Algún día…

Escrito por: Rafael Campos

Fecha de publicación: marzo 2024

Chance dentro de unos años me veas regresando con lágrimas en los ojos porque me volvieron a invitar a las fiestas familiares. A lo mejor, mis primos y primas estarán aquí riendo y llevándose bien, tal vez los abuelos ya estén muertos y mis tías hayan dejado a los pendejos de sus esposos.

Llegaré con regalos. Para ese entonces habré terminado la carrera con mucho trabajo y algo de suerte, podré hacerlo. Videojuegos, ropa, maquillaje, joyas e historias increíbles de mi tiempo lejos de ti, y trayendo a mis perrhijos o gathijos en una carriola cursi, pero que me hace muy feliz.

A lo mejor mis primos también me compartirán un poco de su vida. Cómo todo cambió cuando me fui, cómo mis tías lloraron mi partida, cómo se alzaron contra la tiranía de mis abuelos y cómo mi dolor se transformó en un catalizador para el cambio y la situación familiar mejoró. Menos peleas, más concilios, más independencia, más identidad fuera del maldito apellido que nos sofoca sin piedad.

En una de esas, incluso vuelvo mucho antes de lo que crees ¿sabes? Si todo va bien, esto probablemente será uno de esos episodios que nos marcaron, pero que con el tiempo solo se volvieron lecciones para toda la familia, una buena, espero. Pero a diferencia de las otras, de esta se hablará mucho; discutiremos todo como familia y, aunque nadie se disculpe, al menos habremos reconocido que algo pasó y eso es lo importante ¿O tú crees que con el tiempo esto será olvidado? Como la vez que mi tía cacheteó a mi mamá porque la agarró en un mal día (aunque mi mamá tampoco se aguantó las ganas de darle un puñetazo) y dos semanas después estaban celebrando juntas como si nada. O como la vez que la abuela atrapó al abuelo echando faje con su compadre. Nunca volvimos a ver al compadre, pero bien que la abuela le andaba haciendo mixiotes al abuelo dos días después.

No. No me dejes pensar en eso, mejor, piensa ¿Qué pasaría si, de puro pedo, esto fuera algo bueno? Por fin podré actuar como yo deseo y no como lo demanda nuestro apellido, podré ser yo sin miedo a que se burlen de los colores de mi cabello y sin temor al qué dirán los abuelos si llego con perforaciones en las orejas. Podré tatuarme, no tendré que esconder a mis parejas nunca más ¡Esto es una gran oportunidad! ¡Sí! ¿Acaso no es genial? ¿Te das cuenta de todo lo que puedo hacer ahora sin miedo? ¡Puedo meterme a la universidad que quiero y en la carrera que me venga en gana! ¡Por fin puedo mentarle la madre a mis abuelos con justa razón! ¡Por fin puedo decir que mi tía es una víbora, que mi madrina es una dejada y que mis tíos son unos cabrones! ¡Por fin puedo hablar como quiero!

¿Ves la libertad que todo esto me está dando? Porque cuando por fin sueltas o cortan el alambre que se te estaba hundiendo en la piel, eres libre. Libre de ponerle algo a la herida para que no sangre, libre de que la herida se cure y de recuperar la movilidad de esa mano. Ya no tengo nada ni nadie que me detenga…

Bueno, tal vez mi mamá.

Es extraño, ¿no?, cómo los muertos a veces tienen más agarre que los vivos. En mi mente aún resuena la promesa que le hice en su lecho de muerte: “Viviré de forma que te haga sentir orgullosa”. Creo que sin querer me puse la soga al cuello, ¿no crees?

No. No me dejes pensar en sogas al cuello. Mejor, regresemos a hablar de mamá…

En el funeral, tú viste a todos los que ahora me gritan y maldicen dándome su más sincero pésame, cómo me decían “aquí tienes una familia, pase lo que pase” y “estaremos siempre para apoyarte, como tu madre habría deseado”.

Que hipocresía, ¿no crees?, lo fácil que es decir una promesa y lo difícil que es cumplirla, especialmente cuando es algo tan vago. Sí. Mis calificaciones son excelentes, tengo un trabajo de medio tiempo muy respetable, dedico tiempo a mejorar mis habilidades y a mejorarme a mí mismo… pero eso no importa ahora, ¿cierto?, lo que importa es que “te profané con mis ideas pendejas”.

