Escrito por: Manuel Jorge Carreón Perea
Alicia en el país de las Maravillas de Lewis Carroll es una de las obras más emblemáticas no sólo del siglo XIX, sino de la historia de la literatura. Desde adaptaciones cinematográficas (no pensemos únicamente en la adaptación de los estudios Disney ya que podemos nombrar el excepcional filme del director checo, Jan Svankmajer) hasta obras de teatro, e incluso musicales, el cuento de Carroll ha encantado a generaciones de lectores y cinéfilos que han encontrado en la historia de Alicia más de una relación con su vida o con lo que sucede a su alrededor. Se le ha considerado una obra surrealista, existencialista, para infantes o, incluso, para inadaptados, sin embargo, considero que un elemento poco explorado es el filosófico.
La obra culmina cuando Alicia, después de su declaración, despierta con la cabeza apoyada en la falda de su hermana. Las chiquillas inician un breve diálogo en el que la protagonista comenta a su hermana que ha tenido un sueño por demás extraño para, posteriormente, narrárselo con el mayor detalle posible, como si perder un solo elemento lo hiciera menos verosímil. La hermana, en un claro ejercicio del poder del hermano mayor sobre el menor, la envía inmediatamente a merendar a la hora tardía en la que se encuentran. Cuando se ha alejado Alicia, la hermana comienza a soñar por su cuenta; llega a considerar que se encuentra en el País de las Maravillas.
La diferencia entre el sueño de Alicia y su hermana radica en dos puntos. Primero, la hermana imagina a Alicia de adulta, contando esta historia a otros pequeños niños igual de inocentes que ella, en este momento. El elemento de la memoria se hace presente. Segundo, sabe que en cualquier momento abrirá los ojos y ese mundo de las Maravillas desaparecerá, que simplemente no es real, sino, una realidad onírica.
Si nos apegamos al primer punto, la hermana de Alicia proyecta la vida futura de su hermana, una probabilidad entre muchas que puede o no realizarse. El segundo punto resulta un poco más interesante, ya que, a diferencia de Alicia, la hermana distingue la vigilia del sueño, el mundo “aburrido” en el que consiste la realidad del mundo de los sueños, con todos sus personajes y paisajes.
Alicia no distingue el sueño de la realidad, para ella no existe una diferencia entre el mundo onírico y el mundo real. Ella actúa en cada momento considerando que el Mundo de las Maravillas es el mundo efectivo y que cada sensación, sentimiento o amenaza que experimenta es real; su existencia se juega a cada momento. Para ella no hay dos mundos, sólo hay uno que experimenta a cada momento. Esto recuerda a René Descartes en su obra las Meditaciones Metafísicas, donde, sostiene que le parece “[…] tan evidente que la vigilia no puede distinguirse nunca del sueño con indicios ciertos […].”[1] Respecto a esto, surge una pregunta: ¿Cuál experiencia es más real?
Tanto la experiencia de Alicia, como la de su hermana, en el Mundo de las Maravillas, es similar, ambas experimentan sensaciones que tienen en el mundo factual, pero la diferencia radica en que la hermana sabe que está soñando, es consciente de ello mientras que Alicia no. En este punto, se disocian las experiencias de las hermanas, porque el conocimiento de una es superior al de la otra, sabiendo que todo lo que sucede en su cabeza es sólo eso, una ilusión. El conocimiento de la hermana se alza sobre el de Alicia, debido a que la conciencia de estar soñando le permite apartarse del mundo onírico. El conocimiento de sí misma entra en juego con el “yo pienso, yo sueño”. La realidad es una y lo otro es un derivado de ella que contiene casi todos los elementos que la hacen reconocible y compatible con la primera, a excepción de la existencia misma fuera de la cabeza del que sueña (en este caso la hermana). En Alicia se muestra el doble juego de una existencia real y otra imaginaria, siendo la segunda una mera relación inexacta de la primera.
Bibliografía
Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, Gredos, Madrid, 2001.
[1] Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, Gredos, Madrid, 2001, p.17.
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