La entrevista a la escritora Andrea Chapela fue posible gracias a la colaboración con Editorial Almadía. Realizada vía videoconferencia el 18 de agosto de 2021 a las 16.30 horas, la conversación estuvo a cargo del doctor Fernando Montoya, director del Colegio de Filosofía y Letras de la UCSJ y director de la revista Celdas Literarias, así como de Elia Saavedra y Carole de la Rosa, estudiantes de la licenciatura en Escritura Creativa y Literatura y miembros del equipo editorial de la revista.
Al explorar la ciencia ficción, muchos escritores deciden advertirnos sobre los peligros que la tecnología puede traernos en el futuro. Sin embargo, en Ansibles, perfiladores y otras máquinas e ingenio los cuentos no tienen un tono trágico ni una visión negativa del impacto de la tecnología en nuestras vidas. ¿Por qué decidiste tomar ese enfoque?
A lo mejor son mis propias ideas acerca de la tecnología. Para mí era muy importante subrayar que la tecnología es neutra en el sentido más básico, al menos como yo la veo. Son los distintos usos que le damos los que la hacen buena o mala o hacen que nos permita tener relaciones más sanas o más tóxicas.
Siento que culpar al pedazo de tecnología exculpa mucho la manera en la que nosotros hacemos nuestras relaciones. Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio es un libro donde yo quería explorar las relaciones y cómo éstas se veían puestas en problemas o en jaque en distintos lugares por medio de la tecnología, y de alguna manera extremar conductas que yo ya veo.
También creo que una de las cosas que sucede es que los sentimientos humanos no han cambiado mucho en los últimos dos mil años, aunque la tecnología vaya cada vez más rápido. La tecnología cambia más rápido de lo que nosotros podemos acostumbrarnos a ella y, entender cómo tener relaciones a través de ella. Creo que a veces parece que la tecnología nos acerca mucho, pero de otras maneras nos aleja un montón. Y todo esto estuvo rondando mi cabeza mientras escribía mis cuentos.
Tenía mis propias ideas de que la tecnología es nuestra y también un asunto de que creo que, en general, mis historias tienen un aire muy melancólico y hay como una cosa muy triste y solitaria en el fondo, pues también tienen que ver con tratar de conocer a alguien cuando, conocer a alguien es muy difícil y casi imposible (en un sentido verdadero y profundo). Aunque creo que varios de los futuros que planteo son terribles, sí es verdad que tiendo a escribir personajes que son más bien cálidos o que son buenos, que tratan de hacer lo mejor posible en estos mundos en los que se encuentran. Es parte de lo que me interesa escribir.
Has escrito y publicado libros desde muy joven. Con tu experiencia, ¿qué le recomendarías a todos aquellos jóvenes interesados en escribir y compartir sus escritos con el mundo?
Publiqué mi primer libro cuando estaba en mi último año de prepa en 2008, tenía 18 años. Luego publiqué del 2008 al 2015 la saga de fantasía Vâudïz, además, estudié Química y otras cosas ahí en medio. Luego me fui a hacer una maestría a la Universidad de Iowa en Escritura Creativa en español, después, durante cinco años casi no publiqué y me dediqué a adquirir oficio. Tuve mucha suerte, porque fui admitida en Iowa, donde tenía una beca, luego tuve dos becas del FONCA y estuve en la residencia de estudiantes. Entonces, todos estos estímulos me permitieron dedicarme cinco años, casi de tiempo completo, a la escritura.
La saga de fantasía era un poco autodidacta y se traducía en lo que yo entendía por escribir y el tipo de libro que yo quería escribir para mí y mis amigos, quienes creía que eran los que me iban a leer. Y durante los cinco años que pasaron, cuando gané el Gilberto Owen por Ansibles, me dediqué a estudiar, a escribir mucho, a leer, entré a talleres y los tres libros que publiqué después salen de ese periodo. Aprendí a escribir cuentos, ensayos y, sobre todo, aprendí qué quería decir, incluso escribí poesía, hice un poco de todo. Así llegué aquí, a donde estoy hoy.
Pienso que tomar la decisión de ser escritora fue un proceso que me llevó mucho tiempo. A pesar de haber publicado cuatro libros, publicar para mí no era una señal de que ya era escritora, para mí está más relacionado con el compromiso de atención, tiempo y espacio vital que ocupa escribir, hay un compromiso que uno hace consigo mismo de que eso es lo que va a hacer, es ahí donde va a estar su tiempo, su atención. Para mí eso es más importante que publicar, aunque también es importante porque te da seguridad y porque escribimos para comunicar. Yo escribo sabiendo que quiero que me lean, de hecho he llegado a un punto en el que me cuesta trabajo tener diarios porque escribir para que se quede guardado no es algo que haga. Es muy importante para terminar un proceso que las cosas salgan al mundo.
