Escrito por: Elena Carolina Flores Corona
Fecha de publicación: marzo 2024
Resumen
Este artículo está dedicado al análisis, desde distintas teorías literarias, de la obra de teatro La señora en su balcón, de la escritora Elena Garro; por medio de la descomposición de su forma, el texto se somete a diversos lentes interpretativos, que van desde la narratología hasta la comparación con la propia vida de la autora. Como conclusión, se resalta la manera en que estos elementos permiten que la obra destaque por su calidad tanto en forma como en contenido.
Palabras clave: dramaturgia, literatura mexicana, Elena Garro, tiempo, biografía.
Introducción
Poblana de nacimiento, la autora mexicana Elena Garro constituye un enigma literario que continúa trascendiendo en el imaginario mexicano. Cubierta por las imágenes fantásticas de una infancia idílica en Iguala, Guerrero, ella se presenta sin la intención de hacer de la escritura un oficio, sino un ejercicio que guarda en el baúl y que arranca de la oscuridad en momentos de necesidad (De la Cruz: 9). Reconocida como la homóloga femenina de Juan Rulfo, autora de cuentos contenidos en La semana de colores y de la novela Los recuerdos del porvenir, Elena se enmarca en la historia sociopolítica y cultural de un período de grandes cambios en el país, es decir, la segunda mitad del siglo XX.
Escrita en el año de 1959, La señora en su balcón es una obra dramática de extensión corta, pero cuyo discurso esconde dentro de sí una convergencia de imágenes ricas para la interpretación literaria: “Cuando una autora se distingue desde el inicio por una escritura fuera de lo común, la calidad de sus textos y la complejidad de pensamiento hacen posible una multiplicidad de lecturas” (Melgar: 247). Desde el manejo de su estructura hasta la conformación de los personajes, pasando por su referencialidad con respecto a la vida de la autora, esta obra se construye a través de un juego de reflejos empleados con una sagacidad maestra.
El presente ensayo busca resaltar las distintas dinámicas que permiten la funcionalidad de la obra según su forma y su contenido; para dicho análisis se emplearán tres métodos: el formalismo, la narratología y la interpretación biográfica-psicológica. Ésta última, cabe recalcarse, se enfoca en dos aspectos específicos: la correspondencia de personalidad psicológica entre autora-personaje y los hechos biográficos. El objetivo de este texto es remarcar la importancia de la construcción de la obra con respecto a sus intenciones y contenido dramático; además, se busca expresar de manera gráfica la forma de los juegos temporales con los que Garro innova.
Las corrientes formales del tiempo; presentes, pasados y círculos cerrados
La obra de Garro presenta una estructura inusual de distribución de tiempo. Esta creación teatral está marcada por un juego espacio-temporal muy particular, que permite la superposición de escenas ocurridas en el pasado con el presente ficcional de la protagonista; esta dinámica, sencilla a primera vista, se complejiza al demostrar que supone una disrupción total de los ciclos lineales que suelen asumirse con respecto al paso del tiempo. Clara, a sus 50 años, puede establecer diálogos con sus diversas versiones de menor edad, pudiendo incluso superar las barreras dimensionales para compartir habitación con personajes externos a su Yo, es decir, saltando más allá de una mera introspección rememorativa. El pasado adquiere entonces un velo ficcional, se hace evidente su condición subjetiva, pues se transforma dentro del contexto de la obra en un presente esporádico y evocativo. De una manera más gráfica, la secuencia temporal presentada por las reminiscencias-vivencias de Clara puede ser definida como una espiral ascendente, cuyo diámetro de mayor amplitud comienza a dibujarse ⎯y a cerrarse⎯ durante su primer recuerdo: la infancia.
Esta escena marca la primera aparición de la figura ⎯en sentido literal y en sentido figurado⎯ que se contrapone a las fantasías de Clara; su Yo infante desea llegar a Nínive, una ciudad perdida entre los siglos, abandonada en un vertedero, pero es encerrada dentro del mundo circular del profesor García. De este modo, el círculo comienza a adquirir una connotación que, al contrario de la creencia popular, no atañe al infinito, sino al trazo de un perímetro del que es imposible escapar. La ideología de la redondez del mundo comienza a aparecer como un mal augurio que permanece en el horizonte de la protagonista hasta alcanzar la adultez: “Usted nunca dijo nada, profesor. ¡Pasó sus años prendido a su compás, repitiendo cada vez más mal un pequeño libro de texto!” (Garro: 2). La espiral comienza a girar y a reducir su amplitud, mientras que Clara intenta permanecer fuera del círculo.
