La entrevista estuvo a cargo del doctor Fernando Montoya, director del Colegio de Filosofía y Letras de la UCSJ y director de la revista Celdas Literarias, así como de los estudiantes de Escritura Creativa y Literatura, Elia Saavedra, Alejandro Balmori  y Sara Aquino. La conversación se llevó a cabo a través de videollamada el 16 de diciembre de 2020 a las 17.00 horas.

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Nadia López

¿Cuáles han sido las experiencias colaborativas, en las intervenciones culturales, que más has disfrutado?

He tenido la fortuna de trabajar desde hace diez años ofreciendo talleres de poesía para niños y niñas migrantes. En esos diez años, he vivido experiencias de todo tipo, pero una que marcó mi corazón y mi vida fue la del valle de San Quintín en Baja California. Yo crecí en ese valle hasta casi los ocho años .Vengo de papás jornaleros agrícolas que pizcaban tomate, fresa, mora, cherry… de todo. Mi infancia fue complicada, pero fui muy privilegiada porque pude ir a la escuela. Así que tenía amigos de Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Nayarit e incluso de comunidades de pueblos originarios. Algunos  íbamos a la escuela en la mañana y en la tarde salíamos a pizcar, pero había niños que no podían; cuando llegábamos de la escuela y nos pedían que les enseñamos nuestros libros. Recuerdo que yo les contaba los cuentos que venían en el libro del perrito, arrancaba las hojas y se las regalaba.

Años después, se abrió la oportunidad de colaborar con el jefe de colonia, uno de los líderes en el Valle de San Quintín. Aquí hay colonias a las que se les llama de “nueva creación” donde la gente llega y construye su casita. Poco a poco, se han ido regularizando y por eso escogen un jefe de colonia quien se encarga de arreglarse con las autoridades. Nosotros hemos tenido contacto con estos jefes y empezamos a dar talleres mediante cooperaciones, pero ahora, por mi trabajo, ya existe una institución que nos respalda. Es de las colaboraciones más bonitas porque a veces pienso “por ahí anda Nadia y está encontrando otra forma de hacer camino y poesía”. Me parece que eso es poesía: hacer camino.

Otra de las experiencias más bonitas es en una sala de lectura que se llama “La ramita”en Tapachula, con una maestra jubilada que conocí. El dinero de su jubilación no lo usa para ella, sino para materiales y lo que necesite para el taller. En esta contingencia, hemos trabajado virtualmente, pero es muy difícil porque es para personas de la tercera edad y trabajamos mediante el apoyo.

El último ejemplo tiene que ver con poesía para niños: los proyectos de predio en Iztapalapa. El taller consiste en trabajar poesía con los niños en un espacio donde escriben qué quieren y qué piensan.Sobre todo, intentamos desmitificar la poesía.

 

Una de tus últimas publicaciones es Tikuxi kaa: El tren, ¿qué te inspiró a escribirlo y cuál fue tu proceso creativo para redactar esta obra?

Ese libro lo escribí mucho para mí. Llevo muchos años dando talleres con niñas y con niños que han pasado por procesos migratorios. Yo crecí en un entorno lleno de migración: hice mi primaria como en cinco escuelas distintas, nunca permanecía, siempre era despedirse y bienvenida, despedirse y bienvenida. Creo que en general de eso habla mi poesía: de la nostalgia, del dejar cosas.

Mientras trabajaba en los talleres con niñas y niños, guardaba poemas que iba creando tanto en mi cabeza como en mi corazón. En algún momento me dije que sería bonito compartir estos poemas con más personas, por varias razones.

La primera tiene que ver con hacer las paces con mi infancia. Tengo un poema que dice que crecemos como ciertos árboles: solos y medios mudos y así era la infancia en Baja California; uno se volvía adulto muy deprisa, tenía que preocuparse por el dinero y por un montón de cosas en las que no deberíamos pensar cuando somos niños.

