Mi casa

Escrito por: Matías Mejía Azuara

Fecha de publicación: marzo 2024

Anotación: La casa está viva.

Debe estarlo. Creo que eso explica por qué no puedo salir. No me quiere dejar salir. Está jugando conmigo.

El cadáver está empezando a apestar y ya no puedo cargarlo más. Me perturba lo rápido que acepté su muerte, pero supongo que es fácil aceptar un hecho inamovible. Pensé que iba a pasar el resto de mi vida con él, pero este lugar me lo arrebató. Al menos murió rápido. Dejaré el cadáver aquí. Lo envolví en una sábana blanca, pero la sangre ya atraviesa la delicada tela. No sé cómo sentirme por ahora, así que voy a hablar de la casa.

Es un hogar cualquiera, una casa en donde se vivió la niñez de alguien es tan básica, pero al mismo tiempo tan llena de detalles que podría ser la casa de medio México.

Pasillos cuarteados, escaleras de madera que crujen, una cocina con las ollas colgando de la pared con clavos, el comal en la estufa, puertas arañadas de abajo por algún perro, un boiler ya viejo, armarios llenos de escobas, la máquina de coser transformada en gabinete, fotos y crucifijos en las paredes. Una casa que me recuerda al rostro de alguien, lleno de imperfecciones que le dan personalidad. Solo que no hay ventanas, y hay demasiadas puertas en lugares donde no debería haber.

Detrás de ellas hay más casa, como si se estuviera repitiendo una y otra vez; un laberinto que nos atrapó.  Llevo días abriendo puertas con bisagras que chillan de dolor, cruzando salas que he visto cientos, si no miles de veces, para luego abrir una puerta más y repetir el proceso. Marco la madera con la navaja de bolsillo que tengo, para así saber si ya estuve ahí. Me cansé de escribir, voy a dormir un poco.

Anotación: Voy a escapar. El lugar es un laberinto, pero debe haber una salida, una puerta que lleve al exterior. El problema es la comida; no me queda mucha, solo un par de snacks que durarán unos días más. Tengo que encontrar cómo salir de aquí antes de morir de inanición.

Anotación: Últimamente, he estado viendo las fotografías en la pared. Al principio no vi nada especial; solo era una familia, pero ahora los rostros se ven raros. No ha cambiado nada en ellos, quiero aclarar, pero no se ven como gente real. Sus sonrisas son demasiado grandes, sus abrazos muy apretados. Parecen demasiado idílicos, como si encajaran perfecto con esta casa. Me hubiera gustado grabar esto, pero a mi cámara se le acabó la batería hace mucho tiempo.

Lo amaba, pero en verdad él siempre estuvo aterrado de mí.

Anotación: Al fin un error.

Todas las casas tienen los mismos objetos, los mismos muebles y la misma estructura. Pero algo cambió; el comedor y sus sillas están fusionadas con el suelo, como si alguien le hubiera cortado las patas a la mitad con un serrucho y luego hubiera dejado los muebles en el mismo lugar. Más detalles empezaron a faltar. Hay veces que la sala no tiene sillón o televisión. Son como errores de impresión, manchones de tinta que demuestran que se está equivocando. Tal vez he caminado tan lejos que la casa no puede seguir creciendo al mismo ritmo. Puedo escapar.

Mis suscriptores deben estar preocupados; ya los tenía acostumbrados a videos semanales y ahora se rompió mi rutina.

Era exploración urbana. Visitábamos edificios abandonados, los grabábamos y subíamos a internet. Fue idea de Mario y no me interesó al principio, pero luego llegaron las visitas, la atención, y ya no quise parar. Grabamos tantas expediciones, construimos una audiencia en línea que nos veía como la pareja perfecta. Con el tiempo, visitamos todos los lugares abandonados en esta ciudad. Alguien nos avisó de una casa, cubierta con sellos de clausura, que valdría la pena ver.

Anotación: Estoy en un largo pasillo de concreto gris, apenas iluminado por focos que cuelgan de delgados cables. Creo que caminé tanto que pasé de la carne a los huesos de la casa. ¿Qué sentirá al tener un bicho caminando por sus huesos? Debe odiarme.