A continuación, el compás imaginario dibuja una nueva forma circular para atraparla: el anillo de compromiso. Andrés continúa retorciendo el espiral de la vida de su pareja, que rechaza su mano ante la perspectiva de quedar atrapada en la monotonía “¡No, no, no quiero tu anillo! No me gustan. Tú eres como el profesor García, que creía que estaba en el mundo porque dibujaba círculos de gis en el pizarrón” (6). Es también de la mano de otra pareja sentimental que Clara se encuentra casi al final de la espiral. En su caso, Julio ha perdido la ambición de alcanzar el tiempo infinito, y vive siguiendo las vueltas del reloj y de su vida repetitiva ⎯Clara, ahora con 40 años, decide abandonarlo.
Ha pasado una década ficcional, y la Clara de 40 años dialoga con su Yo más reciente. Con medio siglo de edad, ella sigue de pie frente al balcón, con la espiral prácticamente cerrada en un círculo inamovible; atrapada por la imposibilidad de escapar del mundo redondo, de sí misma, salta del balcón, y el movimiento curvatorio termina con una caída libre que acaba con la vida de Clara y con su afán de alcanzar lo imposible. Este final devastador le pone término a la circulación de la obra, estableciendo un regreso al tiempo lineal mediante una sola frase de parte del personaje más inconsecuente, el lechero: “¡Ora! Llamen a la policía, se suicidó la vieja del 17” (Garro: 10).
A continuación, se presenta una gráfica representativa del movimiento dramático, la forma y estructura, de La señora en su balcón.
Los ciclos narratológicos de una vida-muerte continua
El recurso narratológico más destacable de la obra es, sin duda, el juego temporal. Tal como se ha explicado con anterioridad, el tiempo dentro de la narración se mueve a través de una especie de analepsis o racconto que interactúa directamente con el presente; esta técnica permite un cruce de pensamiento que perpetúa los rasgos de personalidad de la protagonista y enarbola los incidentes psicológicos que terminan llevándola al suicidio. No obstante, entre los elementos más importantes de la dramática se encuentran también la focalización y los personajes. En cuanto a la primera, seguimos a una narradora personaje que, de una forma peculiar, adquiere características de omnisciencia. Al presentar la interacción de la misma persona en tiempos diferentes, Garro permite el desarrollo de diálogos cargados de imágenes desarrolladas a través del tiempo, otorgando a la versión de mayor edad un conocimiento irrefutable sobre su propia vida y los eventos posteriores; Clara, a sus 50 años, sabe lo que le ha pasado, y puede interactuar consigo misma para gritar advertencias o aprobar una idea. Sus premoniciones, por desgracia, terminan por convertirse en un grito de Casandra ⎯la sacerdotisa maldecida por el dios Apolo⎯, que pasa desapercibido en la escena.
Con respecto al análisis de los personajes, puede encontrarse en Clara una aberración sin igual por las barreras, representadas en la obra como un círculo; este odio es llevado un paso más allá, puesto que su construcción no trasciende a la de un personaje redondo (round character de Henry James (Villanueva: 8)); su posición es plana, y permanece estática a lo largo de la obra, siendo el único cambio significativo en su persona la decisión de saltar del balcón. Por el contrario, los personajes masculinos se presentan siguiendo un arquetipo cíclico caracterizado por el cambio descendente dentro de la monotonía; el profesor García, Andrés y Julio no sólo comparten género, sino que también se unen en su función: están allí para aprisionar dentro del círculo a la protagonista, para dar vueltas hasta lograr encerrarla y alejarla de Nínive: “Pero los compases, las leyes y los hombres lo volvieron redondo y empezó a girar sobre sí mismo, como un loco. Antes, los ríos corrían como yo, libres; todavía no los encerraban en el círculo maldito” (Garro: 1). Como breve comentario acerca de esta cita, parece pertinente cuestionar si acaso la línea final se refiere al entubamiento de los ríos de la Ciudad de México, al igual que en La niña de Mixcoac de José Emilio Pacheco.
En tanto a las estructuras narratológicas que se encuentran presentes en la obra de Garro, está su concepción como ejemplo del viaje del héroe dentro de la dramaturgia. Sobre esto se menciona “la más importante […] dentro de esta obra […] es que nunca hay un desplazamiento físico, corpóreo o real de la heroína Clara, sino que es un viaje introspectivo a lo largo de la memoria” (Mazón-Ontiveros) Tal como se ha mencionado antes, este tipo de construcción permite el desarrollo de los diálogos a través de un movimiento no lineal que contrapone la personalidad de sus actuantes; no obstante, es importante recalcar que la estructura, por tratarse de una superposición temporal, va más allá de una rememoración mental, conformándose como una sala de encuentros vivenciales en una misma línea de tiempo.
En cuanto a Nínive, la elección de esta urbe antigua no parece ser deliberada, puesto que, a nivel arquitectónico y simbólico, parece relacionarse con la mentalidad y forma de vida que Clara ansía alcanzar. Atravesada por el río Tigris, por un cauce de agua sin restricción alguna, la ciudad era conocida como el hogar de la diosa Ishtar, deidad del amor y la fertilidad para la cultura asiria, una protectora; reconocida por su gran acervo de archivos en escritura cuneiforme, es posible afirmar que la ciudad es una representación simbólica de la libertad atemporal e inconmensurable, una que está alejada en una línea del tiempo insalvable, y que, cual edén, sólo puede ser alcanzada mediante la suspensión del Yo en un espacio atemporal, mismo que, dentro de la dramática, termina por asimilar la forma de la muerte y el suicidio.