En segundo lugar, yo observaba que las comunidades de niñas y niños con las que trabajaba no tenían muchos materiales en sus lenguas. La gran mayoría de la literatura infantil y juvenil está en español. Pero, ¿qué pasa con las niñas y niños que hablan una lengua originaria (en este caso, el mixteco) ¿Qué historias les contamos? ¿Qué historias pueden leer? ¿A qué poesía se pueden acercar? ¿Qué poesía pueden hacer?

La tercera razón por la que se publicó Tikuxi kaa fue gracias al equipo de Almadía. Yo ya tenía varios poemas escritos y tallereados con niñas y niños. Por ejemplo, en uno de los poemas de Tikuxi kaa se menciona una hoja de plátano. en el poema original lo que se mencionaba era una hoja de totomoxtle, y justo fueron niñas y niños quienes me dijeron que no debía decir hoja de totomoxtle, porque muchos de los poemas hablaban del agua, de lo húmedo, y la hoja de totomoxtle es seca. Me hizo pensar “Claro, necesitamos algo más fresco porque venimos de ese universo”. Creo firmemente que, cuando escribimos para niñas y niños, siempre hay que darles nuestros textos a leer, porque son los mejores críticos que pueden haber. Un trabajo para las infancias debe hacerse a mano con las infancias, uno debe escucharles y dialogar con ellos para poder escribir para ellos.

Una vez tallereado, compartí el libro con Cuauhtémoc, el ilustrador,un mes después me regresó mi libro ya ilustrado. Al equipo de Almadía le gustó.

Me da mucho gusto porque este libro fue seleccionado para los Libros del Rincón. No sé cómo vaya el proyecto, por la pandemia, pero la idea es que Tikuxi kaa esté en las bibliotecas escolares de algunas primarias urbanas e indígenas. Tengo la esperanza de que algún niño mixteco o niña mixteca vaya, lo tome de sus rincón del libro y pueda leer en su lengua. Eso es algo que me interesa mucho: apoyar a que este derecho de leerse y escucharse en su lengua sea real, no sólo que esté escrito en la Ley de Derechos Lingüísticos, sino que de verdad puedan encontrar un libro en su lengua escrito para ellas y ellos.

 

En el libro Isu Ichi nos compartes la historia de un venado contando por tu papá ¿Cuál es la relación que tienes con la lengua de tus padres?

Mi papá es del estado de Veracruz, antiguamente una comunidad nahua donde ahora todos hablan español. Hay una historia muy larga con mi padre porque cuando mi abuelo se fue, mi abuela trató de borrar todo. Como no sabíamos nada de él, empecé a interesarme por el lado de mi papá y me encontré con esta narración del venado que no sólo se encuentra en la comunidad nahua, también en la comunidad Mepaa y Ñuu Savi, entre otras. En algún momento, Hubert Matiúwáa, quien leyó sobre el venado mucho antes, me compartió un texto donde el pueblo persigue al venado. Yo le hablé por teléfono y le dije que justo estaba escribiendo un poemario sobre los venados y llegamos a la conclusión, tal vez una no muy profesional de nuestra parte, de que muchos pueblos indígenas compartimos relatos fundacionales, posiblemente porque en algún momento tuvimos más contacto entre pueblos. En esas fechas, yo escribía el camino del venado desde una voz masculina, para mí fue tan natural porque, de alguna manera, asumía ciertos roles de género.

Fue cuando me hice más consciente de que hay ciertas cosas que una mujer no tiene permitido hacer, sobretodo aquellas que son sagradas, que decidí cambiar la voz poética. Usualmente, se busca al venado para la buena cosecha, para que no se la roben.  Yo intenté buscar al venado para intentar recuperar la tradición. Me parece que muchas comunidades son machistas en parte por la colonización; en los pocos códices que se conservan fueron dos los dioses fundacionales una entidad femenina y otra masculina, al menos eso pasa en mi comunidad.

