A propósito de The Virgin Queen de Shekkar Kapur

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En El retrato del Arco Iris, quizás la obra más mística que se tiene sobre Isabel Tudor y que fue pintado por Isaac Oliver, observamos a una mujer que sujeta con su mano derecha un arco iris para representar la Edad de Oro con la que iluminaría su reino tras su victoria contra España en ultramar. La iconicidad de Isabel I, con su cabello rojo coronado con joyas, su tez blanca atemporal y el inconfundible cuello de encaje que se levanta detrás de su busto, definen a la monarca que ha perdurado hasta nuestros días, la moda isabelina, y una inspiración para la creación de personajes de cine y televisión.

El hindú Shekkar Kapur filmó Elizabeth en 1998, tratando los primeros años del reinado de Isabel, en la que el director suscribe ideologías y discursos que mitifican la figura del protestante, en detrimento del católico. Un maniqueísmo subjetivo que continuará hasta Elizabeth: The Golden Age (2008). De todas formas, Elizabeth (1998) es un grandioso melodrama histórico con generosas dosis de aventura, intriga y romance, consiguiendo que la atención no decaiga en ningún momento. Esta obra es una breve biografía de la protestante Isabel I, que alcanzó el trono tras la muerte de su hermanastra, la católica María Tudor (producido por un quiste uterino), en condiciones frágiles que nunca eliminó el riesgo de perderlo tanto por un golpe de Estado como por medios tan bizarros como podría ser la flecha de un asesino o por un vestido envenenado.

La reina (Cate Blanchett) se encuentra con una legión de problemas: finanzas mermadas, ejército debilitado, la necesidad de casarse para asegurar descendencia y la creciente amenaza de Mary de Guise (Fanny Ardant), reina consorte de Escocia y quien hace acopio de tropas para invadir Inglaterra (por cierto, Kapur dramatiza la escena de su muerte siendo asesinada, cuando realmente muere de hidropesía en 1550); la propia corte de Isabel está plagada de peligros, como el duque de Norfolk (Cristopher Eccleston), que desea su muerte para así ascender al trono, y el papa Pío V (John Gielgud), quien la declara hereje. Elizabeth, además, cuenta con pocos aliados como fueron William Cecil (Richard Attenborough); el consejero de su padre, Enrique VIII, Francis Walsingham (Geoffrey Rush) y el su amante, Robert Dudley (Joseph Fiennes).

Los filmes de Kapur, tanto The Virgin Queen como The Golden Age, alientan la leyenda negra de Felipe II de España, en el que se oscurecía la imagen del monarca español y por extensión del catolicismo, sus desgracias y las derrotas que sumieron a España en la bancarrota. Por ejemplo, la derrota de la Armada Invencible es llevada a escena de manera épica, casi mítica, exaltando la figura de Isabel quien observa con orgullo sobre un acantilado la derrota española en mares ingleses. Sobra decir las cualidades de Cate Blanchett en ambos filmes, pues representa a la reina en todo su esplendor, con un vestuario exquisito y una ambientación sobre la que se desarrollan las tramas palaciegas y juegos de poder. El arco de la transformación del personaje, desde la hija ilegítima y bastarda encerrada en la Torre de Londres por su hermanastra María hasta su conversión en Reina Virgen, le valió a Blanchett dos nominaciones al Oscar a la categoría de mejor actriz.

Es una evocación de los primeros años del reinado de Isabel I de Inglaterra. Lo que pasó fue que Kapur mezcló tiempos, inventó personajes y conjugó, en 124 minutos, momentos cruciales de la época isabelina.  Hay ciertos pasajes en la obra de Kapur en la que muestra a una joven Elizabeth tomando partido de las decisiones más importantes que realizó durante todo su reinado. Lo cierto es que muchas de las hazañas más importantes, como fue la derrota de la Armada Invencible o el romance entre Dudley, fue cuando Isabel tenía una edad más avanzada.

La escena del Duque de Anjou es otra más que habrá que analizar con detenimiento. En la vida real, el duque tenía 24 años, Isabel 46. Si Isabel realmente planeó casarse con Anjou o no, es un tema muy debatido. Según consta en documentos de la época, la reina le tenía mucho cariño, sabiendo que sería su último pretendiente. En la película, el duque tiene personalidad burlona, nada seria y define poco interés hacia Isabel. Aquí el historiador diría que Kapur tomó sus licencias y se fue por una vertiente más mediática, ridiculizando al personaje. Los historiadores coinciden en el verdadero romance entre Elizabeth y el duque; el rompimiento llegó cuando la corte de Isabel rechazó el matrimonio con la corte francesa, por meramente cálculos políticos. Como muestra de ese amor, Isabel nos heredó su poco conocido poema On Monsieur Departure, dedicado a Francisco, Duque Anjou.

Ya al final de la película, Kapur culmina con una imagen cristalizada o santificada de Isabel. Dudosa y con miedo al saber del complot en su contra y al conocer la situación sentimental de Robert Dudley, Isabel observa la figura de una Virgen María justo enfrente de ella. Como un rayo iluminador, Isabel decide emularla y concluye con solo mantener matrimonio con Inglaterra, asumiéndose como Reina Virgen. En ese corte de escena, observamos a la reina maquillando su cara totalmente de blanco (emulando una pétrea figura) con Lacrimosa de Mozart, de fondo. Por cierto, el maquillaje blanco (hecho de carbonato de plomo tratado con vinagre y huevo) fue usado realmente para ocultar las cicatrices producidas por la viruela y la obra de Mozart fue compuesta siglos después. Detalles.

La figura de Isabel I de Inglaterra se extiende a numerosos ejemplos más de la historia del cine y la televisión y continuará, debido al rico carácter de una de las mujeres más poderosas de la historia. El carácter feminista de su vida y la grandeza de su ego y su resistencia a las adversidades mantuvieron a Isabel en uno de los reinados más largos de la historia de Inglaterra. Además del misticismo que la rodea, su imagen extravagante será inolvidable, siempre que se siga manteniendo esa imagen inmortal y divina con la que los pinceles del XVI la retrataron para ser un ícono de la cultura popular.

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Escrito por: Fernando Montoya Vargas

Ilustración por: Gustavo Jiménez Salinas

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