Por otro lado, yo empecé escribiendo fanfics de Harry Potter y las publicaba en internet, eso quiere decir que yo escribía en comunidad, yo tenía lectores que me leían. Luego, cuando escribí las novelas, mis amigos me leían y estaban dispuestos a sentarse conmigo a armar y desarmar la trama. A la fecha tengo muchos amigos que son mis lectores. Para mí, escribir como un acto solitario no es como yo lo entiendo, yo entiendo la escritura como algo en comunidad. Siempre es importante rodearte de gente. Hay un punto que sí es muy solitario, donde se está en su propia cabeza con un eco constante, y entonces compartirlo da mucha perspectiva, y a mí me ha dado mucha felicidad.
Por último, creo que escribir se aprende escribiendo. Es importante leer a los otros, pero uno se tiene que sentar a practicar y practicar hasta que las cosas se conviertan en instinto. Es esencial para mí entender cómo funciona mi propia cabeza para contar historias, eso me ha dado mucho más control en lo que hago.
Con tus escritos has explorado diversos géneros y subgéneros: la novela, el cuento, el ensayo, la fantasía y la ciencia ficción. ¿Cómo has vivido esta transición entre géneros? ¿Te gustaría seguir explorando otros géneros y subgéneros?
Volví a escribir novela. Volví a México en 2019 y durante la pandemia volví a escribir novela, que era una deuda que tenía conmigo misma, quería ver si podía hacerlo otra vez.
Sí, yo creo que seguiré cambiando de géneros y perspectivas un poco por cómo soy. Casi siempre hay algo que me da curiosidad y trato de hacerlo y de entender cómo hacerlo. Entonces, por un lado creo que sí seguiré explorando, aunque… no hay tantos géneros que me queden.
Lo que quiero decir es que me interesan muchos los lugares y creo que eso es algo muy “de ahora” donde los géneros se juntan. He empezado a entender a los géneros, no como géneros, sino como modos de escritura: hay un modo del ensayo, hay un modo de la ficción, hay un modo de la poesía, hay un modo de la ciencia ficción, hay un modo de lo detectivesco. Y estos modos pueden existir de distintas maneras y puede uno trenzarlos en una obra.
Estos modos son un balance entre las expectativas que generas al lector (lo que tú le dices al lector y, por lo tanto, lo que el lector espera); cómo cumples esas expectativas; y cómo les das la vuelta. Y entre más conoce uno un género, más se puede jugar con los lugares en los que se vuelve con otros.
Y creo que una de las cosas más importantes para mí, fue darme cuenta qué necesitaba, sobre todo al principio porque empecé escribiendo novela y luego pasé al cuento, lo cual, para mí, fue muy difícil de hacer.
Uno de los primeros cuentos que escribí en mi vida es «Perfilada», uno de los textos de Ansibles. Y fue como hacerle trampa a mi cabeza, para empezar a escribir más corto. Y lo hice.
Todos los cuentos de Ansibles tienen para mí una forma: en mi cabeza era como un embudo que iba hacia un punto de quiebre y éste era un punto de quiebre del personaje consigo mismo, del personaje con la realidad o del personaje con otro personaje (una relación que se quebraba). Y entonces, toda la parte grande del embudo es la información que tú tienes que entregarle al lector para que ese quiebre funcione. De esa manera yo entendí la expresión de Cortázar de que un cuento se gana por knockout.
Ese asunto del knockout era para mí ese quiebre: algo se rompe y después de que se rompe estás ya en el final, no quedan más que tres o cuatro párrafos. Y es entender que vas en línea hacia allí. Mientras que en una novela puede uno desperdigarse mucho más, tiene uno la sensación de olas. Sé muy poco de música, pero me imagino que es como armar una sinfonía, como que vas metiendo distintas cosas, haciendo mirar a distintos lugares, mientras que en un cuento vas a toda velocidad hacia un punto; y esa fue la manera en la que le expliqué a mi cabeza cómo hacer eso. Luego fui encontrando otros esquemas, y así encontré la manera de engañar a mi cerebro y empecé a escribir ensayo y ensayo personal. Así he ido entendiendo cosas.
