La tormenta

Escrito por: María Elizabeth Barragán Jiménez

Fotografía por: Katya S. Ballesteros Rosales

Podía presentir que algo se acercaba. Algo grande. Sonó la alarma. Lo primero que se me vino a la mente fue el protocolo. Teníamos que seguirlo tal como lo habíamos practicado cientos de veces en los simulacros mensuales. A los pocos segundos la alarma del vecindario próximo también se activó, por lo que no, no era un error y, claramente, no era otro simulacro. El cielo estaba cargado de nubes, no parecía que fuera la una de la tarde; aunque podía estar mal, últimamente me era difícil notar los más simples detalles del mundo real. Mi segundo pensamiento fue lo cansada que me sentía para seguir el protocolo. Si tan sólo esa maldita alarma se callara, podría volver a dormir; después de todo, ya estaba oscuro…

Despierta… Por favor… Des… Por fa… Despierta… Por favor, despierta. ¡Despierta!

Alguien estaba tocando la puerta. Su voz seguía gritándome desde dentro. Tenía que callarlo. La alarma seguía sonando y parecía que iban a derrumbar mi puerta. ¿Sí estaban llamando a mi puerta? Tenía que callarlo todo. Ignoré los constantes golpes, porque los de mi cabeza eran peores; giré en la cama y alcancé el bote de pastillas que estaba en la mesa de noche. Para entonces ya sabía tragármelas sin necesidad de agua, así ya no tenía que levantarme. Sin embargo, no funcionó… los ruidos continuaban. Volví a tomar otras dos pastillas, pero seguían sin funcionar. ¿Por qué no funcionaban? El ruido se estaba volviendo insoportable. Volví a tomar otras dos. Tenía que… tenía que tomar otra. Mi brazo se acercó tembloroso al bote y tomé más… y más… cada vez más. Hasta que el bote cayó. Pero el ruido seguía. Sólo seguía. No importaba cuanto me encogía, no lograba desaparecer. No importaban mis gritos, los truenos, la alarma y los golpes aumentaban. Era demasiado.

Al volver en mí, me encontré caminando, no, estaba siendo arrastrada a una tormenta mayor que la mía. Las pastillas empezaban a hacer efecto: estaba sudando a pesar del frío y mi cabeza se volvía más pesada a cada segundo, pero no podía dormir. Quería hacerlo, pero su voz me seguía repitiendo que no lo hiciera, que teníamos que llegar al sótano, que era peligroso, que podría no volver a despertar. ¿Qué había de malo en eso?

¡Despierta!

Seguí siendo arrastrada por los pasillos del edificio. ¿Era normal que todo se viera tan oscuro? A lo mejor seguía durmiendo. ¿Era por las pastillas? Tenía que ser. La verdad, no me importaba, si me ayudaban a dormir era más que suficiente. Mis párpados se cerraban por momentos y la luz me cegaba cuando los abría. Además, seguía ese constante golpeteo como… como… lluvia. Estaba lloviendo. Los rayos iluminaban nuestro camino. Tenía frío, estaba temblando. Trató de ponerme algo en los hombros, pero me seguía congelando y la cabeza me pesaba más que antes. Necesitaba dormir, con cada segundo me costaba más mantener los ojos abiertos. Era lo que siempre había querido, descansar. Sólo que ahora tenía miedo. No podía morir ahora. Aunque una parte de mí sí quería dejarse ir. Había una cierta belleza en la muerte que me atraía, que atrae a todos.

Por favor, sólo despierta

Una ducha fría me volvió a despertar como en aquellas épocas cuando su paciencia era mayor que su odio. Me dolía causarle tal dolor. Tal vez, por eso, me merecí esa visión terrible. Era muy tarde para mí. Sus brazos trataron de jalarme, pero ya era imposible moverme. Me había convertido en un peso muerto, un paso más cerca del fin. Ya nos había alcanzado. Ya no nos quedaba tiempo. Sus gritos desaparecieron, al igual que todo lo demás. Mis sentidos sólo llegaron a percibir la tormenta… sentir los golpes del viento y la electricidad… oler la humedad… saborear las gotas de lluvia… escuchar los truenos… ver la inmensidad de todo. Una sola imagen terrible y bella. Por primera vez, dejé de tener miedo. La representación de mi vida ante mis ojos, penas y arrepentimientos con gritos y arrebatos. El permiso para irme a dormir…

Y ya no despertar

© 2020, Celdas literarias, Reserva de derechos al uso exclusivo 04-2019-070112224700-203

Scroll al inicio