Alma costosa

Autor: Karen Isela Lima

Ilustrador: Mariel Verónica Urquidi Campuzano

La seguridad en sí misma de una mujer de apariencia ordinaria siempre será un misterio para aquella, cuya única ambición de poder reside en la belleza física.

Las puertas corredizas se abrieron automáticamente, Martha entró a la recepción. Se sentía totalmente fuera de lugar. Todo en la clínica era pulcramente blanco; desde el piso acolchado y las paredes relucientes hasta el techo de donde colgaban esferas de cristal. Además, la habitación tenía un tenue aroma a iris y el aire acondicionado refrescaba todo como si estuviera en la suite de un hotel de lujo.

Al dar algunos pasos, Martha se sintió como cuando llevaba a su perrita Dolly a la peluquería después de meses de descuidar su apariencia, sólo que ahora era el cuerpo de la misma Martha el que estaba poniendo en manos de profesionales para convertirla en una mujer diferente.

Una mujer diferente. Martha soltó un suspiro y cuando llegó al escritorio de la recepcionista la miró de la cabeza a los pies, su nombre era Lety, estaba grabado en una placa plateada en su prominente pecho. A juzgar por su silueta, el color de su cabello y sus largas piernas, ella era un modelo T-24-120, probablemente era nadadora, pues ese modelo era capaz de aguantar una hora bajo el agua. Lety le entregó un formulario y le pidió que se sentara en una butaca, que resultó ser del material más suave que había tocado. Ella, esperó inmovil, mirándose los pies, totalmente consciente de su apariencia física y tratando de calmar la tormenta en su interior que le hacía pensar que Lety la juzgaba.

Martha se sobresaltó con el sonido que hizo Lety al levantarse de la silla para anunciar su turno. Cuando leyó su nombre en voz alta, ella lo escuchó como si las palabras hubieran sido históricamente pronunciadas en cámara lenta: Martha Eugenia Ciruelos Velázquez, mientras que, por dentro, su corazón corría con ansias hacia la puerta del consultorio del médico cirujano.

María se levantó y siguió a Lety hacia una puerta al final del pasillo y la abrió. Una mujer con bata blanca la esperaba detrás del escritorio, señalándole su asiento con la palma de la mano firmemente abierta.

一Adelante, por favor.

La recepcionista saludó con un gesto de  mano a la doctora y se retiró cerrando la puerta tras ella. Martha se acercó al escritorio mientras miraba el consultorio. La habitación era espaciosa, también muy pulcra pero más cálida que la recepción, había algunas repisas con equipo médico y un espejo de cuerpo completo en el que Martha evitó mirarse, así como, una cama reclinable de escritorio con pantallas de alta tecnología.

Martha también notó que había una orquídea de pétalos blancos sobre la mesa del escritorio, le parecían bonitas, pero su madre, quien era muy difícil de complacer, decía que no les veía encanto alguno, que todo el concepto de lo exótico era un grito desesperado de atención y que las cosas clásicas, como las rosas, eran las únicas que permanecerían siempre bellas.

Martha se sentó frente a la doctora y finalmente, tuvo la oportunidad de  mirar el rostro de una de las mejores cirujanas del país.

一Buenas tardes. Yo soy la doctora Zu.一 Cuando Martha reparó en la apariencia de la mujer, ahogó un grito y no pudo retirar la mirada.一 ¿Y bien, cuéntame en qué puedo ayudarte?

 Martha no podía entender cómo una persona así podía trabajar en semejante clínica. Se aclaró la garganta y cerró los ojos antes de tratar de responder, pero las palabras no salían.

一Supongo que estás aquí porque quieres una replantación de cuerpo 一prosiguió la doctora.

Martha asintió con la cabeza. Esperaba una expresión de incredulidad debido a que seguramente no parecía la clase de mujer que era capaz de costear tal procedimiento, pero ella simplemente asintió y sacó amablemente un catálogo de un cajón del escritorio y se lo extendió con una sonrisa.

Martha continuó observándola. Los dientes de la doctora Zu no eran blancos ni estaban alineados; el tamaño y la forma de su nariz no eran armónicos; sus pestañas y labios eran de tamaño natural; y su maquillaje era casi imperceptible. Es decir, no sólo carecía de un cuerpo replantado, sino que no se había hecho ni las modificaciones de apariencia más básicas, lo cual era sumamente contradictorio con su profesión. Sin embargo, esa no era la razón por la que Martha no paraba de mirarla y era que había algo cautivante en todos esos rasgos, como si fueran una pieza de rompecabezas que encajaba a la perfección con su mirada.

