La entrevista se realizó vía videoconferencia el 10 de febrero de 2021 a las 14.00 horas. Estuvo a cargo de Alondra Ibarra y Carole de la Rosa, estudiantes de la licenciatura en Escritura Creativa y Literatura y miembros del equipo editorial de la revista.
¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura?
Mi mamá me contaba cuentos. Leía los libros que daban en la SEP, los que tenían cuentos muy lindos. Después, en la primaria, leí un libro de la colección “A la orilla del viento” del Fondo de Cultura Económica, se llama En la oscuridad. Así fue como me empezó a gustar leer. A partir de ahí, empecé a pedirle a mis papás que me compraran libros, los libros de esa colección, luego leí a Paulo Coelho y narrativas similares. Creo que no tuve un acercamiento a la literatura “técnica”, sino que, el libro que me llamaba, era el libro que leía. Otra fuente importante, son los slams de poesía que conocí en la prepa cuando tenía dieciséis. Los slams me acercaron a la poesía, al género en concreto.
¿La poesía en voz alta te ayudó a encontrar o reforzar tu voz como escritora?
Sí, definitivamente. De hecho, me cuesta más trabajo escribir de lo que me cuesta hablar. Es decir, me es muy fácil improvisar cuando estoy en un slam o cuando estoy en un escenario. Me gusta mucho improvisar porque la palabra hablada, puede no tener un soporte y me agrada que el único soporte material sea la voz en ese momento porque exige mantenerse muy presente.
Creo que la poesía en voz alta es algo en presente; un ejercicio del presente y de presencia y, en ese sentido, refuerza todas las potencias del cuerpo porque son posibilidades que están en ese momento. Además, aunque se diga lo mismo muchas veces, nunca se dice lo mismo. Las circunstancias del habla son específicas y diferentes, la voz que está saliendo en un momento no es la misma todas las veces. Creo que tiene que ver con eso el que puedas reforzar tu palabra y hacer ejercicios de presente, al igual que saberte presente. En lo que sea, si estás escribiendo, saber que eso lo estás haciendo desde tu cuerpo y que la escritura no es solamente algo mental, ni tiene relación únicamente con el capital intelectual que tengas sino que tiene que ver con algo más profundo y mucho menos artificial porque el soporte eres tú, es tu cuerpo.
Resumiendo mi respuesta, la poesía en voz alta me ha hecho reforzar mi escritura porque yo no escribía antes de conocerla. Y en realidad las cosas que he escrito con más amor y con más dedicación, no en el sentido de tiempo y organización, sino con todo mi cuerpo, que me ha hecho darle todo mi cuerpo a escribir, es la posibilidad futura de decirlo en voz alta. Cuando estoy escribiendo pienso en el momento de la pronunciación y creo que escribo con ese ritmo, con el ritmo en el que hablo; que para mí, es el ritmo de mi cuerpo. Creo que la voz está conectada con el cuerpo y que no son cosas diferentes, sino que, la voz es otra de las manifestaciones del cuerpo como las lágrimas o, incluso, el sudor. La voz es otra forma del cuerpo de manifestarse y decir algo.
¿Qué diferencias encuentras entre la palabra escrita y la hablada?
Me gusta mucho la poesía en voz alta porque carece de soportes materiales y porque no hay un sector privilegiado para ello. Claro, hay personas que no tienen posibilidad de hablar y por supuesto quienes hablan son privilegiados, pero frente a la literatura que se escribe se encuentra todo lo que se habla, que es mucho más amplio y complejo, incluso más profundo que lo que hace la literatura escrita. Lo que hace la poesía escrita es intentar conservar algo, y lo que te muestra la poesía en voz alta es que no puedes conservar nada, que todo se va constantemente y por lo tanto no hay propiedad privada, que la permanencia es una mentira y no hay gloria futura. Te despoja de muchas cosas que no te sirven a la hora de escribir. Creo que la voz está, todo el tiempo, en una manifestación de lo que hace falta y un libro físico finge que no hace falta nada; como si el libro fuera un objeto completo.
Cuando haces poesía en voz alta siempre estás llamando lo que falta. En general, cuando hablas, llamas a lo que falta. Por eso, aprendemos a hablar, porque tenemos hambre o porque tenemos sed, no hablaríamos si nos hiciera falta algo.
La poesía en voz alta es una posibilidad más amplia que la poesía escrita, además, por todas las desventajas que generan la Industria Editorial y la publicación. La voz, la lengua y el lenguaje son algo maravilloso porque se transforman con las personas y se crean con ellas, no a parte, no aisladas como la poesía escrita.
