Escrito por: Fernanda Segura Ruíz
Fecha de publicación: marzo 2024
Resumen:
El objetivo de este artículo es diferenciar la representación literaria de la femme fatale en la mirada masculina y la femenina. Se iniciará con un breve recorrido de los inicios y trayectoria de esta figura, además de las características que se le adjudican en la sociedad occidental. Se tomarán como ejemplos para comparar las dos miradas a Madame Bovary, de Gustave Flaubert y “La dama de la casa del amor”, de Angela Carter; dos obras representativas de sus épocas. Con esta última, también se analizará la figura de la mujer vampiro y la erotización del sufrimiento en la literatura con obras como las del Marqués de Sade. El propósito es profundizar en las herramientas que Carter utiliza para reconfigurar ambas figuras, en especial la de femme fatale, dotándola de otro propósito y sentido, el de una mujer en búsqueda de su libertad.
Palabras clave:
Femme fatale, Madame Bovary, Angela Carter, mujer vampiro, mirada femenina.
La figura de la femme fatale
La femme fatale o la mujer fatal, es aquella capaz de utilizar su belleza para seducir y conseguir lo que desea. Provoca en el hombre una pasión trágica e incontrolable. Aunque no solo se trata de mujeres bellas, sino que tienen un punto perverso, malvado y capaz de arrastrar a cualquiera a un desastre, todo para alcanzar sus objetivos. Como personaje, tiene antecedentes en la literatura hebrea, mesopotámica o griega, pero es en el siglo XIX cuando se desarrolla plenamente (Pérez). La figura ha existido a lo largo de toda la historia, sin embargo, su máximo desarrollo se da en Europa occidental a lo largo del siglo XIX, un momento de cambios sociales, demográficos y culturales. De esta manera, la femme fatale pasa a ser la protagonista de muchas de las historias contadas en los textos, brindándonos grandes ejemplos.
La figura de la femme fatale hace su primera aparición con dos mujeres muy conocidas por la humanidad; Lilith y Pandora. La primera no se encuentra en la Biblia, pero tiene su origen en la religión judeocristiana. Se le adjudica ser la primera esposa de Adán, pero, al negarse a obedecerle, Lilith abandona a su esposo y al Edén. Llega al mar Rojo, donde se une a los demonios que viven ahí y se convierte en la madre de ellos. Por su parte, Pandora, una mujer de gran belleza como las diosas, actúa guiada por la atracción amorosa y utiliza estos encantos para satisfacerse. Gracias a sus habilidades seductoras logra conseguir el dominio de su marido para poseer sus bienes. Pandora es quien abre la caja, liberando todos los males del mundo, por lo que se le culpa por la fatalidad. Desde aquí surge la asociación de la mujer con la desgracia; se le concibe como la causante de todos los daños sufridos por la humanidad.
El mito vuelve a surgir alrededor de los años 1860, especialmente en Inglaterra, quien influencia a Francia y Bélgica. Una de las causas por las cuales se da lugar a este renacimiento de la figura de la femme fatale es la aparición de los movimientos feministas, particularmente en los años cincuenta del siglo XIX en Inglaterra. Este movimiento se constituye como algo social y político que supone la toma de conciencia de las mujeres como un grupo o colectivo humano sobreviviente de la opresión, dominación y explotación por parte del patriarcado. “La organización del movimiento surge especialmente de mujeres cultas del momento, que salen a la calle a reclamar diversos derechos que se les habían negado durante siglos” (González: 20). Es aquí cuando se inicia con distintas acciones para la liberación del sexo femenino, comenzando con las transformaciones necesarias para la sociedad de la época.
Un gran acontecimiento literario que ejerce gran influencia sobre la construcción del concepto de femme fatale es la aparición de la mujer adúltera en las obras, un hecho que repercute de manera fuerte en la sociedad, pues es considerado como un acto transgresor. La figura de la esposa, en un inicio, fiel, casta, recatada y perteneciente a la pequeña aristocracia o la clase burguesa, cede ante los deseos carnales y el culposo placer propio, lo cual termina por costarle la reputación al ser juzgada bajo los principios morales que se tenían en la época. El personaje de Emma Bovary, de Gustave Flaubert (1856), y más tarde, la condesa de “La dama de la casa del amor” escrita por Angela Carter, son ejemplos de esto. En estas narraciones, ellas luchan la batalla personal entre el deseo y la norma social, represión, en donde finalmente vence el primero. Son mujeres que, aburridas de su monótona vida y con ansias por obtener su libertad, se rebelan ante la autoridad establecida, ante las creencias religiosas, ante las normas sociales y ante sus propias concepciones morales, inculcadas en ellas desde el inicio de sus vidas.
