Escrito por: Daniel Luna
Ilustración por: Daniel Todd
“La belleza es muy superior al genio.
No necesita explicación.”
Oscar Wilde
Joven de corazón animoso y cara alegre, ¡pobre de ti cuando la Xtabay conozca el camino que recorres cada vez que vas a buscar a la que está en lo más dentro de tu alma! ¡Ay de ti si la ves aparecer una noche delante de tus pasos! La Xtabay es la mujer que deseas entre todas las mujeres, y la que no has encontrado en ninguna todavía. Verás, si se cruza en tu camino, que es bella como jamás has imaginado que una mujer pueda serlo. Sentirás sus ojos clavarse en ti como dos flechas que no puedes arrancar.
La Xtabay se encuentra en el Mayab, en medio del camino de cualquier joven mancebo con la fuerza y el corazón para amar. Seduce a los jóvenes guerreros como tú, se vuelve dueña de su voluntad. Cuando están en lo más profundo de la selva y embriagados por su belleza, los lleva por un árbol de ceibas hacia el inframundo de sus pasiones. Existieron algunos que, armados de valor, han llegado en lo más silencioso de una noche clara hasta los troncos secos de las ceibas donde vive la Xtabay y han hecho sortilegio para obligarla a salir e interrogarla, pero ella no sale a quien la llame así. Ella es la analogía de la belleza perfecta que tantos hombres han buscado y que en su búsqueda se han perdido sin darse cuenta de que no sale de un tronco seco de una ceiba, sino del fondo de su propio corazón.
La belleza es una noción aparentemente abstracta, ligada a la sensibilidad de la existencia. En momentos privilegiados de nuestra vida, desdichado amante, tenemos lo que denominamos “experiencia estética”, la cual puede estar relacionada a lo natural o a lo hecho por el hombre; es un estado no sólo emocional; va más allá de los sentidos. Asimismo, el juicio estético es el juicio del gusto que permite expresar de diversas maneras la sensación de gozar una experiencia al ser espectador. Este juicio de gusto puede nacer de una experiencia real e individual o de una construcción ajena a los ojos de quien observa. A veces, es una convención social marcada por un canon aceptado, pero sabrás que eso no lo hace el único juicio, o siquiera el más bello.
Para los griegos pitagóricos, la belleza estaba encadenada a un orden y una medida; para los Aristotélicos, la belleza era el bien y el orden en armonía. Incluso San Agustín, siglos después y bajo otra formación, aseguraba que lo bello era el orden y la unidad con Dios.
Sin embargo, la Xtabay es lo inefable e ilimitado, es la belleza de lo incognoscible y lo desproporcionado. Tú podrías pensar que la Xtabay es una flor que se abre cuando amanece y perfuma como un incensario delante de un dios, pero es más que eso. Tú creerías que tiene los ojos llenos de estrellas y su frente es una nube ardiente que refleja el sol, pero ella es mucho más que eso. Ella, joven amigo, es más bella que un rayo de luna que pasa por entre las hojas del Mayab. La Xtabay es más que todo eso.
El símbolo remite a algo más que aquello que manifiesta: puede ser que en la experiencia estética evoque la idea de la belleza, creada o —en el caso de manifestaciones divinas— increada. No obstante, el objeto bello tiene la capacidad de mostrar lo ordinariamente oculto como algo resplandeciente en él. La belleza es la manifestación sensible de la idea. Entonces dime, joven mancebo ¿la belleza es real o una construcción subjetiva dentro de la mente de quien observa?
Existen hombres que afirman que la belleza es proporción y analogía, que esta está conectada a lo tangible y lo sensible porque la belleza es una teoría de las posibilidades del objeto para poder diferenciarlo de lo que no forma parte de él. En la Edad Media, para los teólogos como Dionisio de Areopagita, la belleza era la unión entre lo infinito y lo limitado, ya que en ella se daba la ilimitación como principio de armonía; el ser y la vida vienen de ella y ambos proceden del mismo bien-hermosura, origen de lo pequeño y lo grande, así como la medida de todos los conjuntos.
Lo universal y lo múltiple son el entrelazamiento de la multiplicidad y la perfección. De ellas proceden la cualidad y cantidad, la grandeza, la infinitud, lo limitado y lo ilimitado, los órdenes y las excelencias; todo ser, poder, hábitos, sentido y razón. De aquí nace una tradición construida por cientos de corrientes y teorías acerca de la estética y el juicio. Según diversos autores, nuestra experiencia es un resultado positivo de los esfuerzos que se han congregado para hacernos ser lo que somos: lo que tenemos. Por ello, todos cernimos la realidad y levantamos juntos un mismo monumento a la belleza.