Además de las mujeres que retratas en tu poema Las Otras, ¿en qué otras personas encuentras inspiración?
La música me inspira mucho, el Trap en específico, pero un tipo en particular. He pensando sobre las posibilidades de voz que tienen las personas que no han podido hacer música tan fácilmente, es decir, las personas cuyo sueño era hacer y cómo ahora lo hacen. Creo que en específico en México y Venezuela, que es de donde más escucho Trap, es una manifestación muy importante, me interesa todo lo que tiene que decir alguien que quería que su voz se amplificara desde hace mucho tiempo y cómo no fue escuchada desde el principio y después, ese sueño se cumple.
Siento que es muy fuerte porque la onda del Trap es todo el tiempo hablar sobre lo material y me interesa mucho en todo lo que está en hablar de eso que no se tenía y ahora ya se tiene. Y pienso mucho en una frase de Dheformer (trapero) donde dice “No soy lo que esperabas, soy lo que nunca tuve”, eso me impresiona muchísimo porque es esta onda de la falta, de estar hablando todo el tiempo de lo que falta o de lo que faltó antes y ahora ya no.
También me encanta Gloria Anzaldúa y Zayak Valencia porque son mujeres fronterizas y siento que cuando estás en el límite, y no en el centro, tienes una visión más amplia de las cosas y, cuando estás en el centro todo a tu alrededor es igual. Cuando estás en una frontera física, mental o funcional tu panorama cambia y se amplía, porque contemplas la multitud de cuerpos que sobreviven en los límites del Estado y todo lo que implica encontrarse ahí. Por eso me gusta leerlas.
Escucho el Trap de Alemán y también leo a poetas contemporáneas mías como Lucía Calderas y Nancy Niño Feo que también tuvieron un acercamiento directo con la frontera. Casi olvido a Yásnaya Elena Aguilar porque justamente ella habla que leer es solo una forma de transmitir conocimiento, pero hay muchas más formas de transmitirlo y que justamente leer ha sido políticamente privilegiado.
¿Cómo fue el proceso de escribir para Tsunami?
Definitivamente creo que los libros son un sector muy privilegiado, pero que me hayan publicado ahí me ha abierto muchas puertas importantes. En realidad todo fue una cadena de casualidades; lo primero que pasó fue que yo estaba en un slam gestionado por algunas mujeres muy chidas, pero mayoritariamente por hombres que salieron denunciados un año después de ese evento. Lo cual, me parece muy irónico porque yo tiré por primera vez, en ese lugar, el poema Las otras, el que está en Tsunami 1.
Héctor Montecinos era uno de los jueces y él me dijo que si tenía un espacio en el que publicaba en internet. Yo no tenía y creé un blog en ese momento para publicar solo ese poema, Héctor lo compartió, luego lo leyó una chica de España que era editora de Playground e hizo una nota sobre mí en la página titulada “La escritora más joven de México”, porque yo tenía 17 años en ese momento.
Pasa eso, después, Brenda Lozano me lee y me invita a leer mi poema en el Festival Lit&Luz que hacen anualmente en Chicago y CDMX. Voy a leer ese poema y llego a un lugar que no es y, por cosas absurdas que suceden en el mundo, Gabriel Jaugueri también llega a ese lugar, porque era un lugar con un nombre que había cambiado de ubicación. Fuimos juntas al sitio donde sí era en un taxi. Jagueri escucha mi poema en ese festival y luego me invita a la antología. Era una antología que estaba planeada mucho tiempo antes de que a mí me invitaran, las autoras tuvieron tiempo para escribir algo basadas en una pregunta.
Creo que todo pasó por la potencia que tiene mi voz, pienso que no debo decirlo porque no es humilde, pero es cierto, mi voz tiene potencia. Creo que cuando se habla desde la honestidad o desde tu cuerpo completamente conectado a la voz es diferente y eso la hace muy potente. Fue un proceso que tiene que ver absolutamente con la voz alta y no es algo desligado. Para mí, el poema es lindo escrito, pero es muy potente hablado.
¿Qué estás leyendo actualmente?
Ahora estoy leyendo a Cristina Rivera Garza. Quisiera decir que estoy leyendo a Foucault y a Derrida, pero más bien los estoy pensando, es decir, estoy pensando sobre las cosas que han dicho o pienso que dijeron.
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