La entrevista al poeta y ensayista Luis Felipe Fabre tuvo lugar en un espacio virtual el 20 de septiembre del 2021 a las 16 horas. La conversación fue dirigida por el doctor Fernando Montoya, director de la Revista Celdas Literarias y director del Colegio de Filosofía y Letras de la UCSJ, del mismo modo, las entrevistadoras, Carole de la Rosa y Ana Claudia Quintana Ramírez, ambas egresadas de la licenciatura en Escritura Creativa y Literatura de la UCSJ y miembros del equipo editorial.
¿En Poemas de terror y de misterio, y Leyendo agujeros. Ensayos sobre (des)escritura, antiescritura y no escritura, cómo se deconstruye la poesía como género literario y se unifica con otras manifestaciones artísticas como el cine y el performance?
Luis Felipe Fabre: Son dos libros de géneros distintos, aunque como bien dices, se hibridan, se mezclan con otros géneros. Sí creo que Leyendo agujeros, es un libro más tradicional de ensayo o crítica literaria donde estoy leyendo a través de las ausencias que hay en esos textos, que de alguna manera se terminan incorporando en mi obra poética. El poema como ausencia podría reflejarse en Poemas de Terror y de misterio, un poco después, como el poema que no está. Esto que me interesa muchísimo, como el relato del poema o el contexto del poema o la crítica del poema o la teoría del poema o sobre todo, la añoranza del poema, pero el poema no está ahí.
Es algo que sospechaba en Leyendo agujeros, mi primer libro en forma y que después formó parte en Cabaret Provenza, pero me gusta que haya empezado por la crítica literaria. Creo que desde mi sospecha, en textos que me interesaban, se fue conformando una poética, de hecho, el epígrafe es de Décio Pignatari “En poesía interesa lo que no es poesía”, claro, el poema es más largo, pero la la idea se despliega en Poemas de terror y de misterio, que lo que a mí me gustaría pensar, es que es un poemario de crítica literaria y de arte, que de alguna manera, también es un libro de ensayo.
¿En qué sentido Poemas de terror y de misterio escapa de la literatura y se transforma en (anti)poesía?
LFF: Claro que uno de los autores que leí mucho en mi juventud fue Nicanor Parra, al cual le dedicó un capítulo en Leyendo agujeros. En Poemas de Terror y de Misterio es muy curioso, porque hay muchos poemas que parten de performances, de autores, sobre todo en la sección “Breve registro de algunos eventos artísticos y otras experiencias escalofriantes” que es un texto que escribí por encargo. A mí me gusta mucho escribir a la manera barroca, a la manera de Sor Juana, que a diferencia de Sor Juana, yo no me he hecho rico, pero me gusta mucho trabajar por encargo, porque te hace ir a un lugar que no hubieras ido por tu cuenta y es una serie de performances y de acciones artísticas con una base en el medio.
Además, nos invitaron a varios poetas como a Julian Herbert, para que asistiéramos y escribiéramos textos a partir de lo que viéramos. De alguna manera, terminé escribiendo del performance al poema, un poco al revés en comparación a lo que hizo Nicanor que era un poema que se deviene performance, pero hay algo ahí en ese camino de ida y vuelta que me gustaría pensar que permanece esa esencia performática.
Ahora, en Poemas de terror y de misterio mi pensamiento iba hacia otra dirección. Es un libro que ya tiene sus años, se publicó en el 2013, el último poema que forma parte de ese libro, lo debí de haber escrito en 2012. Son poemas que fui escribiendo unos tres o cuatro años antes, hablaban un poco de ese primer momento en que quedó muy claro el grado de violencia en México, hablando del sexenio de Felipe Calderón y de la declarada guerra contra el narcotráfico.
Al mismo tiempo, en la literatura y el arte, estaba pasando algo como lo de ¿De qué otra cosa podemos hablar? de Teresa Margolles, de esa exposición en la Bienal de Venecia. En ese momento había algo que no se podía decir, había un largo camino en la literatura del narco, que creo que ahorita sería muy difícil de sostener. En los términos en los que se desarrollaba en los principios de los 2000 ‘s, el horror y la violencia había llegado a tal grado de ser una cosa semi glamourosa en la literatura, que me parece que ya no se sostiene. Por eso tampoco sé si mi libro se sostenga en este momento. Pero en ese tiempo, me pasaba que empezaba a ver que se ponía de moda, en el sentido más frívolo del término, el tópico de la violencia. Sospechaba que provenía del sentido de lucro y lo sigo sintiendo. Además, lo veo mucho en el cine. Sentía que esta enorme desgracia que padecemos en México, tanto dolor y tanto sufrimiento, tantos muertos y tanto horror, de pronto empezaba a ser como una mercancía de exportación y ahora lo confirmo. Qué se espera cuando uno está en un festival de literatura internacional, si eres mexicano, pues, que hables de la violencia, es como el realismo mágico de otro momento.
