Carmen B. López – Portillo Romano, hizo la licenciatura en Derecho por la Universidad Autónoma Metropolitana, y la maestría en Historia de América Latina en la Universidad de la Sorbonne. Ha sido miembro, entre otras asociaciones, del Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico, del Comité Editorial de Política, Sociología y Derecho del Fondo de Cultura Económica (FCE), y miembro fundador de la Sociedad Mexicana de Bibliófilos. Asimismo, forma parte del grupo de investigadores convocado por la Universidad de California (UC-Mexicanistas), y del International Women’s Forum (IWF). Desde 2012 es miembro del Consejo de Administración de UNIVERSIA – México. En diciembre de 2016 fue votada por unanimidad para formar parte del Compromiso Social por la Calidad de la Educación. Es miembro de la Academia Mexicana de Gastronomía.

 En marzo de 2009, recibió la Medalla al Mérito Institucional del Festival de México en el Centro Histórico, y en noviembre de ese mismo año el Gobierno del Distrito Federal le otorgó el Diploma de Honor en el Bicentenario, por la labor realizada a favor del rescate del Centro Histórico. En octubre de 2011, el Instituto de la Mujer la distinguió con la Medalla Omecíhuatl por su labor a favor de la mujer. En 2015 recibió el Premio Pochteca de plata que da la CDMX  como reconocimiento al cuidado del patrimonio artístico, cultural y turístico, también fue reconocida en noviembre de ese año como hija predilecta de Nepantla. En octubre de 2016, fue distinguida con el Premio Nacional de Educación Turística, otorgado por la Asociación Mexicana de Centros de Enseñanza Superior en Turismo y Gastronomía (AMESTUR). En noviembre del mismo año, fue reconocida por la Asociación Internacional de Investigadores A.C. por su trayectoria académica y liderazgo. En junio de 2017 la Universidad Autónoma Metropolitana la nombró Egresada Distinguida en reconocimiento de su trayectoria y contribución en el ámbito profesional. En 2019 le fue entregado el Premio José Pagés Llergo.

 Ha participado en congresos nacionales e internacionales relacionados con temas de cultura, historia, gastronomía, estudios de género y educación y dictado conferencias en México y el extranjero sobre distintos temas. 

 Coordinó el libro Sor Juana y su mundo, Memorias del Congreso Internacional coeditado por la UCSJ, FCE y UNESCO. Ha participado en diferentes publicaciones y en 2012 publicó el libro Óyeme con los ojos, Sor Juana para niños, coeditado por la UCSJ y Ediciones Nostra.

 Desde 1991 trabaja en la Universidad del Claustro de Sor Juana de la que es Rectora encabezando los procesos de acreditación institucionales en FIMPES y CIEES, asi como de los programas académicos presentados ante COPAES y promoviendo la investigación y difusión de la vida y la obra de Sor Juana, el conocimiento del arte, la cultura y la gastronomía de México y el rescate del ex  – Convento de San Jerónimo, espacio en el que vivió la Décima Musa.

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Mtra. Carmen Beatriz López Portillo-Romano

La entrevista se realizó vía videoconferencia el día martes, 8 de febrero de 2022 a las 16.00 horas. Con la participación del Director de la Revista Celdas Literarias y Director del Colegio de Filosofía y Letras de la UCSJ, el Doctor Fernando Montoya. De igual forma, el encuentro estuvo a cargo de Mateo Botello, Kenya Rivera y Angélica López, estudiantes de la Licenciatura en Escritura Creativa y Literatura y miembros del equipo editorial de la revista.

CL: En treinta años se crean muchas hazañas como cabeza de una institución. Para usted, ¿qué ha cambiado a lo largo de los años y de qué hazaña está más orgullosa?

CBLP: ¿Qué ha cambiado? Ha cambiado mucho. Ha cambiado la vida en el Claustro. Yo entré al Claustro un veintidós de febrero de 1991. En ese momento el Claustro ni siquiera estaba restaurado en su totalidad. Había una licenciatura más o menos consolidada que era Ciencias humanas y había dos licenciaturas que estaban naciendo: una en Ciencias de la Comunicación y otra en Ciencias de la Administración, que en realidad era una propuesta. En todo ese tiempo no había ni siquiera una filosofía institucional, no había un cuerpo normativo que regulara la vida de la institución, era más un centro universitario que una Universidad.