Círculos convergentes: coincidencias psicológicas y biográficas
Sobre la autora, dice Elena Poniatowska: “Contradictoria a más no poder, Elena Garro, al igual que sus personajes femeninos que son ella misma, se va destruyendo y la acompañan en su caída al abismo sus fieles seguidores, amigos, familiares, enamorados […]” (Poniatowska). Irónicamente, la descripción de la autora coincide con el final de la obra La señora en su balcón, una caída despechada que la aleja de sí misma. Conocida por su matrimonio con Octavio Paz, por la insidiosa crueldad que sus palabras podían adquirir, la escritora es considerada una de las mejores artistas de la literatura en México. ¿Qué verdad suya puede hallarse detrás de los guiones y letras de los diálogos-lamentos de Clara?
Para empezar, se encuentra la característica postura combativa de Garro ante la pérdida de la infancia, del tiempo idílico que jamás regresa (Gutiérrez de Velasco: 110). La última versión de Clara intenta impedir que su yo infante se enfrasque en la búsqueda de Nínive, que de un modo u otro la llevará al pie del balcón. La imagen de ciudad antigua se sobrepone con la interpretación de la infancia “recubierta por el mito del “paraíso perdido” bíblico, que puede recobrar sólo mediante el recuerdo” (111). A partir de esto es posible inferir la deprimente nostalgia que empapaba la vida de Garro, su añoranza por su niñez en Iguala y la libertad de ser lo que quisiera dentro de los muros de la casa paterna.
De la misma manera es posible encontrar paralelismos respecto a la vida de la autora y su relación con ciertos personajes. Los desaires causados por figuras masculinas también corresponden con la vida de Garro, marcada por la presencia de amantes y seguidores que, tras dejar de serlo, caen bajo la guillotina de su discurso: “La peor maldición para un amante es convertirse en personaje de ficción de Elena Garro” (Poniatowska). El profesor García, Andrés y Julio reciben los dardos cargados de acusaciones de monotonía, pensamiento cerrado y falta de imaginación, insultos más ofensivos que cualquier otro. La protagonista y la autora, incomprendidas por las personas a su alrededor, hallan la única solución a su predicamento en alejarse de sí mismas, dejar el cuerpo terrenal e involucionar a un espacio-tiempo capaz de contener las ilusiones de la niñez con la temporalidad de una vida infinita. La incapacidad de escapar de un hombre, tanto de manera intertextual como en la realidad, es asociada con la vida de la autora “[…] tampoco se niega la importancia de la obra de Garro, ni su gran calidad. Pero esta calidad se atribuye solamente a los textos que su esposo calificó como valiosos” (De la Cruz: 8). con un complejo de persecución patente hasta el final de sus días (Poniatowska), la imagen de Elena converge con la Clara, con la de la mujer acosada por las sombras que incesantemente planean atraparla y que planean su caída en desgracia.
Conclusión
¿Dónde se encuentra la genialidad de la obra analizada en este ensayo? Ciertamente, y al igual que lo que sucede con sus múltiples lecturas, se trata de una pregunta que tiene más de una respuesta. Podría afirmarse que se oculta detrás del manejo temporal de la escena, o de la subjetividad que inunda al personaje de Clara; con todo, es el conjunto de matices lo que da como resultado el cuerpo dramático. La maestría de Garro para la construcción de su obra es innegable. Empleando recursos de una forma innovadora, coherente y efectiva, La señora en su balcón es un ejemplo impecable de la manipulación de los elementos literarios para construir una tragedia sin necesidad de realizar una secuencia de acciones exagerada. Este texto resulta ideal para el análisis formalista de la literatura, pues su conformación única funge como la base para el desenvolvimiento del contenido; el proceso de comprensión de la obra es, por sí mismo, un área de estudio vasta e interesante.
Por otro lado, los personajes entran dentro del canon propio de la autora, de las mujeres perseguidas en las que Elena Garro se ficcionaliza, testimonios empáticos de los sentimientos que encerraba dentro de sí. La monotonía encapsulada en las presencias masculinas, corrupta e imparable, destaca por su aparente universalidad, por crear una atmósfera comprimida que remite a la claustrofobia de Clara y a su desesperanza por el abandono de la fantasía compartida. Hundida en mareas imposibles de surcar, la obra destaca la melancolía resignada que precede un suicidio, por la vorágine de sentimientos y recuerdos que conforma a la vida, y el peligro del encierro en torno a una sola idea mortal.
Bibliografía
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