Existir

Autor: Karen Van Der Plas

Incluso la oscuridad que veo es tan hermosa.

Despierto cuando el sol ya ha calentado.

No puedo soportarlo…

Mi estómago lleno por el aire que aspira mi ansiedad.

Escucho un lejano océano, como a través de un sueño.

Mis manos en mis costillas, mis cabellos sobre mis pechos, no puedo mantenerme la mirada.

¿Quién eres?

Bailo desnuda unos cuantos segundos.

Las olas me arrullan en calma, pero no puedo respirar.

Abro la ventana de vez en cuando.

Hay sombras fantasma bailando en el suelo bañado por el sol.

Leo tan poco tiempo que se me pasa todo el día.

Todo huele a poesía y vacío.

Miro a mi perro orinar frente a mi ventana.

Hablando, ¿por qué todo siempre está hablando?

Añoro el pasto y el viento; me quedo en mi cuarto.

Mis oídos zumban.

Una ardilla curiosa salta, quisiera trepar como ella.

Mis anhelos caen como nieve en días de primavera.

Manejo, siempre me salto esa escena.

¿Debería quedarme?

Abro la ventana del auto sólo por minutos, nunca abrí la ventana de niña.

¿También deambulas en busca de un sueño difuminado?

Subo la música, canto y me duele la garganta.

La nieve cae y se deshace poco a poco, me da nostalgia.

Me encuentro con el atardecer algunos días, lo miro, lo inspiro y cambio de dirección.

Y el sentido se pierde como si fuera rutina.

No respiro.

Parpadear difumina todo.

Inhalo profundo.

Me desespero en calma.

No llega el aire.

Tomo mi mano como si mi propio cuerpo me fuese ajeno.

Estaré bien.

A veces, los recuerdos me desmoronan…

Me obligan a tomar el sol, me descalzo, odio los insectos.

Esto es lo único que alguna vez haré.

A veces, si cargo a mi perro, se recarga en mi pecho, ¿sentirá mi tristeza?

Veo el polvo diminuto, polvo diminuto flotando en el aire y nada más.

Una copa de vino tras una comida ordinaria.

Cada crujido de la escalera es un eco sin sentido.

De vez en cuando llega el aire.

Me desbordo y aún así mis párpados no se inmutan

Se va poco después.

Ser nadie es ser algo.

No quiero salir.

Y aún así, veo galaxias platinadas.

Quiero huir.

La claridad es relativa.

Me duermo sin quererlo.

¿Qué demonios hago ahora?

Pienso, se acaba el día.

Todo me abruma y el mareo ya es costumbre.

Pienso, es de madrugada.

¿Podría quedarme en sueños?

A veces le lloro a la nada.

Una mirada herida viendo hacia el mismo lugar.

A veces me lloro a mí misma.

Refugiada en lo inexistente, estarás bien allí.

Generalmente lloro por otros.

Sinsentidos caminan por las calles.

¿Podré ver algo distinto?

El matiz es sempiternamente el mismo.

Parpadeo y despierto. Otra vez.

A donde vaya, a donde vea…

© 2020, Celdas literarias, Reserva de derechos al uso exclusivo 04-2019-070112224700-203

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