Yo recibo el Claustro en ese momento sin tener demasiada conciencia de lo que significaban los retos de recibir una institución con un adeudo que ponía en riesgo la viabilidad misma del Claustro y con una experiencia naciente en cuanto a la administración escolar. Yo sabía que tenía voluntad y conocimientos, pero me faltaba mucha experiencia.

En 1992 una mujer que era historiadora, una amante de la historia de México, de la cocina mexicana, me dijo: “oye, Carmen, ¿por qué no pensamos en un programa académico en Gastronomía?” Pues bien, era la señora Guadalupe Pérez San Vicente. Le dije: “muy bien, Lupita, platiquémoslo un poco más”. El caso es que armamos el programa, hicimos la justificación académica, fui a la SEP y ahí me dijeron: “eso no es una carrera, es un oficio de mujeres” y entonces me picaron la cresta y armamos el programa, hicimos la justificación académica, mostramos la riqueza de la gastronomía y lanzamos la licenciatura.

En el año 1993 abrimos la primera licenciatura en Gastronomía y de ahí fuimos abriendo otros programas académicos a partir de la vocación del Claustro, es decir, las Humanidades. Yo no podía abrir ingenierías o medicina porque finalmente la figura tutelar del Claustro es Sor Juana y los ámbitos que conoció fueron la teología, la filosofía, el arte, la historia, la gastronomía, etcétera. En esa línea fuimos trabajando y terminamos de armar el primer paquete de carreras en 1994 o 1995. El estado financiero de la institución se niveló y llegamos a manejar números negros, ya no estábamos en números rojos, ya no teníamos adeudos.

A lo largo de estos años el reto más grande ha sido pensar los dos muros de contención del Claustro, es decir en el ámbito del deber ser y del poder ser, es decir, qué debemos acercar a la norma y qué podemos hacer y en la meta última es la excelencia académica con un compromiso social. El humanismo como línea inspiradora, la imagen de Sor Juana como vocación en el sentido de la defensa de la libertad, el derecho al conocimiento más desde el amor al saber que como un instrumento de manipulación. Pensamos en la educación como una plataforma sobre la cual cada uno de nosotros y de las y los estudiantes puedan desplegar lo mejor que pueden ser en el entendido de que tenemos que pensar qué somos.

CL: ¿Cuáles son las adversidades con las que la universidad se ha topado en el transcurso de la pandemia?

CBLP: El dolor mayor que enfrentamos ha sido la pérdida de miembros de nuestra comunidad: de gente que trabajaba en el Claustro, de algunos compañeros de trabajo, de algunos estudiantes o egresados, algunos profesores. La pandemia ha sido una experiencia que nos ha mostrado lo frágiles que somos, nos ha enseñado que no solamente tenemos que enfrentar esta realidad que nos ha golpeado, sino que también hemos tenido que enfrentar una realidad de cara con nosotros mismos, mirándonos al espejo y decir: “estoy solo, estoy encerrado. Tengo que sobrevivir” y ahí se nos revelan nuestros peores enemigos: nuestros demonios, nuestros miedos, nuestras fracturas.

Tal vez el reto mayor ha sido tratar de sostener a la comunidad. Yo recuerdo que en enero 2020, que empezamos con el rollo de la pandemia, empezamos a pensar: ¿qué vamos a hacer si esto llega a México?  Y llegó muy pronto, mucho más pronto de lo que pensábamos. Entonces, yo me puse a leer como no te puedes imaginar para ver de qué manera podíamos enfrentar esto, protegiendo lo más posible a la comunidad. Decidimos cerrar antes que muchas otras Instituciones de Educación Superior, porque evidentemente yo no quería poner en riesgo a ninguno de los miembros del Claustro y te confieso que yo, en febrero o marzo del 2020, pensé que esto iba a durar 3 meses. Suspendimos actividades y nos dimos quince días. Quince días nada más para poder capacitar a las y los docentes que lo requirieron en esta nueva modalidad para dar clases a través de las distintas plataformas. ¡Quince días! De verdad el esfuerzo que hicieron las y los docentes fue impresionante. Se capacitaron y le echaron ganas.