No investigue qué pasó con la familia que vivía aquí. Tal vez fueron brutalmente asesinados y sus fantasmas son los que transformaron la casa. No. Cómo me encantaría que fueran fantasmas; al menos así sabría que hay una inteligencia humana detrás de todo esto. Me encantaría que hubiera monstruos merodeando el laberinto. Lo que sea para romper la monotonía de caminar. Pero no es tan simple. Esta casa no me dejaría entenderla con algo tan simple como un monstruo de muchos dientes.

Creo que está embrujada, no por fantasmas, sino por la casa misma. Es un lugar que siente; el problema es que no sé qué quiere. Un microbio no tiene esperanza de entender a un humano.

Anotación: Otra vez ha cambiado. El pasillo me lleva a una encrucijada. Enfrente de mí todavía se ven kilómetros de pasillo, pero en ambos lados hay escaleras en espiral. Las dos suben y bajan por lo que parece una eternidad. No sé qué me dice de este lugar. ¿La casa apenas construyó esto? ¿O siempre estuvo aquí, esperándome? Me vale madres, voy a escapar. Elijo subir las escaleras en espiral de la izquierda. No creo que importe cuál camino escoja. He estado subiendo por horas.

¿Qué pasaría si me cayera por el agujero en medio? No se ve el fondo de las escaleras. Mirarlo por mucho tiempo me da ganas de vomitar.

Anotación: Los pies me duelen.

Mario, no eres más que un nombre o una idea ahora. Al principio nos unía hacer videos, pero conforme pasó el tiempo, a él dejó de gustarle. No puedo culparlo; él era un artista a final de cuentas, quería moverse a otros proyectos, pero yo no lo dejé. Le gritaba, le gritaba bastante. Y lo obligué a venir a esta casa. Pero cuando las ventanas desaparecieron y las puertas solo llevaban a más casa… él empezó a gritar…

Anotación: Intento esforzarme lo más que puedo. Empujo mi cuerpo a subir un par de escalones más, pero llega un punto en que no puedo más y me desplomo. Caigo hacia atrás. De seguro se ve muy gracioso cómo me estampo contra los escalones, aterrizo encima de mi mano y se me rompe la uña del pulgar por completo. Le pongo cinta de aislar encima. Espero que no se me infecte.

Anotación: Encuentro una solitaria fotografía colgada de un clavo en la pared. Soy yo.

… él empezó a gritar de ira. Estaba enojado por todo, supongo. Por forzarle a vivir una vida que él no quería. Nunca vi a alguien tan enojado conmigo.

Anotación: Llego a la cima y encuentro una puerta conocida. Es la puerta principal de la casa. Siento que mi corazón va a atravesar mi pecho de la felicidad. Lágrimas escurren de mis ojos mientras me aviento a la puerta y giro la perilla. Escucho el chirrido familiar de las bisagras y mi cuerpo se prepara para ser golpeado por el frío aire de la noche, pero… solo hay más casa. Enfrente de mí está un cadáver envuelto en una sábana blanca rodeada por un charco de sangre seca. Me pongo a gritar. Grito por horas, llorando y pidiendo perdón.

La casa se torció para regresarme al principio. Estoy exhausta. Voy a dormir en la cama principal.

Anotación: Una casa es una hoja en blanco, y sus habitantes llenan esa hoja con memorias, experiencias, para así transformarla en un hogar. Decidí dejar de moverme. Estoy en la casa con el cadáver. Creo que voy a morir aquí, sola. Extraño a Mario. Oh Dios; Mario está muerto. Lo quiero aún, pero al mismo tiempo me ponía las cosas tan difíciles… No entendía que teníamos algo que funcionaba bien, me funcionaba bien a mí. Y era callado, muy callado; por eso no aprecié cuando me gritó al quedarnos atorados en la casa.