Para mí, una de las grandes características que tiene la ficción es la escena: el hecho de que uno se coloca en escena, que tienes diálogos, que tienes personajes, que tienes todos estos aspectos sensoriales, que tú llevas a alguien a estar sentado en una mesa con otro personaje. La escena, para mí, es el lugar de la ficción. Tú puedes estar haciendo un ensayo y utilizar las claves de la escena, entonces tú texto comienza como un ensayo y, de repente, puedes quebrar e ir a la escena, utilizar las herramientas de la ficción y luego volver a la argumentación que es el ensayo.
La manera en la que entiendo el ensayo es como mostrar una cabeza pensando: elegía un tema y mostraba todas las maneras en las que mi cabeza pensaba, fuera lo que fuera. Como es un ensayo personal podían ser recuerdos, citas, libros, sueños. Y todo eso podía trenzarse para construir una argumentación, al final estás siguiendo un pensamiento.
No soy teórica, son las maneras en las que he ido entendiéndolo, haciéndolo y explicándomelo a mí misma. Por ejemplo, en Ansibles hay un cuento, el último, que se llama «En el pensamiento» y ahí la pregunta era “¿Cómo es un cuento de autoficción y ciencia ficción? ¿cómo hace uno eso y qué hace?” Entonces partía desde esa pregunta, pues ahí hay algunas claves de la autoficción y de la ciencia ficción y son modos que se entrecruzan y provocan efecto, lo que, para mí, hace interesante ese cuento.
Tu formación académica comprende también una licenciatura en Química. ¿Crees que esto haya contribuido a tu manera de escribir? ¿Y cómo compaginas ambas disciplinas?
Formalmente no compagino la Química y la Literatura. He aceptado que no voy a ser química, tanto lo he aceptado que no tengo cédula profesional; pero lo que sí le debo a la Química es una manera muy particular de pensar, me dio conocimientos que me ayudan para escribir ciencia ficción o por lo menos me autoengaño de que sé de qué estoy hablando. Porque a veces escribir es un proceso de autoengañarse, de creer que uno sabe lo que está haciendo.
Para mí el mundo de la Química ahora, también el mundo de la Ciencia, está disponible para mí para escribir y ahora empecé a estudiar una maestría en el COLMEX en Estudios de Asia y África, Literatura y cultura japonesa, que no tiene nada que ver con algo que haya hecho antes. Siento que mientras uno más llena su cabeza con cosas que no tienen que ver con la escritura, más cosas tiene uno de qué escribir, más visiones del mundo tiene, más visiones de entrada. La escritura es una herramienta, que al final, se puede pulir, pero luego uno tiene que crearse una visión del mundo. La mía tiene que ver con tomar muchos lugares inconexos y cuando los conozca tratar de hacer conexiones entre ellos.
El ejemplo más claro está en Grados de miopía, ese libro es un intento por encontrar lo poético en lo científico o demostrar que hay algo poético en el lenguaje científico y una manera de mirar la ciencia desde lo bello. Entonces, es por un lado, la manera de pensar y la forma en la que me relaciono con el mundo, pero también es mucho material.
¿Qué piensas sobre los cursos de escritura creativa? ¿Crees que la escritura es algo que se enseña? Con base en tu experiencia en la Universidad de Iowa, ¿cuál es tu opinión sobre los talleres?
Creo que es difícil saber si la escritura se enseña. Hay muchas cosas que uno puede enseñar, desde cómo escribir palabras hasta cómo es una escena. Alguien te puede enseñar a leer, te puede enseñar herramientas o te puede enseñar cómo sacar esas herramientas, esas son cosas que se pueden enseñar.
La razón por la que creo que muchas veces se piensa que la literatura no se puede enseñar es porque ese conocimiento no tiene ningún sentido si tú no lo ejecutas, si tú no haces que baje a que sea un instinto. Tú puedes tener mucho conocimiento teórico de la escritura y no poder escribir, porque no le has dedicado las horas para que ese conocimiento se vuelva impulso, que ya no tengas que pensarlo. En ese sentido, yo no creo que la escritura sea algo que solamente la gente que nace con talento pueda hacer. No creo que uno sea tocado y divinamente ya pueda escribir. Creo que escribir es mucho trabajo, y lo que dan los programas de escritura es el tiempo y espacio para realizar ese trabajo. Compaginar la escritura con cualquier otra cosa es muy difícil. Poner las horas que uno necesita para aprender el oficio sin tener el espacio ni el tiempo es difícil.