Mantuvimos a todos, los necesitáramos o no. A toda la planta del Claustro lo sostuvimos durante un año con las condiciones con las cuales fueron contratados. Pero esto se fue extendiendo y llegó un momento en que nos dimos cuenta que no podíamos sostener más porque teníamos que optar por apoyar a las familias de las y los estudiantes que nos lo estaban solicitando o mantener a ciegas a la totalidad de los que trabajábamos allí. Entonces, ahí tuvimos que tomar la decisión de reducir algunos de los compañeros de trabajo, en el entendido de que en cuanto volviéramos a las actividades serían recontratados, y así lo hicimos. Duplicamos el apoyo en becas, apoyos económicos, apoyos de colaboración. Tratamos de mantener a los estudiantes y a las familias que estaban en las peores situaciones y creo que lo logramos y la institución se mantuvo y la solidaridad, para decir lo menos, de toda la comunidad de compañeros de trabajo en el Claustro fue realmente conmovedora y el trabajo que hicieron las y los docentes fue, de verdad, súper comprometido, y yo creo que gracias a ellos y al apoyo del Colegio de Psicología, al apoyo de COAPSI y al apoyo de los médicos del Claustro y de los miembros del Consejo Académico, pudimos sortear sin demasiado dolor, sin demasiadas pérdidas y sin demasiada depresión. Porque yo creo que a la mayoría de nosotros nos entró una crisis de una realidad en donde no veíamos hasta dónde iba a parar esta incertidumbre. Yo creo que ese fue el mayor reto: tratar de sostener a la comunidad lo más sana posible en el ámbito emocional, en el ámbito psicológico y en el ámbito económico.

CL: Un aspecto que ha evolucionado son las ideas y nociones del alumnado dentro del campus, ¿qué ángulos cree que han mejorado y qué podríamos recuperar de las generaciones pasadas?

CBLP: La comunidad ha crecido en comparación con los primeros años y  aumentó muy rápidamente. Los 119 estudiantes que teníamos en un principio, se han multiplicado casi al 1000%, pero no hemos querido crecer mucho más que eso, porque creemos en una educación personalizada, que los grupos no sean demasiado grandes, que un maestro pueda recordar los nombres de todas y todos los estudiantes. Algo que siempre me gustó y que siempre me ha gustado es la participación de las y los jóvenes en indistintas propuestas. Cuando entré no habían órganos colegiados, ni Consejo Universitario, ni Consejo Académico, ni Consejo Técnico, ni Consejo Estudiantil… nada. Entonces, empezar a formar  desde el principio cuerpos colegiados para que hubiera un sistema de toma de decisiones colaborativa en donde pudiéramos escuchar todas las voces, las necesidades de las distintas áreas de la universidad, etc. Los chavos fueron súper entusiastas desde el principio: llegaron con propuestas desde el comienzo, desde exposiciones, una fiesta medieval, hasta una fiesta inspirada en El Quijote, en fin, las y los estudiantes siempre han traído propuestas tan ricas como, por ejemplo, la Pasarela Gastronómica que llevamos ya muchos años, decenas y decenas de propuestas que nacían del entusiasmo, de la curiosidad y de lo que el Claustro generaba como comunidad; a mí me gustaría recuperar, por ejemplo, el Día de la Universidad: es decir, un día de fiesta en donde cada programa académico pudiera mostrarle a un joven nuevo que llega, lo que es el Claustro; me encantaría que la pudiéramos recuperar el entusiasmo que siempre ha estado y el diálogo entre los distintos programas académicos.

CL: Siendo Sor Juana el principal referente en nuestra casa de estudios, ¿qué pensaría si viera su legado?

CBLP: Imagínate una joven, una niña que le pide a la madre: “mamá quiero ir a la universidad” y la madre le dice “no se puede, porque esa no es una actividad de las mujeres, porque es una actividad para los varoncitos” y que su vocación debe ser la del matrimonio. En ese tenor, decide que, lo mejor para ella, es entrar al Convento por presión pues, a Sor Juana, no le queda demasiado para dónde hacerse.