Pero despegó los ojos de ella, por primera vez, cuando la curiosidad la condujo a mirar a su alrededor buscando algún objeto que pudiera darle alguna pista para comprenderla. Había varios diplomas que colgaban de las paredes, lo cual confirmó que era la cirujana de alto renombre que Martha buscaba. También, en el perchero, al lado de ella, vio una lujosa bolsa de mano de proteínas sintéticas cultivadas en laboratorio, la cual probablemente valía lo mismo que el auto de Martha.

Martha le devolvió la sonrisa a la doctora y recibió el catálogo en sus manos.

一Li-linda bolsa.一 le dijo tímidamente.

一Gracias.一 Le respondió ella con una pequeña risa.一 Fue un detalle de mi marido por mi cumpleaños. A mí se me hace un poco excesivo, pero la verdad es muy cómoda.

Martha se sorprendió al pensar cómo era posible que un hombre le pudiera comprar una bolsa así a una mujer no replantada. O más raro aún, que una mujer no replantada pudiera tener un hombre capaz de comprarle una bolsa así. Ya que, en su mente, las cosas caras iban con los cuerpos caros.

 

一 Y bien, ¿ya sabes qué modelo quieres?

Martha bajó la mirada hacia el catálogo. Por supuesto que lo sabía, no había pensado en otra cosa en seis años, es más, ni siquiera necesitaba echarle una mirada al catálogo, recibirlo sólo era una formalidad mientras hacía tiempo para seguir sumiéndose en la experiencia de mirar a la doctora Zu.

El modelo que Martha había escogido era el C-15-52, cuyas características se sabía de memoria. A diferencia del dulce rostro de la doctora Zu, al que se le formaban montículos de grasa en la cara al sonreír, el modelo C-15-52 tenía un rostro ovalado de rasgos armónicos, con un cutis perfecto de 82 años de garantía.

Martha fingió estar interesada en el catálogo, pero no podía resistirse al deseo de observar el cuerpo de la doctora, quien de repente se levantó para abrir una ventana.  A diferencia de las ordinarias caderas de la doctora, de su abdomen redondo y de sus brazos y piernas no estilizadas, el modelo C-15-52 medía 1.76 centímetros de estatura; con  medidas 90-60-100; huesos y dientes resistentes con garantía de 100 años; y tejido muscular siempre tonificado. Además, el modelo C-15-52 también contaba con un larga cortina de cabello negro y  resistente con garantía de 70 años; y una piel radiante,  tersa, así como inmune a las quemaduras del sol y repelente de insectos.

Martha acarició las páginas del catálogo. Eran cuerpos perfectos, impresos en hojas brillantes y suaves.  Este modelo, a pesar de no ser el más nuevo, tenía opciones muy útiles, con grandes ventajas frente a los cuerpos no modificados, como un estómago adicional, el cual permitía al dueño escoger perfectamente entre digerir un alimento y sólo degustarlo, pues el primer estómago se conectaba con el resto del sistema digestivo para absorber sus nutrientes, mientras que el segundo estómago funcionaba como almacén y se conectaba directamente con el recto para ser desechado en el momento oportuno. Otra función interesante del C-15-52 era el sistema reproductivo de manejo voluntario, en su versión femenina tenía la opción de ovular o concebir a conciencia y decisión propia. Además, este cuerpo contaba con un páncreas, hígado, corazón y riñones con tecnología de punta. Entre las funciones más nuevas, que el modelo C-15-52 no tenía, estaban la respiración bajo el agua, la vista nocturna, el oído ultrasónico, el sistema inmune a control voluntario y la piel de escudo, pero ella no necesitaría todo eso para sentarse a trabajar por horas en una oficina, y lo más importante, según ella, el modelo C-15-52 tenía todo lo que ella necesitaba para encontrar el amor.

Martha dejó el catálogo abierto en donde se encontraba el modelo C-15-52. La doctora Zu la observó.

一¿Ya se decidió?

一Quisiera tener el modelo C-15-52.

La doctora Zu miró a Martha a los ojos, pero ella no pudo sostenerle la mirada.

一Me parece una excelente decisión.一 dijo la doctora, bajando la mirada. Hizo una pausa y enseguida volvió a buscarle la mirada.一 ¿Estás segura?

一Sí, he investigado antes sobre él. Este es el que quiero, tiene menor estatura que el G-6-55 y el cabello no es tan abundante como el M-15-230, pero…

一Me refiero a que si estás dispuesta a someterte a esta cirugía…

一¡Claro que sí!