Madame Bovary
En Madame Bovary se puede observar cómo Emma, a través de la infidelidad a Charles, experimenta una notoria transformación, en donde pasa de ser una persona asustada, tímida e ingenua a una fiera con un apetito voraz, atrevida, sin miedo de nada ni de nadie. Alguien que se mueve impulsada meramente por sus pasiones, dejando a un lado la racionalidad y la moralidad, antes una de sus características. “En tanto que le contemplaba, saboreando en medio de su irritación una como depravada voluptuosidad, León se adelantó un paso” (Flaubert: 95). Otro elemento notorio en la transición de Emma es el cambio de su aspecto físico a medida que se adentra más en sus deseos y el placer que le trae el adulterio. Cuanto más engaña a su esposo, más bella se vuelve. “Se hubiera dicho que un artista maestro en concepciones había colocado en su nuca la trenzada mata de su cabellera, que se anudaba abultadamente y en modo descuidado, conforme a los azares del adulterio, que los desataba a diario” (Flaubert: 114). También, su actitud tomó otro aspecto; la manera de presentarse al mundo ya no era la misma del inicio. “Su voz había adquirido, como asimismo su busto, más blandas y suaves inflexiones. Un algo sutil y penetrante se desprendía desde su vestido hasta el contorno” (Flaubert: 114)
La misma literatura es la que ofrece cierta influencia en la transformación sufrida por Emma. Ella fue educada en un convento y, gracias a una mujer que a veces lo visitaba, adquiere las lecturas catalogadas como prohibidas. Emma las devoraba en sus tiempos libres, alimentando su inagotable pasión y las fantasías de ser rescatada por un galante caballero, al cual amaría con gran ardor hasta el fin de su vida. “Ella misma se convertía en una verdadera parte de aquellas imaginaciones, y creyéndose el prototipo de la enamorada que tanto había envidiado, realizaba el prolongado sueño de su juventud” (Flaubert: 150). En estos relatos populares aparecen figuras femeninas que representan la libertad tan deseada por Emma. Se trataba de mujeres valientes y admirables, a quienes vuelve a recordar cuando comete el adulterio. “Entonces recordó a las heroínas de los libros que leyera, y la única legión de aquellas adúlteras mujeres comenzó a cantar, con voces de hermanas que la seducían, en su recuerdo” (Flaubert: 150).
Otro de los rasgos que conlleva el cambio de conducta de Emma es la manera extravagante de gastar dinero en lujos considerados como innecesarios. El estilo de vida que lleva también se ve afectado radicalmente al ceder al “pecado” de la ostentación y la lujuria. Esto se ve reflejado con los encargos de vestidos que Emma hace, la redecoración de su casa, las compras de regalos para sus amantes, entre otras. Con esto se busca resaltar la falta de consideración que tiene con su marido, Charles, pues, con todo esto, no solo lo conduce a la deuda, sino también a un estado de total desesperación, provocando su muerte. Aquí se muestra cómo su actitud de femme fatale es responsable de su propia tragedia y la de todos aquellos que la rodean.
La mujer vampiro
Por otra parte, los escritores del siglo XIX también se sienten atraídos por la figura de la mujer vampiro como molde de la femme fatale (Pérez). Se trata de un arquetipo que les ofrece las características buscadas: la seducción, el vicio y la voluptuosidad. Es el punto clave donde se unen la atracción y la sensación de peligro. Los hombres que se sienten atraídos por ella, de alguna manera consienten acabar con sus vidas; incluso cambian la salvación de su alma solo por el placer y la satisfacción proporcionados por esta mujer.
Las novelas del Marqués de Sade lo convierten en el más grande exponente de cómo la pasión se vuelve asesina; de esa manera elabora un sistema filosófico contrario a la religión o la espiritualidad (Pérez). En su obra, se opone al orden natural y convierte la sexualidad en una atracción por la muerte, que tendrá por aliado al dolor físico. Sade logra pintar de manera perfecta la forma en que el dolor de la víctima es igual en proporción al placer que provoca en su verdugo. Esto elimina cualquier tipo de freno moral, ya sea social o personal. Es aquí donde se da una conexión entre la literatura de Sade y el vampirismo (Pérez). Sin embargo, se debe puntualizar que la intensidad del erotismo denotada a la mujer vampiro no tiene un sustento en el dolor físico. Es su mordisco el responsable de anestesiar y provocar un delirio erótico de lo prohibido y la atracción que ejerce la maldad sobre los seres humanos, en este caso, los hombres.
Este paradigma, donde convergen lo turbio, lo tenebroso y además se reúnen la seducción, el vicio y la voluptuosidad, es resultante de las ideas misóginas que el imaginario masculino crea sobre la mujer de la época. Se ponen todos los aspectos negativos adjudicados a la experiencia amorosa, como los celos, el odio, la pasión devoradora, y se escenifican estas tragedias. Plantean a la mujer en el círculo de amor maldito que dibujan, haciendo que sea ella quien juegue entre las ambiguas líneas del placer, dolor, amor y crueldad. La literatura donde se retrata a mujeres vampiro muestra cómo las costumbres ocultan el miedo latente de la sociedad del mundo occidental por los movimientos que buscaban la libertad de la mujer. Es el mismo terror que les producía la unión, simbólica y perversa, entre el ardiente deseo y el frío de la muerte.