Puedo decirles que el camino del venado era un libro que quise escribir hace muchos años y no lo hice en parte porque no me atrevía a indagar en el pasado familiar. Una jamás sabrá quién es hasta que indague en lo doloroso, y el camino del venado es pensar en cómo un pueblo o una persona puede omitir que tuvo otro pasado.

 

¿Qué personas han sido importantes para ti en tu escritura y cómo la han influenciado?

Definitivamente las mujeres de mi casa, son ellas con quienes he estado cerca y no solo me enseñaron mixteco, sino también el mundo. Creo que en la mayoría de mis escritos está mi familia. Mi poesía habla de compartir ese mundo que no es tan cercano al resto, aunque para mí sea normal; habla de la nostalgia, de la migración, de las mujeres, del despojo y también de la violencia.

En cuanto a la poesía en español, que suelo escribir en prosa, quien más me ha influenciado es Álvaro Mutis. Cuando empecé a leerlo, me di cuenta que había muchas imágenes que se parecían a mi pueblo. He tratado de pensar que la creación literaria bilingüe no es solamente traducirse sino crear desde dos mundos y hasta en cabezas distintas. Otra autora fue Rosario Castellanos, el poema que más recuerdo de ella es Nostalgia. Aunque más que escritores es gente de a pie, la que sostiene lo que escribo y me llena para seguir escribiendo.

 

¿Cómo ha sido  traducirte a ti misma? ¿Qué encuentras distinto cuando escribes en mixteco a cuando escribes en español?

Cuando traducimos lo que escribimos nosotros mismos es una espada de doble filo. Es tu texto y tú misma conoces qué escribiste,desde aquí quizá no haya mejor traductor. Pero, por otro lado, justo porque es tu texto, se pierde el rigor al traducir. Y es que no basta con conocer ambas lenguas, tienes que vivirlas. Recuerdo que una maestra me decía que ella, cuando hacía traducciones, se podía ir a Rusia para traducir a Tolstoi, al lugar donde él escribía, todo eso a veces sólo para traducir un párrafo. Y cuando es tu propio texto lo traduces rapidísimo. Mi maestra constantemente se preguntaba “¿Eso es lo que Tolstoi quería decir?”. Entonces yo pensé que, si yo fuera la traductora de Nadia, no traduciría tan fácil. Me preguntaría qué es lo que quiso decir Nadia, o cómo lo voy a acomodar.

Por otra parte, en el panorama literario, realmente no hay traductores en nuestras lenguas. Un libro mío está siendo traducido al bengalí y me encanta que la traductora, a pesar de que le digo que se tome su libertad, sea tan cuidadosa. Si yo fuera mi propia traductora, tomaría ciertas decisiones muy rápido, pero ella tiene la sensibilidad de preguntar porque una sola palabra podría modificar todo el contexto de un poema. Y es que cuando eres traductora también eres autora. Por más que la traducción sea fiel, llega a ser otro texto, puede contener el mismo corazón, pero a fin de cuentas puede tener venas que corren más rápido o venas que corren más lento.

Para mí, auto-traducirme ha sido una experiencia muy rica. Siento que es como si me estuviera viendo en un espejo. A veces escribo del mixteco y traduzco al español y a veces escribo del español y lo traduzco al mixteco. Y quiero que los dos públicos que me van a leer entiendan lo más cercano a lo que quise compartirles: es toda una responsabilidad. También porque contar algo de un pueblo es contar parte de su historia y de su memoria, quizás sea el primer contacto del lector con esta traducción y esta memoria. Yo busco un poco que quienes me lean en español de alguna manera se acerquen al mixteco, se acerquen a leerlo, a aprenderlo. ¿Cuántos han dicho que quieren aprender inglés o francés para leer a cierto autor? Ojalá un día alguien diga “Quiero aprender mixteco para leer a Nadia”. Para mí, la literatura sí es para disfrutar, pero también es un acto un poco político, es un espacio en el que busco hacer más visible mi lengua. Y también desmitificar esta idea de que la literatura mexicana sólo está escrita en español.