He estado pensando mucho en Dios y en el cielo, probablemente porque voy a morir. Quité uno de los crucifijos de las paredes para tenerlo conmigo, para que cuando muera, Dios lo vea y no me aviente al infierno. El crucifijo tiene un Jesús hecho de plástico que se siente bien cuando le paso la mano encima de la cara. Nunca fui creyente, pero prefiero quedar bien al final de cuentas. Tal vez Jesús tampoco creía que su padre fuera Dios, y solo creyó cuando estuvo a punto de morir, y por eso fue obsequiado con una segunda vida y una ascensión al reino de su verdadero padre. No quiero morir. No quiero que la casa me deje morir.

La comida se acabó. ¿Cuánto voy a durar sin ella? Tengo tanta hambre y me duele tanto el cuerpo. Dicen que morir de inanición duele mucho, que el cuerpo te falla a tal grado que no puedes ni caminar. No sé cómo he durado tanto.

Una puerta que parece normal puede dejarte encima de las escaleras. La caída no debía ser más de un par de metros, pero aun así, él cayó.

Anotación: Intento hacer una rutina, supongo. Imagino una película en la televisión, pero solo puedo pensar en la casa. Me baño, barro aunque no hay polvo. Bailo un poco con Mario. Checo mi uña arrancada, y para mi sorpresa,  creció de nuevo. No es posible, ¿hace cuánto fue eso?, ¿un par de días?, ¿semanas? Ni siquiera sé cuando es noche o día, me he guiado por mi reloj biológico, pero me ha estado fallando. Checo mis anotaciones, hay varias partes que no reconozco. Intento fingir que soy el padre regresando de un día cansado en el trabajo. Mario es mi esposa (lo puse en el sillón; el cuerpo no está tan tieso como antes) le doy un beso y finjo que cocino algo. Luego me pongo a rezar con el crucifijo en la mano. Esto no está funcionando. Quiero imaginar una vida con Mario, pero no puedo meterme en la fantasía; esta casa no es nuestra, es mía.

Él cayó.

Anotación: Me ama. Ya entiendo. La casa quiere a quién amar y esta es su retorcida forma de mostrarlo. Me ama lo suficiente para intentar reformarme; quiere purgar el mal de mí con su abrazo, y su abrazo es fuerte. Lo siento, Mario, fue un accidente. Un accidente. UN ACCIDENTE. FUE UN ERROR Y LO SIENTO, PERO NO SE QUÉ HACER PARA COMPROBARTE QUE ESTOY LIMPIA DE PECADO.

…porque yo lo aventé. Su cabeza se estrelló contra las escaleras. Murió rápido. Para cuando me di cuenta de qué había hecho, ya estaba muerto.

Anotación: El hambre es fuerte y recuerdo lo que Jesús hizo antes de morir. En la última cena, rompió el pan con sus discípulos. La casa es Dios y quiere que compruebe mi amor por ella para que me deje vivir aquí. Rasgo la sábana que cubre a Mario; su bello rostro aún tiene esa expresión vacía de siempre. Con mi navaja, empiezo mi prueba de devoción. Hundo mi cuchillo en su estómago y toma tiempo, pero lo abro como las puertas de la casa. Arranco un órgano putrefacto y hediondo, devoro carne que sabe a lo que debe sentirse morder un cable eléctrico. Mis fuerzas regresan y mi hambre se rompe. Como más.

Mis manos se tiñen de sangre podrida y al fin entiendo que la casa siempre fue mía. Es mi deber vivir en ella, y a cambio, ella me cobijará del exterior. Esta libreta es el testamento a su grandeza, las anotaciones de mi transformación en su hija.

Aún lamento la muerte de Mario. Incluso un mesías es dominado por estas emociones humanas. No sé si quiero este regalo, pero no puedo negarme. Hundo mi cuchillo en mi mano y no sangra. Hundo mi cuchillo en mi cuello y no muero. Nunca va a dejarme morir, entiendo eso ahora. No siento el hambre ahora, ni el cansancio, puedo explorar para siempre. Sus pasillos son mi paraíso.

 La casa es Dios. Amén.

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