Había algo ahí, que comenzaba a irritarme, había algo que no podía definir bien y sigo sin poder definir bien, porque además no se cumple siempre. Creo que es muy importante que se hable de la violencia y si no hubiera nadie que estuviera hablando de la violencia, sería muy preocupante. No podría pasar el arte y la literatura sin darse cuenta de ese horror. Por otra parte, sí sentía que había una especie de frivolización o mercantilización, aunque, hablar de mercantilización y poesía es algo contradictorio.
Sentía un posicionamiento: qué es lo que espera una universidad gringa de un poeta mexicano; básicamente, “si quieres que te pelen, haz un libro sobre la violencia y entonces, harán tesis sobre ti,” digamos, ese es el nivel de mercantilización que al que puede llevarte la poesía. No a millones de dólares, sino, que hagan una tesis sobre ti.
Sentía que había algo complaciente, como un producto comercial. Entonces, mi problema no era hablar de la violencia como tema, sino de sus maneras de representarse. Me podía meter con la forma, no con el fondo. No tengo ningún problema con el fondo, tengo el horror que tenemos todos los mexicanos a las diferentes situaciones de la catástrofe que atravesamos. Tenía problemas con la representación, con los artistas y con los poetas, no con el tema al que todos estamos ligados.
Lo que traté de hacer en ese momento fue cuestionar la forma con la que se presenta, ver un fallo de la forma, y por eso el cine en Poemas de terror y de misterio; usaba ese cine de serie B, que quiere ser de horror pero te da risa, ves que es catsup y no sangre y te ríes; o quiere representar a un villano que sea malo, malo, malo y sale ridículo. Un poco con el fallo de la representación, pensando en la estética de error fallido, muy de Canal 4 de mi niñez. Lo usaba un poco para acusar la imposibilidad de representar el horror que estábamos atravesando. Yo no sé si haría eso ahora. Creo que la violencia ha ido creciendo y ya no sé qué haría con eso y ya no sé si el problema es cómo se le representa o no se le representa. aunque me sigue pareciendo, ya casi, un lugar común, tanto en el cine como cuando uno es jurado de algún concurso de poesía.
Noto que vienen de cajón los poemas sobre la violencia, así como de feminicidios, por ejemplo. Me acuerdo que hace unos años era una cosa muy extraña, que hubiera un texto sobre feminicidios; decías “aquí hay que poner atención, alguien se está atreviendo a decir algo que no se puede decir”. ¿De qué otra cosa podemos hablar? Pero de pronto, me pareció que se volvió un lugar común muy extraño, pensando “Ah, voy a ganar el concurso si escribo sobre feminicidios”. Hay una cosa que se me atora. Ahora, si el libro es buenísimo, es buenísimo, ni qué decir. Pero retomando, me parecía que era una especie de comodín, como de coartada moral, a veces entre una falta de verdadera indagación formal, poética o artística.
¿De alguna forma la poesía actual con el verso libre (como forma más utilizada) está “alcanzando el silencio” y a su vez, escapa de la alta cultura tan impuesta por el canon?
LFF: Por una parte el verso libre es una conquista decimonónica y que daba cuenta de ese quiebre del orden del mundo, del que seguimos siendo parte, aunque creo que ahora estamos mutando hacia otro lugar. El verso libre fue un emblema de la modernidad, o el poema en prosa, fue una forma de escapar del verso medido que representaba el orden del mundo, donde un verso del soneto debía medir once sílabas siempre, significaba un orden inamovible.
No es casual que en el siglo XIX la métrica y la rima entren en una crisis, o que quizás, los poetas más interesantes de ese tiempo escribieron en prosa; una manera de salirse del orden establecido. Pensemos en Baudelaire, Rimbaud, y en quién estalla el verso a finales de siglo: Mallarmé con Un golpe de dados, donde el verso deja de ser la unidad mínima de la métrica. Es decir, el verso estalla hasta la locura en la página, es como una bomba atómica.
Después, desde los 80´s hay una especie de modernidad, de renuncia hacia al sentido bélico de ir en contra de las cosas fijas; en esta posmodernidad, es revisitar las formas exactas, a partir de allí, hay una regresión a todo, al verso medido. Estamos en un tiempo más complicado que no termino de ver ni entender, pero tal vez tiene que ver con la pérdida de rigidez entre los géneros; algo que creo que lo vemos más en un nivel social, esta especie de hibridación intergenérica o de no género. La abolición de los géneros, creo que eso es lo más característico de nuestro momento, más que medir o no el verso.
