Escrito por: Gala Elizarrarás Botello
Ilustrado por: Valerie Sofia Ferrusca Rodriguez
No me siento desde hace mucho,
porque me dejo morir
y en carne y vida,
la muerte ya tampoco me espera.
Porque la tomé tantas veces
que se cansó de promesas vacías
y de tantos besos
y sueños compartidos.
Porque hasta a la muerte
le terminé compartiendo mi tristeza
y, eventualmente,
ella pudo suicidarse
para dejarme atrás.
Le he dicho que no la culpo,
tantas veces.
Pero ella me conoce mejor que yo misma,
porque me he sentido ella
unas cuantas más,
que aprendió a vivir dentro de mí.
La muerte también me dejó,
pero yo nunca dejé la mía.
Porque soy esclava de mis palabras
y amarte ya me huele a hierro quemado.
No conozco cariño más allá de ti y de mí.
No conozco la paz más allá de mi soledad
y mi tristeza.
No me he topado con la felicidad
de la que todo el mundo habla.
Pero he sentido y he respirado,
he vivido y he sobrevivido.
Me he puesto entre balas
y barbarie,
mentiras y hambruna.
Y me visto entre palabras
y versos no publicados.
Me devoro entre cartas quemadas
y sin directorio.
Me siento y me muero,
me desvisto y revivo
para odiarme unas cuantas veces más.
Porque ya ni el espejo me reconoce
y la sangre me quema entre los pantalones.
La muerte y mi amiga,
ambas me dejaron.
Porque las dos son una,
y una soy yo.
Porque maté a mi muerte,
y la muerte soy yo.
Porque la muerte es una,
y en vida
y en goce,
menos resido.
De muerte me pinto,
y de poca vida sobrevivo.
Mi muerte y yo,
mi amiga y yo,
mi yo y yo sola,
fuimos las dos.
Porque, ¿qué más sabré yo
después de ahogarme
y dejar de amar,
si no es, no poder más?
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