La dama de la casa del amor
En “La dama de la casa del amor” de Angela Carter, la autora, además de hacer una reinterpretación o traducción del cuento popular “La Bella Durmiente”, también lo hace con la figura de la femme fatale. Esto lo logra a través de un filtro de lo más original en la época; pasa los relatos por sus objetivos feministas y post estructuralistas. Las lectoras pueden observar la transformación que se da entre la pasiva protagonista del cuento original y la siniestra y joven mujer vampiro que se ve arrastrada por esta constante y obsesiva necesidad de satisfacer su sed de sangre. “Es de una belleza sobrenatural; su belleza es una anormalidad, una deformidad, porque ninguno de sus rasgos exhibe ninguna de las enternecedoras imperfecciones que nos reconcilian con la imperfección de la condición humana. Su belleza es un síntoma de su trastorno, de su carencia de alma” (Carter: 150).
Ángela Carter no pretende solo dar una versión; ella transforma y reescribe desde lo perverso el relato tradicional (López: 20). Ya no existe aquella protagonista pasiva del primer cuento, sino alguien que ansía y está en la búsqueda del control de su vida. Carter decide subvertir lo que la feminidad supone para una protagonista. Mientras que en “La Bella Durmiente”, cuando se pincha el dedo y ve su sangre, la mujer se sume en un profundo y eterno sueño del que solo la puede despertar un príncipe, con Carter es este el momento donde el joven hombre lame la herida de la condesa. Se cambia el gesto simbólico de la muerte, tanto por el sueño eterno de “La Bella Durmiente” como por la mordida de un vampiro; la condesa de “La dama de la casa del amor” se convierte en humana. “La toma suavemente de la mano y le seca la sangre con un pañuelo; como no deja de manar, lleva la boca a la herida” (Carter: 168)
Al hacer esto, Carter rompe con la figura tradicional de la femme fale, normalmente siendo escrita por hombres. La reconfigura y le da otro propósito y sentido; el de una mujer que busca su libertad, pero, a diferencia de obras pasadas, la obtiene por méritos propios y sin dañar a alguien más. Es una persona descrita como amenazante, con un hambre voraz, devoradora de sangre y seductora, todas estas características de la femme fatale y la mujer vampiro. Plasma el miedo que la sociedad occidental siente por una mujer que busca su liberación y brinda una mirada más profunda a este arquetipo creado en el ambiente literario. Algo muy importante es que la figura masculina, en este caso el joven teniente, es el símbolo de inocencia, lo cual, normalmente, se le adjudica a lo femenino. Además, él nunca la ve como una posible amenaza ni como un objeto de seducción, en lugar de esto, siente compasión por ella. “Tan delicada y condenada, pobrecilla. Absolutamente maldita”. (Carter: 167)
Conclusiones
El espíritu de Emma Bovary se corrompe por su sed de deseo y placer. Pasa de ser una mujer retraída y tímida, que se quedaba horas frente a la ventana, entre ensoñaciones sobre una vida solo conocida a través de las páginas de los libros que leía, a cumplir todo esto a través de sus aventuras con Rodolfo y León. Ellos son quienes liberan esa ansiedad bestial que tenía por la libertad, alimentan su despertar sexual, el cual vivía escondido en el fondo de su ser. Emma empieza siendo una niña soñadora, luego, se convierte en la esposa perfecta, después, se transforma en una mujer seductora para pasar, por último, a la figura de la femme fatale. La manera en que sucumbe ante la tentación es un fenómeno caracterizado de elegancia, el cual causó y sigue causando curiosidad. Es un personaje literario que logró marcar un antes y un después en las concepciones y costumbres de la sociedad europea occidental del siglo XIX.
Mientras, “La dama de la casa del amor” propone una moraleja adecuada a las concepciones del siglo XX, pues es el contexto cultural en el que fue escrita. Carter deja una invitación abierta a las mujeres para reivindicar la figura horrible de una mujer en búsqueda de su plenitud y no utiliza, como primera instancia, su sensualidad y cosificación. También, se encarga de desestimar lo que anteriormente se ha relacionado con la feminidad, incluso dándole algunas características de esta a la figura masculina. La sangre se transforma en el elemento narrativo que permite el despertar de la protagonista a un nuevo tipo de vida, siendo consciente y autónoma en sus decisiones, alejando a la mujer de la subyugación cultural a la que tradicionalmente ha sido sometida.
Bibliografía
Carter, Angela. “La cámara sangrienta”. La dama de la casa del amor. México: Sexto Piso, 2017, pp. 149 – 170).
Flaubert, Gustave. Madame Bovary. México: RBA Editores, 2021.
González Legido, Isabel. La Femme Fatale. Evolución Del Mito Desde La Literatura A La Pintura En La Segunda Mitad Del Siglo XIX. 2019. Universidad de Valladolid, trabajo de fin de grado. Disponible en: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/39657/TFG_F_2019_192.pdf?sequence=1&isAllowed=y
López Sánchez, Gemma. “The Vampire Myth Revisited: Angela Carter’s «The Lady of the House of Love»”. Transfer, 2007, pp. 17 – 26. Disponible en: https://www.raco.cat/index.php/Transfer/article/download/203753/272256
Pérez, Encarna. “La mujer fatal en la literatura” [en línea]. En littera, 31 de diciembre de 2018. Disponible en: https://littera.es/la-mujer-fatal-en-la-literatura/
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