Yo opino que si Sor Juana no pudo ir a la universidad, qué bien que la universidad pudo ir a ella. Claro que ella no lo sabe, pero en su legado está inspirado un espacio de saber, un espacio en donde las mujeres hemos tenido un papel fundamental, en donde se abre la oportunidad para que nosotras podamos estudiar y aproximarnos a muchas otras cosas; nos hemos ido convirtiendo en una punta de lanza, por ejemplo, para la lucha por la igualdad de las mujeres, por los derechos de las mujeres.

De manera permanente nos están buscando para que hablemos del legado de Sor Juana y de la importancia del derecho de las mujeres: el derecho a una vida digna, una vida que no sufra más de violencias, sino a una vida donde haya igualdad de oportunidades, empezando por los salarios, por el uso del lenguaje, por el trato respetuoso de las y los demás. Quiero pensar que Sor Juana se sentiría contenta, porque este espacio, que fue un espacio mujeres, se halla convertido en una universidad para el estudio de las humanidades, en una universidad que está inspirada en su obra y en su vida, y que su vida haya sido un ámbito de inspiración para la defensa de las mujeres en el conocimiento.

CL: Para usted, ¿cuáles serían los principales ideales de Sor Juana, que continúan vigentes en el siglo XXI?

CBLP: Siempre he pensado que los clásicos son clásicos, y Sor Juana es una clásica, porque siempre siguen diciéndonos, no de ellos como autores, escritores, artistas, sino que las generaciones se siguen viendo, se reconocen en la escritura, obra o música, que cada artista, cada escritor o cada intelectual ha producido. Yo creo que Sor Juana es un personaje vivo, porque sigue hablándonos de nuestra vida, sigue marcando un camino y siendo un ejemplo. Estamos viviendo en un México en el que los niveles de violencia contra las mujeres siguen siendo indignantes. Cada día mueren once mujeres por cuestiones de género y la violencia en contra de nosotras es inexplicable. Entonces, cuando escuchas que una mujer hace 350 años hizo la defensa de nosotras las mujeres, para que fuéramos reconocidas como entes capaces de saber, de razonar, de trabajar, de lidiar con el mundo. Fue coherente y dio su vida, porque la dio a través de la escritura y se arriesgó haciendo la defensa sobre todo de la libertad. Siempre he pensado que la línea conductora de la obra de Sor Juana es la defensa radical de la libertad.

CL: ¿Qué recomendaciones ofrece a los jóvenes que optamos por estudiar licenciaturas con enfoque humanista?

CBLP: Cuando tú me preguntas qué son las humanidades o por qué estudiar las humanidades, sería justamente para ser capaces de medir lo que somos en esta infinidad de un cosmos que se está alejando y que se está enfriando. Somos pequeños habitantes de un punto azul en la inmensidad del cosmos: no somos nada. Estamos aquí para vivir una vida buena, una vida donde seamos capaces de prodigar el mayor amor, la mayor bondad. Yo sé que en un mundo como éste suena como muy raro, como un romanticismo decimonónico quizás, pero quiero pensar que estudiar en el Claustro nos permite ser conscientes del privilegio que tenemos como universitarios, de sabernos responsables de lo que pasa. Hay una idea de George Steiner que me gusta, que es que tenemos que aprender a ser buenos huéspedes, es decir, dejar este mundo o la casa que visitamos mejor que como la encontramos. De eso se trata la vida, y si tu vocación se cumple a través de la escritura, pintura o haciendo música… eso es lo que te va a hacer feliz. La idea es que seamos capaces, seamos lo suficientemente valientes para ser nosotros lo mejor que podamos a través de la pintura, de la filosofía, las humanidades, la escritura, de la poesía; se trata de que seamos capaces de ser felices, para así vivir una buena vida. Yo sé que tenemos que ganarnos la vida, pero ganarnos la vida significa también ser capaces de reconocernos en el rostro del otro y de ser felices: no se traicionen.

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