 

¿Cómo podríamos acercarnos a las lenguas originarias? Y ¿qué lugar tiene la literatura en lenguas originarias en nuestro contexto?

Yo estuve dos años en la Fundación de Letras Mexicanas, en el área de Poesía. En ese entonces, Antonio Del Toro nos dejaba llevar, una vez al mes, a algún o alguna poeta que nos gustara. Cuando empecé a llevar poesía de Mica Sánchez, Natalia Toledo o Irma Pineda, vi que a varios les brincaba que, en las copias que repartía del poema, de un lado venía escrito en zoque y del otro en español. Fue algo que hice a propósito, porque me interesaba mucho saber cómo recibimos la poesía bilingüe en lenguas que no son hegemónicas, porque no es lo mismo llevar a Rimbaud que llevar a Enrique Ñúñez. Tenemos una forma de acercarnos a la poesía y tiene mucho que ver con qué pensamos que es poesía, cómo pensamos que se debe escribir, quiénes pensamos que deben describirla y cómo pensamos que debe ser el contexto de quienes la escriben. Creo que no deberíamos ver quién escribe para leerlo. Yo fui jurado en el Concurso de Poesía de la UNAM y es bien chido porque lees puros seudónimos, pero también es muy tramposo porque muchos de los jurados dicen “parece escrito por mujer” o “se ve que tiene tantos años por el tema sobre el que escribe”. Justo es entonces cuando dices “bueno, no deberíamos leer a quien escribe, sino leer lo que se está escribiendo en este momento”. Creo que lo principal, cuando comenzamos a acercarnos a otras literaturas,  es no pensar en quién escribe o en qué lengua, sino en la literatura.

A pesar de que desde hace cuatro décadas empezó el movimiento de escritura en lenguas originarias, yo todavía lo veo bastante separado. En su momento, estuvo bien decir “Literatura Indígena” porque no había nada parecido, pero creo que ya deberíamos estar repensando en este término: creo que debe pensarse en una literatura mexicana multilingüe, más que pensar en literatura indígena o no indígena. De hecho, es algo que ya se está pensando. Y pasan cosas que no pasaban hace años, como que, si entras a Gandhi, puedes encontrar libros en lenguas originarias. Quizás, en unos cinco o diez años, incluso haya una Maestría en Crítica Literaria en Lenguas Originarias. Vamos para allá, vamos lento, pero creo que hay mucha gente que no dejará que estas cuestiones dejen de hablarse y pensarse.

 

¿Cómo encontraste tu voz poética y qué aconsejas a quien quiera encontrar la propia?

Tenemos que ser sinceros con nosotros y nosotras mismas. Puedo decirles que cuando entre a la fundación no había estado nunca en ningún taller, tenía 3 poemas publicados en una revista digital y ya. Me di cuenta de que la gente de ahí tenía una concepción muy definida de la poesía, y de que escribía poemas que se adecuaban a los gustos de mis camaradas. Me costó mucho volver a escribir como lo hacía sinceramente, con la Nadia honesta. Aunque recibamos crítica, —está bien, hay que tomar los consejos de técnica—, el sentido del poema es tuyo; es tu poesía. Sean muy honestos con ustedes, escriban para sí mismos. Y el segundo consejo es ser disciplinado. Mucha gente cree que la cosa es sencilla y no, requiere mucha constancia, en el sentido de volver a escribir hasta que salga aquello que queramos decir.

 

¿Nos podrías recomendar algunos libros de poetas que escriben en lenguas indígenas para empezar a acercarnos?

¡Claro! El dorso del cangrejo de Natalia Toledo porque en sus poemas van a conocer a Juchitán. La segunda recomendación es Naetik/Hilos de Adriana López.

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