Es cada vez más difícil clasificar los libros interesantes, siempre habrá de todo, pero ya no importa lo que son, si quieres meter alguno en una colección de poesía o de narrativa o de ensayo, es un poco la apuesta. Creo que muchas veces a un poema se le lee como poesía porque está inscrito en una colección de poesía y a partir de ahí, comienzas a juzgarlo con la tradición, las normas y las reglas del juego de ese género, pero tiene que ver más con una decisión editorial. Además, vemos las complicaciones de los géneros que permanecen más institucionales, es decir, al aplicar a una beca o concurso literario, a veces es difícil adaptarse a un género en específico porque podría trabajarse desde diferentes lugares. Si Anne Carson tuviera que aplicar a una beca literaria no podría entrar a un género específico, probablemente a poesía pero, digamos, desde dónde se le lee; desde lo personal, me gustan más sus prólogos y no creo que entraría propiamente como ensayo. Son cuestiones complicadas que me parecen difíciles de resolver actualmente. Sobre todo, en momentos en los que no sabemos nada, y después de la pandemia, menos. Todo se vuelve mucho más borroso y mucho más inquietante. Cuando el lenguaje se revela así mismo no dice nada, eso pasa siempre en cualquier género.
Tenemos presente que la poesía tradicional tiene como objetivo contar una historia breve, ¿Cómo es posible que en la poesía de principios de siglo xx el lenguaje sea “borrado” si parece que este es la esencia misma del poema? ¿no se pierde la lírica y el propósito principal de la poesía?
LFF: En primer lugar, estaría muy en desacuerdo pensar que la poesía cuenta algo. Puede sonar un poco cursi porque es lo que nos decían en los talleres, la poesía no cuenta, canta. Hay poesía que cuenta y hay poesía que no, pero lo que importa es el canto. Claro, además, hay muchos géneros de poesía; si uno piensa en poemas madre como la Ilíada, la Odisea, la épica, pues claro, ahí es una narración. Un hecho a través de poesía para que no se olvidara. Tenían que usar la métrica y el sonido para recordar. En el fondo, la poesía no tiene que decir nada.
Siempre he dicho, por ejemplo, que las mejores canciones, son aquellas en donde no se dice nada. Por eso mi pequeño problema con Bob Dylan, que lo reconozco como un gran autor y músico, pero las mejores canciones no son como Blowin’ in the wind, sino como Changes de Butterfly Boucher y David Bowie, en ese momento en el que no se dice nada. Creo que es ahí donde el lenguaje se revela en su silencio.
Lo genial de Changes es el coro, ese “ch-ch-ch”, ¿qué significa eso? no sé lo que significa , pero conmueve. Ahí es donde está, en términos fotográficos, el “punctum”, eso que Barthes describe como “el aspecto imperceptible que te atrapa, te punza, te provoca y conmueve”. Te mueve a bailar pero al mismo tiempo es un tartamudeo, un titubeo frente al cambio, no sé qué sea. Eso es la poesía. Ahí me parece que es donde se revela el lenguaje, en ese quebrarse del lenguaje donde no se puede decir. Creo que los mejores momentos de la literatura son los que no se pueden decir; cuando se cae la narración, la lógica y aparece el lenguaje en su pura materialidad como lo es en el “ch-ch-ch”.
En el poema “El sueño de los guantes negros” de Ramón López Velarde, sucedía eso a nivel físico del manunscrito, muy significativo de lo que sucedía en el lenguaje. Me llamaba la atención la aproximación filológica que trataba de llenar los huecos que tenía el poema, que se le habían formado a través del tiempo. No se podía soportar ese vacío y se trataba de llenar para saber lo que realmente quería decir López Velarde, la verdad del texto.
Creo que nuestra aproximación a la literatura ya no es esa. Por ejemplo, con Safo, ¿qué queda? decimos que es una gran poeta pero leemos tres palabras de ella. Lo mismo si lo llevamos a la escultura de la Grecia clásica. La Victoria alada de Samotracia, para los griegos era una cosa rota, la hubieran tirado. Entonces, ¿dónde está la fijeza de lenguaje, el texto verdadero? no está en ninguna parte. Es decir, la poesía de Safo nos gusta como fragmento porque somos herederos del Romanticismo, donde apareció ese interés por la ruina y el fragmento, nos puede gustar como pedacería, pero si Safo leyera los poemas que han publicado bajo su nombre, diría “Esta no soy yo”.
Tenemos todo una educación en el fragmento del poema de López Velarde, como para poder apreciar su incompletud, que tal vez era otra cosa distinta, que nos distingue de otros momentos de la literatura, pero por otra parte, en el mejor momento, un hueco, una fuga, algo que se va hacia el silencio y la nada.
