso y lento. Sentía mis huesos quebrándose, los ojos cambiaban de lugar, mis antenas desaparecían y formaban orejas. Terrible época, no recomiendo.
El chiste es que mi transición de insecto a mamífero tuvo muchas exigencias, tantas que las memorias de hormiga pasaron a la historia inaccesible. Curiosamente, no desapareciste del todo, pero sólo hay pequeñas imágenes, a comparación del vasto repertorio de experiencias juntos en mi vida hormigosa. Te quiero pedir una disculpa, no me di cuenta de lo valioso de mi vida pasada (la ardilla no cuenta). Durante esa época en la que era chiquita, no viste mi labor o mi persona con menos importancia. Y aunque estuvieras con una hormiga, sabías que sus siguientes transformaciones serían igual de trascendentales, viste que un insecto se podía convertir en un conejo.
Nunca intenté nada, por eso viste aquello que nunca pensé mostrar, o ser. Un conejito estaba saltando en tus áreas protegidas. Ahora, ese mamífero se está dando cuenta de que la piel que tiene estaba desde hace mucho tiempo, se asomaba a ratos. No soy una mariposa como lo fui en mi primera etapa, ya no soy una ardilla, y la hormiga no fue insignificante.
Tú lo sabías
siempre lo supiste
Amistoso,
te doy las gracias
por haber visto,
haber encontrado
entre las altas varas,
aquello que ocultaba en mi piel.
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