No confundas lo bello con lo agradable. El placer estético es una consecuencia intelectual de la belleza, es parte de una inquietud del hombre que resulta en su necesidad racional de explicar el mundo; manifiesta la unión entre su verdadero ser y la realidad a la cual pertenece. Es por eso que la percepción de lo bello es distinta para cada individuo. De manera similar, existen muchos tipos de belleza, pero todos están anclados a una sensación estética que provoca una identificación y armonía con el entorno. Tal sería la belleza en sí misma, esa sensación de formar parte de un lugar. De esta manera creamos imágenes que encierran y representan dicho ideal de belleza pura, y al encontrarla manifestada como símbolo, los espectadores podemos sentirnos parte de él.
La belleza es un terreno encendido en el cual damos el primer paso para interpretarnos a nosotros mismos, es el primer peldaño de un camino ascendente que nos lleva a la contemplación de nuestra propia alma. La belleza, según Platón, pertenece al mundo de las ideas y es a partir de ellas que el hombre crea al mundo.
No obstante, autores como Friedrich Schiller defienden conceptos de belleza relacionados con la idea del carácter unificador de lo bello, capaz de unir lo sensible con lo formal, y afirman que lo bello se encuentra en la sensibilidad de nuestros sentidos y no en la construcción estética de la mente; la libertad de crear radica en el ímpetu de ser libres. De esta forma, sitúan la belleza en un solo ser, intentando así fundamentar la posibilidad de una comunidad libre e irracional.
Toda percepción se dirige a una sensación que va más allá de los sentidos y la razón. Ambas posturas desembocan en aquello que puede ser explicado solo si lo has conocido, y su esclarecimiento dura únicamente el tiempo que uno logre experimentarlo. Probablemente, esa es la razón por la cual solamente ustedes, los jóvenes ardientes de corazón, pueden ver a la Xtabay: su existencia se manifiesta solamente a través de la sensación de verla y seguirla, y por ello, todo esfuerzo por hacerla aparecer resulta infructuoso. Ella es quien busca, y no todos podemos ir a su encuentro.
De cualquier forma, tú, desventurado, llevas siempre contigo a la Xtabay. Cuando la oyes nombrar te estremeces y recuerdas la fuerza que tiene la voz y la dulzura de la boca de una mujer. Cuando la veas, tu pensamiento arderá como una brasa. Te hará sentir que floreces como el árbol bajo la lluvia y, entonces, te sentirás inmensamente joven.
La Xtabay se te aparecerá: has de verla vestida de blanco, y resplandecer sobre la tierra. Verás sus largos cabello negros y brillantes; y verás sus pies, como dos pequeños pájaros que vuelan al ras al suelo. Ella sale al camino del arrogante solitario que piensa en un amor, porque él la ha de seguir irremediablemente. Joven de corazón animoso, ella no está en el mundo exterior y todos los lugares son el Mayab.
La Xtabay duerme en los ojos de quien la ve y sólo aparece cuando el observador está listo para verla. Ella es real mientras uno crea que existe. No está afuera, sino en los ojos de quien ve el mundo, y cuando se muestre ante ti en el aire como arrastrándote ¡Cuán ligero tú para correr tras ella, que te llama con la mano, te sonríe con la boca y te funde el filo de sus ojos hasta el fondo de tu raíz! ¡Que susurro el de sus labios que no se sabe si es voz o si es beso! ¡Que deslumbrar el de su cuerpo que no se sabe si es luz o llamarada!
La Xtabay está ahí, sentada a tu lado. Es real, y sólo si estás listo para verla, sabrás que siempre ha estado ahí. Pues la belleza no está sólo en el cielo, en Dios o en la mente del artista creador. La Xtabay son todas las mujeres y ninguna a la vez. Es parte de lo que somos, lo que creemos y lo que estamos por lograr. ¡Libre seas del maleficio de la Xtabay, joven amoroso y feliz, que no has de poder resistírtele! ¡El mundo para ti no volverá a ser el mismo!
Bibliografía
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Bruyne, E., (1959), Estudios de estética medieval, Madrid.
Aristóteles, (1945), Poética, unam, México.
Anónimo, (2013), Reflexión sobre la belleza y lo bello. Revista “El pájaro friolero”, Murcia.
Mediz B. A.La tierra del faisán y el venado. México.
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