El espejo de mi habitación

Escrito por: Jasendal Cedillo Miranda

Abro los ojos…

Parpadeo, me intento acostumbrar a la luz que está dando desde mi ventana directamente. Me paro de la cama, me tallo los ojos quitándome las lagañas que me salieron por dormirme tan tarde. Todo está normal, o eso es lo que creo yo. Me acerco al espejo que está en la orilla de mi cuarto, ese mismo pedazo de vidrio que mi abuela trajo en algún momento de su casa. Éste seguía decorado con listones y campanas, algo muy fuera de mi estilo a decir verdad, pero era algo tan preciado para mi abuela porque lo compró con una amiga de quien me contó hace mucho.

—Bah— me dije mientras intentaba despertarme y mirar al espejo.

Me termino de mirar en ese espejo, que es más antiguo que yo. Puedo verme, o eso… parece… no me reconozco, no sé quién es la persona que está enfrente de mí… digo, claramente soy yo, así es como funcionan los espejos; pero al mismo tiempo hay algo que me molesta. Sigue todos mis movimientos sin falla, pero no de la misma forma.

Sigo preguntándome… hasta que se empieza a mover por sí solo mi reflejo, o lo que parecía ser mi reflejo. Me quedo estático por un momento…

Grito: —¡¿Qué carajos…?!—  Grito como si mi vida dependiera de ello, sabiendo bien que nadie me iba a rescatar, que nadie iba a venir por mí, pues vivo con mi única compañía. Recuerdo, en su brevedad, que me independicé desde hace unos años de mis padres, quienes no aceptaban que su querido rayo de sol no era lo que esperaban, sino que sólo era yo, una persona no-binaria; pero creo que entre recordar a mis padres y un reflejo viviente, hay uno que es más importante que el otro.

Vuelvo a gritar, como si eso me fuera a ayudar. Pero, en un punto, todo empieza a dar vueltas y a volverse borroso y brillante; onírico, casi… creo que fueron muchas emociones en unos breves momentos…

Me caí, pero esta vez era diferente, diferente a todo lo que había pasado hasta ahora. Me fui cayendo hacia adelante y honestamente pensé que lo que iba a pasar después sería sentir el vidrio del espejo rompiéndose contra mi mejilla, sin embargo, choqué con el frío piso de la habitación. Algo se sentía extraño… algo no estaba cuadrando, se supone que debería tener mil cortes… ¿Qué hago en el piso? No debería de estar en el piso sin un solo rasguño…

Parece que estoy en una habitación, un cuarto demasiado familiar, una recámara que indudablemente hasta con los ojos cerrados reconocería: en MI habitación. Sin embargo, había algo peculiar sobre la misma, tal vez era el color de las paredes, la textura de las cortinas o tal vez la familiar silueta que estaba al lado mío… definitivamente era la silueta. Giré para enfocar con más claridad su cara, pero cuando nuestras miradas se encontraron pude ver como sus ojos parecían platos. Y de la nada empezó a gritar. Le seguí por un buen rato, hasta que ambos casi nos quedamos sin voz y nos detuvimos.

—Cálmate— le dije con la poca voz que me quedaba —.Yo tampoco sé qué está pasando, no sé ni siquiera porque estoy en el piso de la habitación. 

Decía esto mientras me paraba, sosteniéndome del mismo librero de pequeña estatura que se encontraba a lado del espejo, justo como en mi habitación.

—No mames— me contestó con una voz más grave que la mía—. ¿Por qué vergas acabas de salir de mi espejo? — me preguntó.

—Chinga, ¿yo cómo carajos voy a saber eso? Yo solo sé que me acababa de despertar y estaba por prepararme para ir a trabajar, y de la nada terminé aquí— le contesté.

—Pero parece que debo estar aquí por alguna razón… chingada cola, hoy tenía una presentación en mi trabajo— Lo digo mientras una ola de desesperación y tristeza me inunda.

Me llevo mis manos a mi sien mientras niego con la cabeza y suspiro para demostrar que me rindo. Por algo he de estar aquí y no sé cuál es, ni siquiera sé la historia de esta persona y aquí estoy en su cuarto, tal vez debería de intentar volver a pasar por el espejo…

Me pongo en dirección al mismo espejo que sale de lugar de esta habitación con sus listones y campanas. Intento meter mi mano; sin embargo, ahora es un simple espejo. No hay nada… no hay ni un simple reflejo del cuarto, ni de mi mano, mucho menos de mí, es un reflejo sin mí…

—¿Cómo te llamas?— le pregunté. Pero solo se quedó pensando, inundando de silencio la habitación.

—No… lo sé…— por fin me respondió, dudoso de su respuesta.

—Bueno, “No lo sé”, ¿cuál es tu historia?— le pregunté.

