Escrito por: Georgina Carbajal
Ilustración por: Cassandra Catalina
Resulta interesante escribir para una revista que tiene el nombre Celdas literarias, justo cuando nuestra noción sobre el confinamiento y la forma de habitar el mundo tiene algo de reclusión de claustro.
Aunque es común contraponer a las fobias con las filias, me ha parecido más pertinente recuperar los elementos que tienen en común Fobos y Eros, para vincularlos a los cuerpos que, en estas fechas, se han puesto en el centro de todos los lenguajes.
¿Por qué Fobos y Eros? Algunas investigaciones confirman que estos dos seres míticos provienen de la unión de los contrarios; es decir, son hijos de Ares (dios de la guerra) y Afrodita (diosa del amor). Incluso, en “El banquete”, Diotima expone a Sócrates su versión del nacimiento de Éros, quien es producto de Poros (Abundancia) y Penia (pobreza) (Platón, 1988, pág. 248). A pesar de algunas diferencias entre las posturas, parece que hay una constante, son hijos de la contradicción. Quizá por ello, siguen vigentes en las conformaciones simbólicas y se expresan en nuestras formas de vida.
La fobia, pensada como miedo extremo, tiene una genealogía vinculada con la muerte y ¿qué sería de toda nuestra tradición filosófica occidental (y digo nuestra porque asumo la colonialidad naturalizada) sin el “miedo inicial” que se expone en la dialéctica del amo y el esclavo? Ese Hegel que posibilitaría las reflexiones de la escuela de la sospecha[1] y muchas de las ideas de los post, se recupera en los análisis sobre esta “actualidad” que se enmarca en una disrupción ilustrada por la literatura de ficción.
El cuerpo en el centro…
Si algo se hace evidente en estos tiempos, es el cuerpo que aparece como centro de los discursos, las prácticas y las políticas. Y si en algún lado habitan los ecos de Fobos y Eros, es precisamente en ese “espacio fisiológico” que se traslada con todos sus elementos materiales, pero sobre todo con los signos que no se ven, pero que son. Una premonición que se había preparado mediante la cultura/técnica de tiempos recientes.
Si algo dejó una de las epidemias de finales del s. XX fue la normalización y fomento del uso de preservativos. El VIH SIDA advertía sobre la necesidad de proteger al cuerpo frente a la otredad. No revisitaré las múltiples posturas moralistas sobre la abstinencia para erradicar las posibilidades de contraer el virus (aunque sería interesante hacer las equivalencias), lo que aquí me importa recuperar son dos cosas: por una parte, cómo en la época de la epidemia del VIH se volvieron indispensables la creación de campañas que fomentaran el cuidado sexual, lo que, sin duda, posibilitó la naturalización de los preservativos como elemento vital y no sólo como control natal, y que, al mismo tiempo, generaría la posibilidad de una cierta apertura sexual; apenas un primer momento aséptico que nos preparaba para esta distopía. Por otra parte, con el VIH aprendimos que, si podemos juzgar y moralizar el cuerpo a partir del miedo por la intrusión, también podemos crear tecnologías que permitan a Eros aparecer ante la posibilidad del horror.
No seré optimista, pues, en general, disto mucho de esa postura, pero me parece que aquello que nos separa, sólo hará más evidente nuestra necesidad por el mundo simbólico. La comunicación, de hecho, posibilita al cuerpo y su centralidad; las palabras y las imágenes se reproducen a mayor velocidad como fórmula eficaz y estrategia aséptica para una sociabilidad “en confinamiento”. Pero, como anuncia Susan Sontag, lo evidente es que estamos frente a un “nihilismo coqueto, incluso alegre. Al descubrir que no tenemos nada qué decir, buscamos la forma de decir, precisamente eso” (Sontag, 2020). Lo que pone distancia entre las fisiologías, nos expone a lo que pasa o no con ideas. Es decir, a pesar de las modificaciones materiales, aún no veo cambios simbólicos que nos lleven a una configuración distinta frente a Eros o Fobos.
El límite conforta en su capacidad de contenedor y eje limítrofe que posibilita la interpretación, pero lo que hasta ahora permanece en el contexto es la probabilidad minúscula que implican los números y la estadística, deseo por controlar lo que sucede y fobia por lo que se presenta, pero, sobre todo, por lo que atenta; la posibilidad de la finitud como evidencia de la única veracidad hasta ahora: la muerte.
El contexto actual nos hace cuestionar dos aspectos que han resultado esenciales para los sistemas político-económicos que predominan, no podemos reducir todo a la pregunta dicotómica: libertad (que ofrece el neoliberalismo) o igualdad (que ofrecen otros formatos más vinculados a los proyectos socialistas y comunistas). Si la posibilidad se acota a la elección entre dos elementos que se conforman como esenciales, pero que se presentan como antagónicos, sólo se expone la dificultad de transigir proyectos posibles que vislumbren estrategias flexibles que no eliminen la rigurosidad crítica, sino que posibiliten la expansión de las posibilidades. Estamos ante la repetición de la contradicción que no se encuentra.
Aunque lejos estoy de pensar en el equilibrio o el “punto medio” como algo objetivo o verídico, considero que sería viable la posibilidad de explorar formatos que, desde diferentes disrupciones, conformen sistemas simbólicos que asuman al conflicto, no como lejano, sino esencial. El problema no parece la conceptualización, sino la categorización.
Fobos y Eros se presentan no solo actuales, sino controversiales en las prácticas que los rodean y nos recuerdan que somos apenas huéspedes conceptuales en cuerpos que se resguardan, pero que se expresan abrumadoramente en símbolos que corresponden, o no, a lo que denominamos verdad; aunque la posibilidad de la vida se ve atrapada en el cuerpo, la experiencia se expresa en flujos comunicativos en los que se pone en el centro la vida y, sobre todo, cómo se vive.
No es la fisiología, sino cómo la interpretamos. La realidad que se hace evidente no establece destino, sino circunstancia. Fobos y Eros nos acompañan. Frente a la evidente materialidad de los cuerpos finitos, buscamos en las palabras algún tipo de encuentro; la realidad se aloja en el signo y se hace más indudable la necesidad de recuperar aquellas palabras de Sor Juana que, desde muchos encierros, advertían “poco importa burlar brazos y pechos/ si te labra prisión mi fantasía”; pues si Fobos aparece para amedrentar, Eros imaginará una técnica para la posibilidad.
Bibliografía:
Platón. (1988). Diálogos III. Fedón, Banquete, Fedro. Madrid. Gredos.
Sontag, S. (2020). Estética del silencio. Obtenido de Hackerspace “Rancho Electrónico”: https://laboratoriodemusicalibre.wordpress.com/2016/10/20/estetica-del-silencio-por-susan-sontag/
[1] Propuesta por Paul Ricoeur
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