Lo que más me molesta es que la causa de esta pelea ni siquiera fue algo tan grave… Podrían habernos encontrado teniendo sexo desenfrenado en el sillón de la sala, ganas no nos faltaban, te lo puedo asegurar. Podrían habernos encontrado fumando marihuana o consumiendo algo más fuerte. Pero no; dime si me equivoco, pero recuerdo haberles dicho a mis parejas que nos esperáramos a estar en otro lado, porque estamos contigo y tienes reglas y ellos, tan buena gente, respetaron eso. Solo nos encontraron acurrucados y durmiendo en el sillón, amándonos de la forma más simple e inocente posible.

Me puse la soga al cuello…

Chingada madre. No me dejes pensar en eso. Ayúdame a no pensar que en este momento quiero saltar desde el balcón de la abuela hacia el patio o que quiero atar una cuerda a la viga y reemplazar a las miles de estrellas que colgaron hace años para mi cumpleaños. No imagines que podría estar desangrándome en el baño o lanzándome escaleras abajo. Tantas cosas que quiero hacer, pero te tengo mucho respeto y sé que —o al menos espero— que tú sí me quieres como soy, muy a pesar de mis llamadas cachondas con mis dos parejas, de todas las veces que me he dado placer en mi cama o en el baño, de todas las veces que te pintarrajeé de chiquito o la vez que accidentalmente vomité la alfombra de la sala porque algo me cayó muy mal.

Ahora que lo pienso, no parece, pero en serio te respeto. Has estado con mi familia desde que mi ¿Qué era? ¿Bisabuelo? Sí, creo que mi bisabuelo te compró. Te han ido remodelando y renovando. Te han ido cambiando y has visto cómo la familia ha crecido y se ha ido, has presenciado cumpleaños y peleas dignas de una telenovela, has escuchado el llanto de bebés y adultos por igual. Lo has visto todo de nosotros, nos conoces mejor que nadie, un testigo silencioso que lo ve todo acerca de esta cosa que llamamos “familia”.

Ahora me ves llorando y rogando que no me echen, porque la casa que mandó construir mi abuelo para mí aún no está terminada. Me ves hincándome frente a todos como si fuera un acusado a punto de morir y todos los demás fueran los jueces y verdugos. Ves la mirada de asco de mis abuelos, la decepción (¿o envidia?) de mis tías y la burla de mis tíos.

Después me ves poniendo toda mi ropa en maletas que, en palabras de mi abuelo, “son la última cosa que alguna vez me darán” y mi cuarto, por primera vez en cinco años desde que regresamos mi mamá y yo, está vacío. Me ves rogándole a mi madrina, la que más me quiere, que me ayude, pero ella solo dice que todas mis acciones tienen consecuencias y que rompí una regla muy importante. Igual ves que me da un sobre amarillo muy ancho, ¿dinero?. Ves que no me da la bendición, pero sí un fuerte abrazo y me desea buena vida mientras llora desconsoladamente.

Ves que no me dejan despedirme de mis primos, pero escuchas que todos ellos están llorando porque me estoy yendo. El niño dorado de la familia cayó tan rápido de la gracia de todos que ni tiempo le dio de poner las manos ¿qué les espera a ellos? Cuídalos, por favor.

Escuchas los comentarios groseros y crueles de mis tíos en la cocina mientras se sirven un trago de celebración, por fin sus hijos tienen la oportunidad de ser el ejemplo y estar dentro del favor tan frágil de mis abuelos.

Me ves saliendo por la reja de enfrente hacia el auto que me va a llevar a mi casa vacía. Ves que te miro, anhelando algo de ti. Una bendición, una palabra de apoyo, un aliento de esperanza.

Y me lo das.

Siento un abrazo suave y cálido, ese no es de mamá ni de mi papá. Ella los daba cortos, este es muy, muy largo y él, bueno, él sigue vivo, viviendo en la casa que nos quitó a mí y a mi mamá, así que no espero ningún abrazo de él.

Pero tú me das el más largo, suave y cálido abrazo que jamás he sentido en la vida y, aunque estoy llorando, sonrío y dejo que el calor me embargue por unos pocos segundos. Soy el primero en romper el abrazo, me duele, pero no quiero que el taxi me cobre de más.

Me voy con tu bendición y tu cariño en el corazón. Viviré solo, sí, pero una parte de ti se va conmigo y eso me da algo de paz.

Chance dentro de varios años regrese, o no, quién sabe. Mientras tanto, prometo seguir con vida, salir adelante y hacerte sentir orgullosa… Al menos a ti sí…

En una de esas te termino comprando o heredando, quién sabe.

Muchas gracias por todo, Casita.

Espero volverte a ver algún día…

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