Ésa fue una de las cosas en las que me ayudó mi maestría en Iowa: durante tres años de mi vida todo lo que existió en mi vida tenía que ver con la escritura. Todas las conversaciones que tenía, todas las fiestas a las que iba. Estaba rodeada de escritores y de gente interesada en escribir. Y en ese sitio, escribir se entendía como una de las actividades más importantes que alguien podía realizar. Y eso es muy inspirador, pero además, te permite estar en un estado como de recibir cosas todo el tiempo, un estado de inspiración continua. De hecho, la primera vez que vine a México, en unas vacaciones de Navidad, me di cuenta de que era muy extraño que llevaba semanas sin hablar de libros cuando en Iowa era de lo único que hablaba. Claro, en un ambiente así es imposible no aprender. Porque tienes el tiempo, la atención y todas las herramientas de inspiración y generación de ideas, además de alguien que te guíe y te ayude. Y todo eso es muy importante.
No sé si la escritura se enseña o no. No creo que otro escritor te pueda enseñar a escribir, en el sentido en el que aprender a escribir es algo que sólo tú puedes hacer. Pero otro escritor puede enseñarte su camino, puede enseñarte la manera en la que él se ha enfrentado a la escritura y eso puede darte claves de formas en las que tú puedes hacerlo. Al final, sí hay una parte en la que es imposible hacer trampa: si uno no se sienta y no experimenta la escritura en cuerpo propio, no lo va a poder hacer. Y creo que eso pasa en todas las artes. Siempre ha habido talleres de pintura, alguien tiene que enseñarte el oficio, las herramientas y las posibilidades que existen; pero si tú no las ejercitas, nunca sabrás pintar. En ese sentido, creo que estamos apenas aprendiendo cuáles son las distintas maneras en las que se guía, se enseña y se comparte la escritura. Y no creo que sea una pérdida de tiempo ni para quienes la enseñan ni para quienes la aprenden.
Creo que sí hay momentos en los que la enseñanza de la escritura sirve más que en otros. Yo me he dado cuenta de que, a lo mejor, si hubiera entrado a talleres antes de lo que lo hice, me habría detenido mucho. Porque necesitaba cierta madurez en mis ideas, en las capacidades que yo misma tenía y las cosas que yo quería antes de poder tomar cierto tipo de talleres. También es entender dónde está uno. El taller puede ser muy duro y uno tiene que estar preparado para eso: para que te desarmen y tú volverte a armar, porque nadie te va a volver a armar más que tú mismo. El taller es un arma de dos filos y uno tiene que estar midiendo hasta dónde es útil y hasta dónde no.
Por último, nos gustaría pedirte que nos recomiendes algunas de las lecturas que te parezcan esenciales para todo escritor y que nos platiques sobre el último libro que leíste.
Creo que una de las cosas más emocionantes es que están sucediendo muchas cosas en nuestro idioma y en nuestro país y una de ellas es el hecho de que cada quien puede elegir cuales son sus influencias. Creo que uno puede haber comenzado su trayectoria escribiendo fanfics y leyendo Harry Potter. Actualmente me encanta el k-pop y, a la vez, ahora mismo estoy leyendo mucha literatura japonesa.
Creo que es muy difícil decir “esto es algo que tienes que leer” y algo que me dijo Horacio Castellanos, quien fue mi profesor en Iowa, es que hay un momento en el que cada quien se crea un canon personal, un canon de los libros y los lugares que le interesan, y habrá cosas que es importante que las hayas leído, pero que tal vez no tengan ninguna resonancia para ti.
También creo que este es un momento en donde todo es material (la música, la televisión). Siento que no hay que perder de vista el poder de la palabra escrita y qué hace, pues no es lo mismo contar algo en cine que en teatro. Sin embargo, a la hora de querer inspirarse y de querer referentes, creo que todo está abierto y que mientras más se consuman cosas distintas, más peculiar es el mundo interior que tiene uno. Para mí la originalidad no es algo que me interesa demasiado porque creo que uno tiene muchas cosas en la cabeza y distintas, por lo tanto siempre habrá diferentes componentes.
Habiendo dicho eso, he estado leyendo mucha literatura japonesa, The memory Police de Yoko Ogawa, Actos humanos de Han Kang, que me parece una gran novela. También he estado leyendo a mis contemporáneas, creo que hay mucha literatura escrita por mujeres que es espectacular, como Mariana Enríquez, Gabriela Damián, Eliana Vargas, entre otras. Entonces, ¿qué estoy leyendo? Un montón de cosas.
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