Lo interesante es pensar que el poema solo es poema cuando pierde a su autor, solamente existe en su colectivización. Es decir, algo es grande cuando logra rebasar a su autor y es reescrito, de alguna manera, por la historia. Como lo son los poetas antiguos, las catástrofes, o el caso de Shakespeare, ¿Cuál es la verdadera versión del Rey Lear? No hay verdadera versión de Rey Lear, la construimos nosotros y también tiene que ver con la traducción. Cada vez está más subrayado el papel de la traducción y que muchas veces se le vio como una traición al texto y creo que hay textos que solamente deben existir en su traducción. Es decir, no sé lo que escribió Kafka, yo no sé qué escribió Kobayashi Issa, he leído muchas versiones del mismo haiku; me parece que lo interesante es que haya muchas versiones del mismo haiku. El original, nunca podré acceder a él, está perdido como los originales de Safo o el original de El sueño de los guantes negros. Lo hacemos, de alguna manera, entre todos, hay como una construcción social en las grandes obras; las grandes obras son las que más gente ha hecho. Entre más traducido este un texto, más grandeza tiene este, por la interpretación colectiva. Entre más va perdiendo, más va ganando un poema. Y curiosamente, ese vacío nos permite entrar, esa falta y esa manera que tenemos de reproducir, para bien y para mal, es la forma de hacer cultura.
¿Se puede nombrar a los anti textos poéticos como literatura si tenemos en cuenta que Octavio Paz se refirió a ellos como textos destinados a la destrucción del texto y la literatura?
LFF: Octavio Paz lo decía en los 70 ‘s, y quizás, un poco conservador para ese momento. Me tocó una época en la que Ulises Carrion era más visto como “texto de museo”, creo que ahora, nadie tendría alguna duda de que hace literatura. En el inter, teníamos todo eso de poesía conceptual que ya no prosperó, estaba muy de moda, hasta que lo acusaron de supremacismo blanco con Kenneth Goldsmith, pero durante un momento, unos cinco años de literatura conceptual marcaban la diferencia. Actualmente ya la tenemos muy incorporada, en estos momentos, de la hibridación de los géneros y las limitaciones del lenguaje, creo que el que algo sea o no literatura, ya ni siquiera es una pregunta que le de dolores de cabeza a alguien. El asunto va por otra parte, de hecho, estamos asistiendo, para bien o para mal, a un momento en el que los valores que se consideraban literatura se le asocian a lazos patriarcales, valores que no deberían sostenerse más. La manera en que se le juzgan a los textos, hoy en día, tiene mucho más que ver con “ a qué comunidad se le asocia”’, que con un valor intrínseco de lo que solía llamarse literatura. Es decir, creo que cada vez hemos acusado más esta situación de lo extraliterario. Hay cosas que valorar por su situación de representación y su habilidad de representar ciertas cosas. La idea de literatura por sí misma, en este momento, está mucho más cuestionada, porque incluso parecería muy conservador que alguien usara como argumento “valores literarios”. Estamos en un momento muy complicado, incluso, ese escándalo entre que si algo es literario o no, ya no sería posible en este momento.
¿Qué es literatura si tenemos en cuenta que existen antecedentes como la antiescritura , la no escritura y la escritura no creativa?
LFF: Creo que estamos en una transición, todo se está redefiniendo. Creo que hay cuestiones peligrosas; hay quienes quisieran tirar la literatura al basurero de la historia, lo ves en la academia gringa. Es decir, estudiar literatura no está bien, hay que estudiar estudios culturales, digamos. No puedo hablar en un nivel social, no puedo hablar de eso porque está por verse. Pero, para mí, la literatura sigue siendo algo que te salva la vida, sigue siendo un presente ampliado, una manera de poder deshabilitar un mundo que no te gusta. Tiene que ver con cuestionar tu realidad, pero saber que las cosas son mucho más amplias de lo que a veces parece que estamos reducidos; que me parece, cada vez estamos más reducidos a una especie de realismo. Un realismo muy acotado, porque parece que alguien sólo puede hablar de su realidad propia y no puedes hablar de nada más. La literatura era una especie de devenir otro, de atravesar épocas, personas, seres, maneras de pensar, pero creo que cada vez quieren construir más una especie de selfie, donde uno nada más puede hablar de lo que desayunó en la mañana, porque si quieres hablar de algo más, lo otro, es una especie de apropiación. Me parece que estamos en un momento muy peligroso, pero a quienes nos gusta la literatura es justamente esa cosa que nos permite respirar en momentos que nos parecen tan asfixiantes como este. Uno lee un libro y la mente se le amplía, el alma se le amplía y sabes que hay otras maneras de vivir, y que la realidad es mucho más amplia de lo que a veces quieren hacernos creer.
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