Escrito por: Carole de la Rosa
Ilustración por: Miraxs
“Preguntar qué es un animal […] tiene que ver con la manera en que entendemos lo que significa ser nosotros y no ellos”[1]; este es el epígrafe con el que inicia Una ballena es un país, el cual promulga un instructivo de lectura conciso, así como, una postura ante el reino animal. Es un murmullo que nos indica “esta es mi voz y no la de los animales”, pues no hay forma humana que pueda interpretar el cínico sonido que cada uno de ellos hace.
A lo largo de este poemario Isabel Zapata nos lleva a observar el mar y el cielo para encontrar grandes hallazgos poéticos, pero, sobre todo, enfoca las imágenes en lugares donde los animales no pertenecen por naturaleza (aunque ya hemos normalizado que estén ahí). Por ejemplo, una nave que se dirige al espacio, un museo, el campus de Stanford, etc. En varios poemas, Zapata muestra la belleza que hay en cada rincón animal y, en otros, expone las acciones humanas que devienen del especismo o de “caminar” (como ella lo metaforiza) por encima de las distintas especies.
“Para Laika”, “Miembro fantasma” o “Lecciones de lenguaje” son algunos poemas que abordan los efectos colaterales del “progreso” humano, pero también hay otros donde disfrutamos de imágenes como una perra que es humo o un caracol que camina con el estómago. En los poemas podemos maravillarnos, embelesarnos, así como llorar con el funesto fin de Laika o con la historia que contó la gorila Koko al aprender lenguaje de señas.
La forma de los poemas son, como la del pulpo, “perder su forma”[2]. Están escritos en verso libre, por ello, a veces es una bitácora, un diccionario, un listado de razones por las que no hay que matar caracoles y, en “Estrecho de Puget”, la grabación de un avión que está por estrellarse. Por su forma, el poemario se asemeja al cuaderno de notas de una exploradora, pero al mismo tiempo es un libro con imágenes que ilustran recónditos espacios en los que no nos cansamos de poner la mirada.
La voz poética cambia pocas veces, generalmente es una oculta u omnisciente que revela imágenes como “los tiburones ponen huevos en forma de tornillo: / espirales que se enroscan al suelo marino para quedarse en su lugar”[3]. En otros momentos apela a la relación que tiene el yo poético con el animal, como en “Ojos de alfiler” o “¿Ves el humo?”. Zapata juega con los datos duros y la ficción, por ello, en algunos poemas la voz poética es la cuidadora de Koko, o Vladimir Yazdovsky en “Para Laika”; sólo en una ocasión observamos la perspectiva del animal, en “Yo, rata” un roedor nos pregunta, “¿Matarías un pájaro con la misma ligereza?”[4]
Zapata apunta en el prólogo de Una ballena es un país que, a través del poemario le “interesaba […] tender puentes de empatía”[5], lo cual realiza muy bien a partir de imágenes, datos y juicios que no intentan culpar a nadie. Si bien, la poeta logra que repensemos nuestros vínculos con los animales, algunos poemas me hicieron reflexionar que, en ocasiones, la empatía se logra a partir de creer en las demás especies como seres adorables.
Por ejemplo, en el poema “Esparmeceti”, donde se dice que “el corazón de un cachalote es del tamaño de un coche pequeño”[6] o que las ballenas eran “zorritos peludos con pezuñas y cola gruesa”[7], las imágenes me parecen hermosas y me causan una profunda ternura, pero también me pregunto, como nos invita Zapata en el prólogo, si es necesario decir cuán diminutos son para no ser malos con ellos. Que nos enternezcan los animales no debería ser la única razón por la que creamos que debemos respetarlos; incluso, me parece peligroso, pues a veces este enternecimiento puede confundirse con que son débiles o peor, inferiores. No debemos incluir a los animales en nuestras utopías ni en nuestro quehacer político, sino que, como propone Zapata, debemos caminar a su lado, apoyarnos mutuamente como dijo el anarquista ruso Piotr Kropotkin, yo agregaría, apoyarnos mutuamente entre especies.
Otro elemento importante, presente al menos en tres poemas, es el hogar; el topo de “Ojos de alfiler” expande su casa en el subsuelo y en el poema que le da nombre al libro se dice que “Una ballena es un país de fronteras difusas”[8] y “[l]as ballenas también son una casa”[9]. Esta percepción del hogar y del espacio, me evoca a una idea de George Bataille: “todo animal está en el mundo, como el agua dentro del agua”. La idea de una ballena es un país manifiesta que todos somos casa y habitantes o como nos recuerda Yásnaya Elena Gil en el segundo cortometraje El tema, “tú también eres ecosistema y estás correlacionado”[10].
Finalmente, los poemas “Si olvidamos el resto” y “Teoría del caos” cierran con calma, una que me recuerda a la canción de Mercedes Sosa “Todo cambia”, pues así sucede la vida, como una transformación constante del ecosistema . Todo cambia, nos recuerda el yo poético en “Si olvidamos el resto”; “Donde hubo ranas, amanecen piedras”[11] y no queda más que apoyarnos.
Referencias
[1] Safran Foer, Jonathan, citado en Una ballena es un país, p. 11.
[2] Zapata, Isabel, Una ballena es un país, p 45
[3] Ibid, p. 19
[4] Ibid, p. 97.
[5] Ibid, p. 14.
[6] Zapata, Isabel, Una ballena es un país, p. 29
[7] Ibid, p. 31.
[8] Ibid, p. 25.
[9] Ibid, p. 26.
[10] Gil, Yásnaya Elena, EL TEMA- EPISODIO 2: AIRE, min. 9:56.
[11] Zapata, Isabel, “Si olvidamos el resto”, p. 99.
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