¿Cómo fue el proceso que seguiste para encontrar tu voz narrativa?
Socorro Venegas: Esta es una pregunta interesante porque para contestarla hay que hablar de un proceso que inicia con una decisión: la de entrar al mundo de la literatura, formarse como lector, elegir lecturas, encontrar esas voces titulares que te van a acompañar e influir. El proceso consiste en empezar a escribir para encontrar tu voz propia, lo que te interesa contar y la manera que te interesa contarlo; eso es algo que está hecho de muchas otras voces.
La voz de un escritor está construida por sus lecturas, pero también por sus experiencias personales, por la manera en que uno procesa y comprende lo que ha vivido. Hay una postura, por supuesto, en la manera en que uno se refiere a lo que vive. Todo eso va construyendo una voz, o como también podemos llamarlo: una mirada.
Con respecto a encontrar esa voz narrativa y la carrera que has llevado dentro de la Literatura, ¿cuál consideras que ha sido tu mayor obstáculo?
SC: Considero que para cualquier escritor el mayor obstáculo es él mismo. [Como escritor] te impones responsabilidades y tareas inaplazables que superpones a la necesidad de escribir. Frecuentemente decimos “no tengo tiempo, tengo mucho trabajo”. [El mayor obstáculo] son todas esas elecciones que colocamos antes de lo principal, que es leer o escribir.
Tal vez se trata de ser consecuente, si se decide escribir o estar en el mundo de la literatura hay que asumirlo con pasión, entregarse a eso y comprometerse a leer mucho más de lo que se escribe.
En el ámbito literario la mujer siempre ha tenido grandes retos, ¿cuál es tu opinión sobre el lugar que ocupa la mujer en la Literatura actual?
SC: Siempre es similar el caso con mujeres escritoras y artistas, e incluso podríamos ampliarlo a casi cualquier esfera profesional: las mujeres han tenido que luchar mucho para ocupar un lugar y para mantenerse en él, para demostrar que su trabajo tiene un valor. La lucha que hace que las mujeres tengan que buscar esos espacios es permanente, no podemos abandonarla. Ahora vivimos un momento en que se ha hecho más visible esa necesidad de reconocer el trabajo de las creadoras, de la mujer, pero es algo en lo que tenemos que estar siempre insistiendo, siempre alzando la voz y siempre peleando para que haya espacios suficientes, no sólo en una mesa inaugural de un acto, sino también en los periódicos, revistas, catálogos, etcétera.
Como directora de publicaciones en la UNAM, he estado revisando mis propios catálogos, las publicaciones que tenemos, y al revisar un par de colecciones nos dimos cuenta de que hay casi 80 títulos en una de estas y no son ni 5 las autoras que han publicado ahí. Tú ves ese desequilibrio absoluto que desconoce que haya creadoras con un trabajo valioso que se puede y debe difundir. Nosotras las escritoras, investigadoras, estudiantes, y todas las mujeres en las distintas áreas del conocimiento y del trabajo creativo necesitamos estar unidas y comprometidas a hacer visible el trabajo de otras.
Ahora mismo, en la UNAM, estamos por publicar una colección que rescata las novelas de autoras hispanoamericanas, novelas que no se han publicado en más de 20 años. Pensamos que un proyecto así es necesario y que una de sus primeras aportaciones puede ser completar un panorama de la literatura hispanoamericana, así como remarcar que existen esos libros, esas creadoras, y que debemos hacerlos visibles.
Pasemos de las mujeres a los jóvenes en general, ¿cuál es tu opinión con respecto a la crítica y difusión de la literatura juvenil en las redes sociales?
SC: Las redes han sido una muy importante plataforma de difusión para la literatura en general, pero como son las generaciones más recientes de jóvenes quienes están más tiempo en las redes sociales, es fundamental que los editores y los promotores de lectura apuesten también por tener presencia ahí y por difundir lo que se está escribiendo.