La pregunta confundió mucho a Martha ¿Qué mujer en el mundo con la cantidad de dinero que Martha había ahorrado no se sometería a una replantación de cuerpo? Estaba segura que ese era el mejor boleto para una vida feliz y llena de lujos, era muy extraño que la doctora Zu no tuviera uno, pero la fórmula aplicaba para todas las demás. Además, ella trabajaba ahí, no le convenía cuestionar moralmente a los clientes.

La doctora Zu cambió su tono de voz, como si quisiera rectificar un error que había cometido por descuido.

一Una disculpa, espero no haberla ofendido, es que necesitamos de su consentimiento total para proceder con la cirugía ¿Llenó el formulario?

Se lo entregó. A pesar de todo, había algo muy fresco en la forma en la que la doctora hablaba, por lo que Martha no podía molestarse con ella.

一Antes de que lo firme quisiera revisarlo.一 Le dijo la doctora y lo leyó.一 Veo que ha decidido no conservar sus ovarios y optar por unos modificados que correspondan con su cuerpo…

La miró con un poco de lástima, pero Martha quería tener hijos que nunca tuvieran que preocuparse por su apariencia, era una inversión a largo plazo, aunque rompiera con el árbol genealógico natural.

一Por otro lado,一 continuó 一 veo que ha decidido conservar sus globos oculares. Me parece una excelente decisión. Los ojos son las ventanas del alma.

La doctora Zu trató de volver a mirarla a los ojos pero Martha no cedió. La doctora prosiguió.

一Le recuerdo que la replantación de cuerpo, o el trasplante cerebral en cuerpos sintéticos es una cirugía que dura 45 horas y es realizada por cirujanos y asistentes robóticos. Sin embargo el periodo de gestación artificial de su cuerpo nuevo es de 16 meses. A pesar del éxito en la última década, el riesgo de parálisis parcial o total en estas cirugías aún es alto y el de muerte, no es alto, pero también existe. Al firmar, usted deberá asumir los riesgos y el costo. La cirugía tiene un precio aproximado de 4 millones de dólares.

Ese era un precio que Martha no sólo conocía, sino que había sido su meta financiera, por la que había mantenido dos empleos y un negocio.

一Lo asumo.

一Bien. Pero antes, debo revisar si todo está en orden por lo que le haré un examen del nervio craneal. Recuéstese de este lado, por favor.

Martha la siguió, sosteniéndose las manos con fuerza, se recostó en la cama, mirando una hermosa lámpara de cristal en el techo. Escuchó como la doctora Zu se ponía los guantes de látex. Se sentía rara, había algo de emocionante en esperar su contacto físico.

La doctora Zu examinó con una lámpara la respuesta de Martha a estímulos visuales, mirándola con atención y cuidado, mientras ella tragaba saliva nerviosamente. Luego, realizó una  prueba auditiva chasqueando los dedos cerca de sus oídos y susurrando palabras como “ok” y “bien”. Martha comenzó a sentir una paz caliente que se extendía dentro de ella.

El cuerpo de la doctora Zu, con sus suaves imperfecciones, cerca de ella la hacía sentirse protegida y bienvenida. Sentía que merecía estar ahí, no ahí planeando cambiar de cuerpo, sino ahí, junto a ella, participando de su energía. Para ese momento, estaba convencida de que no existía mujer más bella que la doctora Zu. Martha cerró los ojos, tuvo una breve visión, se vio a sí misma bailando descalza en un prado húmedo, que aún se estaba secando bajo los rayos del sol, con el viento revolviéndole el cabello. Era como si se hubiera liberado su alma. Al seguir girando vio a la doctora Zu a su lado, después se fueron uniendo más personas, vio a Lety, a su hermana, a su madre, a sus tías, primas amigas, y después se unieron sus hermanos, sus primos, amigos, profesores, profesoras, vecinos y compañeros…

La doctora Zu terminó y Martha abrió los ojos, comenzó a sentirse triste pues no quería que un encuentro tan significativo se disolviera en el pasado. Martha se levantó y ambas volvieron al escritorio.

La doctora Zu firmó el formulario y le ofreció una pluma. Estaba por firmar y realizar el cheque, pero decidió hacer una pausa y con el corazón latiéndole, se atrevió a mirar a la doctora Zu a los ojos. El tiempo se congeló. Ella la recibió con la dulce mirada de quien ve algo hermoso.  Martha se sintió atravesada por ella, estaba segura de que había visto en su interior. Se preguntó cuántos millones costaría operarse el alma.

© 2020, Celdas literarias, Reserva de derechos al uso exclusivo 04-2019-070112224700-203

Scroll al inicio