—Honestamente, no tengo la menor idea…— Me contestó, parecía que decía la verdad; sin embargo, no le creí.

 Se me hacía sospechoso que no se acordara de nada, ni siquiera de su nombre…

Algo estaba fuera de lugar.

Y yo, iba a descubrir qué era, fuera lo que fuera, ya me había propuesto saber lo que olía mal aquí y nadie me iba a hacer cambiar de opinión, ni mucho menos de decisión.

Intenté salir de la recámara, pero todo parecía estar cerrado.

Era como si a fuerza quisiera que estuviera ahí, con esa persona sin nombre, o eso es lo que creí cuando escuché unas risas provenientes de una habitación externa a la que nos encontrábamos. Era una risa cálida, algo me resultaba familiar, pero no sabía que era.

Decidido me puse en marcha desde el extremo en donde se encontraba el espejo hasta la puerta, sin importarme que tratara de detenerme.

Abrí la puerta, había un corredor que tenía que pasar para llegar hacia las risas, hacia esa familiaridad. Las risas se escuchaban más claras que el agua del vaso que me encontré cuando entré a lo que parecía ser una cocina, después de enfocarme en el vaso, mi vista se alzó para encontrarme a mi abuela de joven y su amiga cercana. Sus risas habían cesado, observando con mucho cariño mi ser.

—¿Abuela?— dije en voz alta mientras me acercaba más y más a ellas.

—Hola, cariño— me decía mi abuela —. Hace mucho tiempo no nos vemos —mientras se acercaba a mí, para abrazarme e introducirme a su amiga.

—Ella es Verónica, creo que cuando naciste tú, ella y yo ya nos habíamos separado por culpa de la familia, pero aquí estamos juntas, por fin, después de todo, estamos juntas.

—Pensé que ella era tu amiga cercana— le contesté con honestidad.

—¿Eso fue lo que te dijeron?—  se le salió una enorme carcajada mientras se volteaba a servirse una taza de té —. ¿Quieres? — me pregunta mientras señala con su cabeza el té.

Niego con la cabeza.

—Honestamente, lo que quiero es que me respondas: ¿Qué está pasando?— le pregunté, por fin, mientras me sentaba en la misma mesa en la que estaba ese vaso de agua que miré cuando entré a la cocina.

—Estás aquí por algo, ¿acaso te peleaste con tus padres?— me preguntó.

Guardé silencio un buen rato hasta que por fin me armé de valentía para decirle abiertamente que había dejado de hablar con mis padres, porque nunca me había aceptado y simplemente les valía que me doliera su falta de aceptación…

—Comprendo— respondió a lo que le había contado hace unos segundos.

—Ay cariño, ¿acaso todavía te importa lo que piensen de ti?— me preguntó.

—Honestamente… sí…— le respondí mientras lágrimas salían de mis ojos.

—Está bien, cariño, está bien sacarlo, pero necesito que entiendas algo que yo hubiese querido aprender desde hace muchos, demasiados años — suspiró mientras veía a su pareja y continuó—. Cariño, no necesitas la aprobación de nadie más que la tuya para poder ser quien realmente eres. Mucho menos necesitas la de tus padres para poder ser quien eres.

Nos paramos de la mesa, y me llevó de la mano hasta un espejo que se encontraba en la esquina de la cocina, y me volvió a repetir mientras me veía en el reflejo: “Cariño, no necesitas la aprobación de nadie más que la tuya”.

La vi a través del espejo y ella me sonrió mientras me empujó lentamente hacia el espejo y mientras hacía esto me dijo: “Espero que esto te ayude en toda tu vida, busca lo que tú quieres, no lo que les demás están buscando de ti.”

Estaba atravesando de nuevo el espejo mientras veía a mi abuela con su pareja y a la persona misteriosa detrás de ellas.

Después de todo lo que pasó con elles, después de todo lo que descubrí logré salir del espejo, y mientras lo hacía una alarma empezó a sonar.

Había vuelto a mi vida, o eso era lo que parecía, ya que era la alarma que necesitaba para despertarme, porque si no lo hacía iba a ir tarde a mi trabajo.

Me paré corriendo para observar mi espejo con detenimiento, alzando mi mano para señalar con un dedo mi espejo, como si fuera a atravesarlo, sin embargo, esta vez fue diferente; no atravesé nada, simplemente mi dedo chocó con el vidrio del espejo, marcándolo con la grasa de mi dedo.

—Todo fue un sueño… creo —dije en voz alta—… Pero se sintió tan real…— lo dije mientras una sonrisa se avecinaba en la comisura de mis labios al recordar todo lo que había pasado.

© 2020, Celdas literarias, Reserva de derechos al uso exclusivo 04-2019-070112224700-203

Scroll al inicio