Hay autores que han encontrado muy bien la conexión con sus propios lectores. Pienso, por ejemplo, en Jaime Alfonso Sandoval, que está todo el tiempo contestando los mensajes de sus lectores y agradeciendo lecturas. Me parece una interacción muy interesante porque les dice a los lectores que además del libro, también se puede tener la voz y la mirada del escritor ahí, haciendo un guiño, acompañándote, sabiendo que está del otro lado y que agradece una lectura, un comentario. Creo que es un momento que se debe de aprovechar al máximo. No se puede sólo pensar o imaginar que un libro compite con las redes sociales porque estos tienen una tarea muy distinta, una función diferente, y lo que hay que hacer es aprovecharlas para la promoción de la lectura en general, no sólo la literatura juvenil.
Continuemos con las generaciones jóvenes. A algunos de nosotros nos gustaría explorar este mundo de la literatura, ¿cuál consideras tú que sería nuestra aportación como estudiantes de Literatura a la difusión y al fomento de la lectura en los jóvenes?
SC: Creo que hay muchos proyectos que pueden ser interesantes dentro de las mismas universidades. Quienes están en las carreras de comunicación o de humanidades, pueden generar proyectos: clubs de lectura, intercambio de libros, invitar a autores, todo lo que busque involucrar a aquellos compañeros suyos que estén estudiando carreras que aparentemente no tienen esta afinidad, que aparentemente no tendrían por qué leer literatura si lo que están estudiando es ciencias, biología, física, matemáticas.
Parece que no, pero ahí es fundamental el trabajo de quienes sí saben que la literatura es primordial en la formación de cualquier persona, sin importar a qué se dedique. Sólo el hecho de imaginar, de tomar un libro, ya es revolucionario, ya es una invitación a, incluso, la crítica. Que tú puedas imaginarte en un lugar distinto, que puedas imaginar que este mundo terrible e injusto que nos rodea pueda ser distinto, ya es un elemento subversivo que importa cuando estamos hablando de formación ciudadana. Eso sin mencionar el maravilloso ámbito que descubres cuando lees un texto bello, que te transporta a otro lugar, que enriquece la forma en la que tú ves el mundo. Hay varias razones para leer y sería estupendo que quienes ya saben qué significa, se lo puedan compartir a otros porque ellos, por estar en otra disciplina, por vivir en un mundo donde probablemente crecieron sin libros, no tienen por qué imaginarse que leer los puede transformar y enriquecer de muchas formas. Es una labor permanente y también de generosidad, de acompañar a otros para que encuentren un camino lector.
¿Qué le dirías a los jóvenes interesados en introducirse en el mundo de la literatura?
SC: Cuando yo empecé a leer estaba muy sola. No tenía un maestro, un taller literario, alguien que guiará mis lecturas, que dijera “esto puede ser interesante”, alguien que además me conociera y sugiriera una puerta de entrada a la Literatura. Yo toqué varias puertas antes de ir encontrando lo que a mí me interesaba, lo que a mí me movía. Entonces, quizá una primera sugerencia es: vayan a las librerías, exploren en las mesas de novedades, vayan a las bibliotecas, pregunten a un bibliotecario, busquen a alguien que, aunque no pueda decirte qué leer desde una voz prescriptiva, sí pueda ser una voz que te acompañe, que sugiera, que vaya conociendo lo que a ti te gusta, lo que te pueda interesar leer. Ese puede ser un camino muy rico porque tal vez pierdan menos tiempo buscando, pero también se vale que busquen solos y que se equivoquen.
Yo leí una infinidad de cosas que aparentemente no tenían un valor, que aparentemente no eran importantes, pero haber pasado por ahí, haber buscado, haber sido tan necia buscando también me permitió tener un punto de referencia. El día que yo leí por primera vez un poema, era un poema de Xavier Villaurrutia y para mí se abrió el mundo. Ahí se dividió el mundo en un antes y después: “esto no es como lo que yo he venido leyendo, esto es otra cosa. Se puede hacer algo distinto con el lenguaje.” Era otra cosa completamente diferente. Ahí pude saber y comparar. Me di cuenta, intuí que había otros libros y otros mundos que yo quería conocer también.
Lo más importante es que nadie tenga miedo de equivocarse. El error es una manera de llegar a saber qué es lo que uno realmente quiere. Para llegar a las respuestas o a los libros correctos, los que son para ti, se vale cometer los errores que hagan falta.
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