Escrito por: Arístides Luis
Ilustración por: Martha Saint Martin
¿Dónde sucede que en la palabra azul
comienza a cerrarse el cielo?
Quisiera arrancar este nombre del molusco
pero los pulmones me impiden
nadar sus rincones más profundos.
Digo azul y acaricio finamente los sonidos de una piedra
y su reflejo de nubes emulando el arrecife al fondo
donde nada muere
sin andar
la cuesta abajo
de la ausencia.
Digo azul,
y es el momento de adentrar el rostro
en el lindero
de una palabra derrotada
donde el mar
y el cuerpo
son lugares distintos.
Digo azul,
y dos vertientes de sangre
se acomodan lejos de su tono.
¿Con qué diluyo la palabra
para lograr ese gradiente
de pálido azul de tarde
que se hace una con el polvo?
Azul
de las arenas encalladas al final de todo,
las vastedades de un poema
dormido en otro continente.
Azul
porque ningún lugar quiere ser espejo
del sutil fulgor ausente
de otro tiempo.
Azul
al tope de un lienzo en la pintura,
la cama de las cosas,
el canto en el trasfondo
de nuestra mirada.
Azul
con cada arribo extraño,
la sombra de otros cielos.
Azul
que oculta la profundidad de la piedra
en los hondos milenios
de un lapso de mar.
© 2020, Celdas literarias, Reserva de derechos al uso exclusivo 04-2019-070112224700-203